Cerca de 16 mil personas llegaron hasta el Movistar Arena para ver el show de Jamiroquai.
T4F+Bizarro
SANTIAGO.- Si lo pudiéramos resumir en buen chileno, el reciente espectáculo de
Jamiroquai en nuestro país fue una presentación llena de "sandías caladas", plagada de éxitos que llevaron a la banda a catapultarse en la fama musical durante los noventa con discos como
Travelling without Moving, The Return of the Space Cowboy y Synkronized.
En las
dos horas y 30 minutos que duró el espectáculo de los ingleses,
las casi 16 mil personas que acudieron al Movistar Arena vivieron una fiesta que, a pesar de que a ratos amenazaba con tornarse monótona, supo mantenerse arriba, superando las expectativas de los asistentes, fanáticos y los que no lo son tanto y sólo estuvieron allí para pasar un buen rato al ritmo de
"Space Cowboy", "Cosmic Girl", "Alright" y "Canned Heat", algunos de los éxitos más memorables de la agrupación.
Transformado el lugar en una pista de baile, los clásicos de Jamiroquai sincronizaron bien con nuevas entregas como
"Shake It On" y
"Automaton", singles extraídos de su material editado este año (
Automaton),
tras siete años de silencio musical, y que nuevamente mezcla el funk, la música disco y la electrónica, que tan buenas críticas ha tenido de parte de la prensa especializada y de la fanaticada.
Desde el inicio hasta el fin con "Deeper Underground", el show mantuvo la atención gracias a la calidad vocal de Jay Kay, la excelente puesta en escena de la banda, las coristas y el juego de luces perfectamente coordinado en todo momento entre canción y canción.
Un setlist de 16 canciones (con "Virtual Insanity" como la gran ausente de la noche) fue suficiente para demostrar que Jamiroquai y su música —funk como siempre, pero con tintes mucho más rápidos y electrónicos que antes— ha tenido una evolución que no decepciona y que mantiene la esencia con la que se hicieron conocidos.
Con unos años de más, pero siempre luciéndose con sus pasos de baile, Jay Kay —famoso no sólo por sus dotes de danza, sino también por sus vestimentas donde los gorros y sombreros se transformaron en su sello— se mantuvo en todo momento sonriente, escueto en sus palabras, pero empático y conectado con su audiencia, aunque muy "abrigado" con un polerón y guantes que nunca retiró de sus manos.
No menor, además, fue la indumentaria que llevaba en la cabeza: una versión más galáctica del típico adorno de los indígenas iroqueses que se iluminaba en todo momento y que a ratos también recordaba a la estatua de la Libertad de Estados Unidos, siendo una de las postales más recordables de su cuarto paso por el país.