José Manuel Vilches, Emol.
SANTIAGO.- La sensación de las vacaciones de verano cuando uno es niño: El sol parece derretir las horas, que pasan lento haciendo que los días duren el doble; El caminar a pies pelados y mojados humedece toda la casa. Y cuando el receso termina, uno ha crecido tanto, que pareciera que en un solo verano hubieran pasado años.
Esa atmósfera, luminosa, juvenil y nostálgica, es la que inunda "Llámame por tu nombre", la última película del italiano Luca Guadagnino, que le ha dado el toque artístico a la selección de películas representativas de la temporada 2017-18.
Todo sucede en Italia, el verano de 1983. Elio (Timothée Chalamet) tiene 17 años y pasa sus días relajado, en la gran casa de campo de sus padres, leyendo poesía y tocando piano. Nada le hacía presagiar que aquella temporada cambiaría su vida para siempre y que de pronto, en un solo verano, dejaría de ser un niño.
Al mismo tiempo que experimenta su sexualidad con su amiga Marzia (Esther Garrel), comenzará a sentir fuertes sentimientos de rechazo hacia Oliver (Armie Hammer), el ayudante de investigación de su padre arqueólogo. El rechazo prontamente se transformará en una amistad y luego en una cercanía y atracción desestabilizadoras.
"Llámame por tu nombre" es una historia de amor. Mejor dicho, de un primer amor. En ella, Guadagnino demuestra que no existe una fórmula para abordar el sentimiento que más ha alborotado a los humanos. Además, que es un asunto que por más que se haya representado en todas las formas de expresión, nunca se agota.
Conmovedora, desgarradora e inocente. Húmeda, luminosa y pegajosa. "Llámame por tu nombre" dicta a la vez, una lección de cómo los padres pueden incitar a sus hijos a amar y sentir, sin reprimirlos ni intimidarlos.
La cinta de Guadagnino aspira a tres galardones de la Academia:
Mejor película, Mejor actor y
Mejor guión adaptado. Si aún con su obra bella y elevada no logra convencer al jurado, "Llámame por tu nombre" quedará en el canon como una película de amor imperdible.