SANTIAGO.- "Tres anuncios por un crimen" es tan terrible como entretenida para quien la ve y ello no solo guarda relación con la trama, sino con lo que ocurre con cada uno de los implicados en este drama.
En la película de Martin McDonagh —director a cargo de cintas como "Escondidos en Brujas" (2008) y "Siete psicópatas" (2012) — Mildred Hayes (Frances McDormand) busca hacer justicia por la violación y muerte de su hija, Angela.
Sin tener una mínima novedad sobre la investigación del caso, la madre decide emprenderlas por las suyas y es así como decide pagar por tres carteles de publicidad (de ahí el nombre del filme) que se encuentran en la ruta de ingreso al pueblo de Ebbing, en Missouri. En ellos, Mildred le interpela a Bill Willoughby (Woody Harrelson), jefe de la policía, preguntándole cómo es posible que no haya culpables ni arrestos a siete meses del homicidio.
Lo trágico de "Tres anuncios por un crimen" va mucho más allá de la negligencia y el abuso policial que, sin ánimos de detenernos en revelar mayores detalles, cumplen ciertos personajes, como el interpretado magistralmente por el actor Sam Rockwell. Abundan los comportamientos erróneos, violentos, egoístas, impulsivos e inconscientes, que a momentos hacen al espectador empatizar con lo que pasa frente a sus ojos.
Lo que Mildred intenta hacer costeando tres vallas publicitarias mensualmente, es también una denuncia a las autoridades en general. Cree que haciendo pública su denuncia encontrará una solución a lo que le atormenta y se aferra a esa esperanza hasta el final.
No le causa ningún tipo de compasión que el sheriff Willoughby tenga los días contados por la enfermedad terminal que padece. A Mildred solo le obsesiona —con justa razón—encontrar a los responsables del fallecimiento de su hija adolescente.
Reducir este trabajo de McDonagh a un thriller, sería un craso error. "Tres anuncios por un crimen" termina por convertirse en un drama que salta sin esfuerzo a hilarantes momentos de comedia, pese a lo atroz que resulta su argumento. Las risas, por lo torpe que pueden ser los comentarios o momentos entre personajes, están presentes de principio a fin, pero con justificación. El humor no es porque sí.
Gran responsable de ello es la propia McDormand, intérprete que ha jugado en más de una ocasión a la mujer sarcástica con su papeles, pasos que repite Woody Harrelson y Rockwell, actor que encarna a un oficial racista, flojo y abusador, que no hace nada sin antes tener la visión y/o aprobación de su madre, a quien cuida desde la muerte de su papá.
Su final, es sin duda, uno de los puntos más álgidos de toda la cinta, que deja al espectador lleno de cuestionamientos por un buen rato.
La producción, tan reconocida por el público como por la crítica, fue la flamante ganadora de cuatro premios en la versión número 75 de los Globo de Oro. Reconocida como la Mejor Película de los premios, Frances McDormand resultó elegida Mejor Actriz y Sam Rockwell se coronó como el Mejor Actor de Reparto. Mezclando varios estilos, además, fue una justa ganadora al Mejor Guión, escrito también por su propio realizador. Por ello no resultaría curioso que el próximo 4 de marzo se lleva más de una estatuilla en la próxima edición de los Oscar.
