La exposición estará abierta hasta fines de octubre.
EFE
BUENOS AIRES.- Hace 30 años, el 14 de junio de 1986, falleció Jorge Luis Borges. Y para recordar su obra y legado, Argentina inauguró la muestra más grande que se ha hecho en honor al escritor.
80 artistas e intelectuales y seis meses de preparación colmaron 18 salas, 2.900 metros cuadrados y tres pisos del Centro Cultural Kirchner (CCK) en Buenos Aires con fotografías, libros, obras de arte e instalaciones audiovisuales pertenecientes a coleccionistas, bibliotecas e instituciones que dan cuenta de distintas temáticas que el autor (1899-1986) trató a lo largo de su carrera.
"Nuestra intención es poder sorprender. Que aquellos conocedores de Borges también se lleven algo nuevo y que, para el que no lo leyó, que sea una buena excusa para recurrir a sus cuentos y poesías", explicó a la prensa Gabriela Urtiaga, responsable de artes visuales del CCK.
Las disciplinas que se abordan en la muestra incluyen la relación del autor con las letras; las artes; el atlas; el cine; la matemática y las ciencias y el laberinto, una figura muy presente en su obra.
Entre las obras expuestas, Diana Aisenberg recuerda el último color que Borges pudo ver antes de quedarse completamente ciego, el amarillo, a través de una pizarra en donde las personas que visitan la muestra pueden escribir qué significa para ellas aquella tonalidad.
El ilustrador y humorista gráfico Liniers presenta dos tiras, y una de ellas recuerda la frase del autor "la solución del misterio siempre es inferior al misterio", incluida en su cuento "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto", uno de los cuentos del libro El Aleph (1949).
Tadeo Muleiro, artista plástico, realizó un minotauro gigante para la sala en la que se rememora la relación de Borges con los laberintos, en alusión al cuento "La casa del Asterión".
Las rarezas incluyen ejemplares del aceite español Borges, libros del autor traducidos al árabe, los bastones que utilizó, una edición facsímil del manuscrito de "El Aleph" y fotografías de los viajes que el autor realizó con su última esposa, María Kodama, pertenecientes a su archivo personal, que Urtiaga calificó como una "joya".