SANTIAGO.- Desde sus inicios en 2011, Lollapalooza se ha caracterizado por ser un festival completamente transversal. Ello, porque es capaz de juntar varias generaciones en el Parque O'Higgins.
No hablamos sólo de los niños, que cuentan con un propio escenario dedicado a la música infantil (Kodzapalooza), sino que de los adolescentes, quienes por primera vez fueron los reyes del evento.
No es una exageración decir que de los 70 mil asistentes, la mayoría de ellos correspondían a jóvenes entre 14 y 24 años. Quizás muchos de ellos asistieron sólo con las ganas de estar en uno de los eventos más populares del año, pero claramente la mayoría se disponía a disfrutar de las presentaciones de los artistas.
Porque aunque Lollapalooza en Chile se ha caracterizado por atraer los más excéntricos looks y modas que reflejan sólo a un tipo de la sociedad, este año podríamos decir que este nuevo y constante público se ha encargado de dejar a un costado las pasarelas -claro que con ciertas excepciones-.
Su jovialidad y energía marcaron las jornadas de calor en el festival ambos días, en los que pese al calor -entre las 14:00 y las 18:00 horas- repletaron los escenarios más grandes y donde no podían esconderse del sol, en especial con los shows de Twenty One Pilots, Bad Religions, Babasónicos y Alabama Shakes.
Algo que marcó la diferencia de los que ya llevan varios años asistiendo y que han envejecido en estos seis años junto al evento. La experiencia les dejó en claro que las opciones mejores son llegar a la hora de sus favoritos o esconderse a la sombra, con protector solar y escuchar desde la distancia la música.