SANTIAGO.- Tahmuz es un joven huérfano que ha pasado toda su vida bajo el cuidado del hermético Doenal, encerrado entre los muros de la inclemente Ciudad Alta. Pero tanto su mente como su corazón lo impulsan a salir de ella y buscar las respuestas que su maestro le ha negado contantemente. Quiere conocer el mundo, pero no a través de los numerosos libros que ha leído en su hogar.
Sin embargo, todo cambia para ambos cuando llega hasta su puerta Tarian ?nieto del agonizante príncipe Laorias?, con una carta de su padre dirigida a Doenal, en la que le pide que proteja a su hijo. Y a partir de ese momento, el destino de los tres quedará entrelazado en una aventura por la República de los Cuatro Vientos, un mundo tan fascinante como peligroso.
Esta es parte de la trama de "Las cenizas del Juramento" (Montena, $ 14.000), de Joseph Michael Brennan, seudónimo del chileno Exequiel Monge Allen, licenciado en historia y magíster en lengua y literatura irlandesa medieval.
Brennan, quien actualmente está terminando su doctorado en estudios célticos en Irlanda, presentará su novela en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (Parque Bustamante) este 28 de mayo, a las 18 horas, oportunidad en que sostendrá un diálogo con la Comunidad Literaria de Game of Thrones Chile.
-¿Qué te motivó a escribir esta novela?
-Fundamentalmente, el haberme dado cuenta que echaba de menos escribir ficción. Fue algo que hice constantemente en mi adolescencia (escribí teatro, cuentos y novelas) y que abandoné por el trabajo académico en la universidad. Pero me encontré con que quería hacerlo otra vez: tenía historias dentro que quería contar, y me dio la impresión de que podía haber gente con ganas de leerlas.
-¿Cuándo se te ocurrió la trama y cuánto tiempo te ha tomado escribirla?
-Los primeros elementos de la trama salieron en una partida de rol en 2009, creo. En los años en que no escribí ficción, nunca dejé de inventar historias para estos juegos con amigos. Y cuando decidí ponerme a escribir otra vez, simplemente eché mano a algo del material que tenía guardado en mi memoria. Empecé perezosamente, sin prisa, en 2012, mientras estudiaba pedagogía y trabajaba en un colegio. En rigor, el libro me tomó dos años, pero hay mucho aire en ese número: había meses completos en que lo dejaba un poco de lado, para retomarlo luego febrilmente. Cuando sentí que el final se acercaba, me puse a escribir mucho: diría que el último tercio lo escribí en uno o dos meses.
-¿Y por qué elegiste el género de fantasía épica?
-Porque te da máxima libertad. Es cierto que implica el esfuerzo de “crear un mundo,” como escenario para la narración. Este esfuerzo puede ser titánico, en la medida en que uno quiera darle a ese mundo la verosimilitud de la realidad. Pero de todas maneras, la fantasía te libera mucho como autor: puedes hacer lo que quieras, dejar volar tu imaginación y sobre todo, tus deseos y tus esperanzas. Yo creo, como J.R.R. Tolkien, que la fantasía es importante porque es una reserva de esperanzas descabelladas e ideales altísimos. Creo que a todos, no solo a los jóvenes y a los niños, nos resulta útil pasear un poco por esa bodega.
-"Las cenizas del Juramento" es la primera entrega de una trilogía. ¿En qué etapa se encuentran los dos siguientes libros?
-El segundo tomo, titulado "El Príncipe de los Cuatro Vientos", está muy avanzado. He prometido terminarlo durante el invierno (invierno chileno, ¡por si acaso!) y lo cumpliré. Ahí la editorial verá cuándo lo sacamos, pero espero que sea pronto. El tercero, "La sangre de los dioses", está bastante formado en mi mente y tengo ganas de empezarlo ya.
-En ese contexto, ¿qué autores y obras sientes que han influido en tu obra?
-Un amigo me dijo hace años que yo escribía demasiado y leía muy poco. Creo que tenía razón y sigue siendo así. J.R.R. Tolkien fue el primer autor que leí, y para mí su obra tiene un lugar único y fundamental. C.S. Lewis me gustó de niño, pero me he querido distanciar de él en mi escritura. Por cierto que George R.R. Martin y su "Canción de Hielo y Fuego" me ha impactado, pero no la considero una influencia mayor. En realidad, creo que me han influido más películas como "La casa de las dagas voladoras" y "La maldición de la flor dorada" y series animadas como "Naruto Shippuden", "Avatar" y "Fullmetal Alchemist" Y fuera de eso, tengo influencias raras, como el poeta francés Charles Péguy, la poetisa y narradora alemana Gertrud von Le Fort, y el teólogo suizo Hans Urs-Von Balthasar.
-Asumiendo que J.R.R. Tolkien y “El Señor de los Anillos” son referentes constantes en este género, ¿en qué aspectos crees que tu novela se distancia de ellos?
-Como decía Martin hace unos años en una entrevista, uno se distancia de Tolkien porque está distanciado de partida: ¡nací en otro mundo! Pero si puedo destacar algunos puntos, sería que mi narración no es un mito, no es la gran lucha entre el bien y el mal, sino el choque entre diferentes ideales. Por otro lado, que el universo de valores que he construido es muy diferente del de Tolkien: hay una preocupación por temas raciales, sociales y de género en los que Tolkien difícilmente hubiera podido entrar en su época.
-En tu opinión, ¿qué ha sido lo más difícil al iniciar esta aventura literaria?
-Honradamente, equilibrar mis responsabilidades académicas como candidato a un doctorado en Irlanda con la responsabilidad de continuar escribiendo. El tiempo es poco y el trabajo es mucho, pero me gusta tener estos dos "modos"; al final, cada uno me Descansa del otro.
-¿Por qué crees que los lectores de este género son tan fieles y parecen no agotarse de leer este tipo de historias?
-Porque a todos nos gustan las historias que nos hacen sentir profundamente bien, y la fantasía es así en general. A través de una historia de peligros y sacrificios, uno acompaña a personajes movidos por ideales o afectos conmovedores, hacia un final feliz. Y al final todos queremos eso. Todos quisiéramos eso, pero vivimos en una época muy cínica, que tiene vergüenza de ponerse demasiado épica o romántica. Como escribía Rilke: "Todo conspira para hacer callar en nosotros, un poco como se calla, tal vez, una vergüenza. Un poco como se calla una esperanza inefable".