Sally Hawkins y Doug Jones protagonizan esta historia.
20Th Century Fox
SANTIAGO.- Este jueves llegó a los cines chilenos una de las películas más esperadas del último año; una cinta que ha tenido un buen recibimiento de la crítica especializada internacional, y que recientemente fue nominada a 13 categorías de los premios Oscar. Es "La forma del agua", del director mexicano Guillermo del Toro ("El laberinto del fauno", 2006), ganó también dos Globo de Oro por Mejor Director y Mejor Música Original el pasado mes de enero gracias a una historia de amor que mezcla elementos de un cuento de hadas, ciencia ficción, comedia musical e hiperrealismo.
Suena, de igual forma, como una de las favoritas para llevarse la estatuilla a Mejor Película en la ceremonia organizada por la Academia de Hollywood el próximo 4 de marzo.
En este filme, la actriz británica Sally Hawkins es Elisa Esposito, una mujer muda que trabaja limpiando por las noches una base militar secreta de Estados Unidos a inicios de la década de los sesenta. Elisa tiene dos amigos que se transformarán en personajes claves durante el desarrollo de la cinta: Zelda (Octavia Spencer), una mujer de raza negra que trabaja con ella y Giles (Richard Jenkins), su vecino gay y otrora artista venido a menos.
En un día laboral cualquiera, Elisa y Zelda se encuentran con una extraña criatura marina (Doug Jones) que un grupo selecto de científicos de la base mantiene recluida en una habitación acondicionada para que esta se desplace. Lejos de parecer un ser violento e intimidante, este anfibio humanoide tiene un trato dócil e inocente con quien intenta acercarse a él de manera amable. Es el caso de Elisa, quien a diferencia su violento, racista, acosador y conservador jefe, Richard Strickland (Michael Shannon), logra una conexión especial con él, lo alimenta con huevos cocidos y le muestra música jazz con su tocadiscos portátil.
Un romance extraño emerge entre los dos. Ambos logran cautivarse de la manera más sencilla, natural y sin hacer mayores esfuerzos que ser ellos mismos. A su lado, Elisa siente que no está "incompleta" por su condición de persona muda, asunto que ratos la lleva a concluir que el resto del mundo la ve como un ser inferior, así como Strickland percibe a este monstruo, a quien tortura constantemente con una luma eléctrica hasta dejarlo inconsciente.
Guillermo del Toro sorprende por la forma que lleva este amorío entre dos especies totalmente distintas a un plano que puede parecer más bien normal. Pero el cineasta ha hecho su carrera gracias a historias de personajes fantásticos y poco comunes. Es su sello. Por ello es que no tiene limitaciones para hacer de "La forma del agua" una historia de amor como las que se encuentran en las viejas narraciones que leímos de niños; esas donde los animales hablan, las malvadas transforman recurren a pociones mágicas para hacer hechizos y las muchachas buenas son castigadas, pero logran superar sus infortunios con la ayuda de sus amigos, como el caso de Elisa.
En esta producción, además, triunfan los marginados por sobre la intolerancia y el egoísmo de unos pocos, con un relato que a momentos se vuelve duro, muy cercano a la realidad actual, con claros guiños al abuso de poder, acoso sexual, la homofobia y el racismo. "La forma del agua" no solo encanta por su trama y sus personajes. Gran parte de su atracción también es gracias a su fotografía, de colores verdosos y azules, que evoca al mundo marino de donde proviene esta especie rara que logra encantar a Elisa.
Gran actuación, además, de Michael Stuhlbarg como un espía ruso que une fuerzas a fin de darle al monstruo una vida digna y lejos de los golpes y las torturas. Las casi dos horas y media que dura "La forma del agua" se van en un abrir y cerrar de ojos con sus toques de humor, comedia y drama de fantasía, encantan a quien está en su butaca y reafirma el por qué Guillermo del Toro ha sido venerado por esta, su más reciente obra maestra.
