SANTIAGO.- Que Bob Dylan ya esté ingresando, si es que aún no lo ha hecho, a la fase crepuscular de su carrera tiene mucho que ver no sólo por su edad. Con 75 años recién cumplidos, el hombre que redefinió a la música popular ya no busca, por cierto, ser esa figura trasgresora y casi mesiánica con la que alguna vez lo vincularon. Y si bien nunca lo quiso de esa forma —existen numerosos documentales que muestran a Dylan no sólo alejado de ese estereotipo, sino también detestándolo por transformarlo en algo lejos de su propia realidad— la cultura estadounidense lo ha puesto en ese sitial, ese reservado a figuras consulares que, como siempre se menciona cuando se habla de Zimmerman (el verdadero apellido de Robert), caen en una suerte de endiosamiento en el que el mito y la persona son figuras que se confunden.
Por suerte, en Dylan su constante en los últimos años ha sido —en esta fase crepuscular, como se menciona antes— una suerte de reconocimiento de aquellas figuras que antaño el mismo compositor podría haber rechazado. Si ya el año pasado nos mostró la forma correcto de cómo hacer un tributo y no caer en el lugar común con la sorprendente curatoría de Frank Sinatra en Shadows in the night (2015, Columbia), el nuevo trabajo del cantautor, Fallen angels, recoge lo iniciado en el anterior registro. En efecto, Dylan regresa nuevamente al rico cancionero de standards del país del norte y, al igual que Sinatra, les da un nuevo aire, una nueva interpretación. Los doce temas que aparecen en este trabajo adquieren, nacidos en las íntimas y casi primitivas de Shadows in the night, mantienen esa misma calidez y cercanía con la que Dylan presentó las baladas de 2015.
El humor, sin embargo, es distinto en Fallen angels. Donde hace un año todo era más contemplativo, en esta ocasión es mucho más juguetón. Claro, entendiendo que los 75 años del músico están presentes, esta colección de canciones es una suerte de repertorio para un gran salón de baile y, por lo mismo, el tono es mucho más jovial aunque sin caer en el infantilismo. Se escucha a un Dylan más dinámico en, por ejemplo, "All or nothing at all". Incluso en las baladas, como en "All the way", tanto el compositor como su banda (la misma que lo acompaña en vivo y con la que grabó Shadows in the night), existe una sensación de jovialidad, de alegría en el conjunto al interpretar estos temas que se transmite a través de los parlantes al auditor.
Si bien es cierto que, como en la entrega anterior, todos estos temas fueron cantados por Sinatra, hay uno que nunca tuvo a "La Voz" como protagonista: "Skylark". El ejercicio que Dylan hace con este tema que, entre otros, versionó Ella Fitzgerald, es un signo inequívoco de cómo el autor de "Like a rolling stone" puede poner su estampa en estos conocidos clásicos de la música popular estadounidense, sin que esto signifique alteración alguna en las propias características del tema. En particular esta versión, cercana al country moderno que en la actualidad, Dylan parece ser el formato que más se acomoda actualmente tanto a su voz como a su visión musical.
Lo cierto es que esta retrospectiva que Dylan, de 75 años, realiza, no es propia para alguien de su edad. No se expresa añoranza ni menos un afán de vigencia. En ambas, Robert Zimmerman ya tiene su sitial en la historia de la música popular. En Fallen angels, lo que se expresa es al Dylan más cándido: ese que se divierte con viejas tonadas como quién las descubre por vez primera y las transforma a su antojo, al igual que sus propias canciones. Así, el otoño que vive el cantautor parece ser un disfraz que oculta una primavera en la que se descubren nuevas especies. Y, como siempre en la carrera de Dylan, estas van creciendo al margen de lo que su propio autor —en este caso, recreador— pensó para ellas.
Bob Dylan / "Fallen angels" (2016, Columbia)
Canciones:
1. Young at heart, 2. Maybe you’ll be there, 3. Polka dots and moonbeams, 4. All the way, 5. Skylark, 6. Nevertheless, 7. All or nothing at all, 8. On a little street in Singapore, 9. It had to be you, 10. Melancholy mood, 11. That old black magic, 12. Come rain or come shine.
Músicos: Bob Dylan (voces), Charlie Sexton (guitarra), Stu Kimball (guitarra), Dean Parks (guitarra), Donnie Herron (steel guitar, viola), Tony Garnier (bajo), George Recile (batería).
Producción: Jack Frost.