SANTIAGO.- La imagen tradicional de Pablo Neruda no será la que se verá desde el próximo 11 de agosto en los cines nacionales, cuando se estrene la producción de Pablo Larraín inspirada en algunos acontecimientos claves en la vida del poeta.
El relato de "Neruda" parte en el año 1948, cuando el poeta se convirtió en fugitivo del Gobierno de Gabriel González Videla (Alfredo Castro) tras acusar al mandatario de traicionar al partido comunista. Acompañado por su esposa, Delia del Carril ( Mercedes Morán), el otrora senador se escapa de las autoridades mientras escribe su "Canto General". Sus pasos son seguidos frenéticamente por el detective Óscar Peluchonneau (Gabriel García Bernal).
La clandestinidad es utilizada por el poeta como un mecanismo para reinventarse, ser aclamado y convertirse en un símbolo. A ello contribuyen los intelectuales europeos que piden su libertad (bajo la batuta de Pablo Picasso). La particularidad de "Neruda" es, entonces, que expone a un poeta ambicioso y totalmente consciente de su rol público.
¿Quién es para ti ahora Pablo Neruda?
-Tenía una imagen previa, puros prejuicios. Ahora, después de hacer la película no es que haya cambiado mi imagen brutalmente, no. Pienso que era un gran artista. No sé si motivado por la ficción de esta película o no, quiero pensar, me gustaría pensar, que Pablo Neruda fue más cercano a lo que se ve en esta película. Como una especie de rockstar. Me gustaría pensar que es así. Una persona que abrigaba la contradicción sin ningún problema, la contradicción por ejemplo de ser un burgués y ser un vividor, y ser un comunista de tomo y lomo.
Trabajaste con Pablo Larraín en "No" y "Prófugos", producciones de otro estilo ¿Esta vez fue distinto el trabajo en el set?
-Es una gran coproducción, en ese sentido es distinta, pero el punto de vista sigue siendo el mismo. Pablo como director sigue invitándote a que sucedan cosas en el set que te determinan como actor, en el personaje, y que eso tenga mucho peso. Para hablar en concreto, yo no sabía, intuíamos por el guión— pero tampoco estaba tan claro— a Neruda qué le pasaba con esta persecución. Pues bien, un día en el set, el primer día en que pude hablar como el personaje, pensé ‘¿Cómo habla este señor? Bueno, como yo. Soy actor. Y ¿Qué le pasa con la persecución? Bueno, lo que te pase a ti’. Si te asustas, el poeta se asusta, si te parece entretenida la situación, el personaje está divertido. Y Mercedes Morán se divertía, porque su personaje se divertía mucho con esto. Encontraba que lo de andar escapando era muy de gente poco fina. Y esta cosa le parecía muy divertida, como si estuviera en el living de su casa. Y esa forma de interactuar de ella rebotó en mi, y a partir de allí se creó una dupla y se creó una relación. Por eso digo que en ese aspecto, es una película que no es distinta a otras películas de Pablo, porque él trabaja así. Él puede ir abrigando más o menos lo que puede ir pasando en el set. No es que esto sea improvisación, sino que es importante lo que pasa ahí y que dialoga con la historia.
¿Cómo fue tu experiencia general trabajando con Mercedes Morán?
-Sin lugar a dudas, ella fue la que empezó con esto de descubrir el goce del escape. Y por supuesto yo tuve que dialogar, aunque Neruda no está tan en eso. Pero sí tuve que dialogar con ese aspecto. Ella desarrolló una cosa muy maternal sobre el personaje de Neruda. Hay unas escenas que lamentablemente en el metraje no quedaron, pero algunas cosas si están, como al principio, en que ella sale maquillando a Neruda. Después hay un momento en que aparece bañando a Neruda. Entonces empezamos a construir una relación maternal, donde ella era la madre de este señor. Si eso se parece a la vida real o no, vete a saber.
La película tiene una estética que recuerda el cine negro de los cuarenta ¿Cuál es tu opinión en esta materia?
-A mí la estética de Pablo no siempre me gusta. Pero creo que con ‘No’ alcanzó un gran nivel de genialidad, porque Larraín utilizó cámaras de video de la época—porque obviamente no puedes utilizar cámaras HD para hablar del plebiscito porque no existía, no la teníamos en la retina—. Y para esta película, por ejemplo, se utilizaron lentes anamórficos, que son lentes que distorsionan un poco el plano, tienen cierta profundidad de foco, en fin, se trabajó el color de una manera especial…Esta película se filmó con steedy cam, que es una máquina que está estable pero móvil, no es tiritona. No es una película que se haya filmado con cámara al hombro. No queríamos una imagen inestable, pero sí una imagen suavemente móvil. Te podría hablar mil horas de esto, me encanta esto, la dirección de arte. Estéticamente es una película que me encanta, y estéticamente es una película que logra hermanarse con la visión que puedes tener de Pablo Neruda. Hay algo singular en la dirección de arte de esta película, o sea, en las casas donde estuvo Pablo Neruda hubo una gran construcción. Buscar las locaciones, que son casas de la época, construir esta ciudad entre Buenos Aires- Santiago, que es una especie de quimera, una ciudad que es algo, pero no es, todo eso te invita a un mundo de ficción. Y tu luego estás diciendo ‘a ver, esto donde sucede’, porque si uno quisiera ser realista, en un momento dirías ‘perdona, pero yo al fondo veo partes de un edificio de Buenos Aires, y en el contraplano veo partes de un edificio de Santiago’…señor bienvenido a la ficción.
Larraín rompe con frecuencia el eje en esta película
-Eso está muy bien explotado. Porque te invita a una temporalidad distinta. Hay escenas en que un mismo diálogo se filmó en ubicaciones distintas de una misma habitación. Y hay escenas que simplemente se hicieron en otro lugar. La conversación que se muestra entre Arturo Alessandri y Neruda, el diálogo fue filmado en distintas partes del lugar: en la supuesta casa de Alessandri, en el Senado y en otros lugares. Entonces tú dices ‘aquí el tiempo se detuvo, el espacio se multiplicó’. Y eso sirve para pegarle unos buenos combos al espectador chileno, que lo tenemos muy mal acostumbrado a la ficción. El espectador chileno constantemente se pregunta ‘esto es de verdad o es de mentira’ . No señor, esto es mentira, de principio a fin, para eso fue hecho.
En Cannes ¿Percibiste de inmediato el buen resultado o lo veías en una nebulosa?
-No, no, no. Fue para todos muy impactante. La función de prensa que hubo—donde habían medios importantísimos especializados del cine mundial— estaban muy interesados en la película. Se quedaron a ser parte de la conversación, y eso ya te dice algo. A ver, estamos hablando de un lugar en que si no te gusta la película, te paras y te vas. Y luego en la función con público, hubo una ovación. Literalmente una ovación. Fue muy, muy emocionante, no te podría decir si duro diez minutos, tres o uno, pero la intensidad que hubo, fue realmente significante. Y ya teníamos las críticas. Entonces esto fue como una bola de nieve. Entiendo que también se sellaron muy buenos negocios, entiendo que la película tiene distribución mundial, pasaron muchas buenas cosas, esto se va paso a paso. Ahora, es cierto que viene la campaña de promoción en Estados Unidos, donde hay que ir a tres o cuatro lugares bien específicos que más o menos auguran o podrían hacer pensar que la película fuese a estar elegida como una de las que estarán en el camino a los Oscar. Hay muchas cosas por delante, y a mí me parece que, por la manera en que trabajan los hermanos Larraín, será de una manera seria, cauta, paso a paso, sin volverse locos. Hay que dejar que la película hable.