SANTIAGO.- David Byrne es un artista. Puede entrar a la escena vestido de oficinista y lucir estiloso, bailar con pasos tiesos y estar a la altura de sus bailarines, e impostar una voz impecable y parecer que no requiere de ningún esfuerzo. Una trayectoria de cuatro décadas no es en vano y así lo demostró Byrne en Lollapalooza Chile 2018.
Todos vestidos de terno gris, entraron junto a él, un elenco de nueve músicos y dos bailarines. La precisa coordinación de todos en escena generó un efecto hipnótico, como si cada uno de ellos fuera parte de una misma sintonía.
En el primer segmento del espectáculo se dedicó a repasar temas de la banda Talking Heads, como "Slippery People", "Once in a Lifetime" y "Born Under Punches".
Luego también repasó algunos de sus éxitos en solitario, etapa artística que comenzó en 1981 con su primer disco "The Catherine Wheel Complete Broadway Score". Sobresalieron, entre estos temas, las canciones "Everybody's Coming to My House", que marcó el primer desborde de energía junto al público y luego "Everyday is a Miracle", para el que se dispusieron en circulo todos los artistas en escena.
Para los seguidores que esperaban los grandes éxitos, mejor tarde que nunca llegó "Burning Down The House". Fue una de las pocas canciones de las cuales el público completo conocía la letra, y no perdieron la oportunidad de gritar y bailar el hit de los 80'. Byrne tocó la guitarra en un par de canciones.
La precisión parece ser la clave de su éxito, de forma inteligente creó una puesta en escena sencilla, visualmente llamativa y completamente original. Su elenco, conformado por mujeres y hombres de diversas latitudes, sincronizaron en todo momento con los movimientos del artista y la estética simulaba una obra de arte minimalista y cautivadora. Sin duda uno de los puntos altos de la primera jornada de Lollapalooza 2018, que finalizará con el esperado show de Pearl Jam.
