SANTIAGO.- "Star Wars: Los últimos Jedi" fue la última aparición de Carrie Fisher en la pantalla grande. La última como Leia Organa, la princesa rebelde fundadora de La Resistencia en el mundo de ciencia ficción que la hizo mundialmente conocida a finales de los años setenta.
Pero previo su a salto a la fama —que no estuvo exento de excesos y polémicas—, Fisher conoció de niña los altibajos de la vida en Hollywood de la mano de sus padres, la también desaparecida actriz Debbie Reynolds, y el cantante Eddie Fisher.
Carrie debutó a los 13 años una cinta para la TV donde participaba su madre, "Debbie Reynolds and The Sound of Children", pero en 1977 se haría conocida con "Star Wars: Una nueva esperanza" en el rol de la princesa Leia Organa, que luego le abriría las puertas para otros papeles durante los años posteriores.
Con las ofertas laborales, la fama y el dinero vino, además, la experimentación con drogas a principios de los ochenta que solo complicaría más el trastorno bipolar que le fue diagnosticado en la adolescencia. Fisher confesó en una entrevista que durante el rodaje de
"El imperio contraataca" solía aspirar cocaína. La adicción la llevó a terapia en más de una ocasión, y pese a que logró mantenerse sobria por algunos meses, en 1985 sufrió una sobredosis accidental tras mezclar pastillas para dormir y medicamentos.
Su experiencia con las sustancias ilícitas y el alcohol las plasmaría en su libro autobiográfico "Wishful Drinking" (2009), publicación que fue sucedida por "Shockaholic" (2011) y "The Princess Diarist" (2016).
El trastorno bipolar, además, sería otro de los problemas que enfrentaría Fisher en su vida. "La única lección para mí, o para cualquiera, es que tienes que conseguir ayuda", dijo Carrie Fisher a la revista People en 2013, tratando sin tapujos la enfermedad que la acompañó hasta el últimos de sus días. "Estoy enferma, no me siento avergonzada por ello. He sobrevivido a mi enfermedad y sigo haciéndolo", sumó en la misma publicación.
Ni sus adicciones, ni sus problemas mentales, familiares o sentimentales empañaron la admiración que sus seguidores, hasta el día de hoy, sienten por la mujer que hace un año atrás falleció de manera repentina a los 60 años tras sufrir un infarto durante un vuelo desde Londres a Los Angeles.
"Era brillante y obviamente todos la echaremos de menos. Pero siempre será la princesa que asumió el mando y nunca retrocedió (...). Siempre estaba ayudando a los otros a salir de los líos que habían creado. La amaremos por siempre jamás", dijo George Lucas en un evento de "Star Wars".
"Sería muy fácil dejarse consumir por la pena.
Déjenme contarles que cuando voy a dormir no hay un día por ahora en el que no piense en ella", remató
Mark Hamill en la misma instancia.
Fisher, además, se posicionó como ícono del feminismo y durante las "Marchas de las Mujeres" que en enero pasado recorrieron Estados Unidos contra el presidente Donald Trump, fue habitual ver carteles con su rostro llamando a la rebeldía y la resistencia.
Y luego de las acusaciones sobre agresiones sexuales en Hollywood, décadas atrás Fisher defendió a una amiga guionista que había sido acosada por un productor, enviándole una lengua de vaca en una caja en señal de advertencia de las consecuencias que podría tener si seguía con esos comportamientos.
El documental "Bright Lights", estrenado pocas semanas después de su muerte y la de Debbie Reynolds, indagaba en la a veces convulsa y otras veces estrecha relación entre madre e hija.
La producción también repasaba, una vez más, que por encima de todo Fisher siempre será la princesa Leia para el público, tal y como decía la propia actriz: "La aman y yo soy su custodia y lo más cercano que vas a conseguir (a Leia). Ella es yo y yo soy ella".