SANTIAGO.- Pese a que cerca de 50 mujeres acusaron públicamente al actor
Bill Cosby de haber abusado sexualmente de ellas en distintas épocas de su carrera televisiva, solo una de ellas pudo avanzar hacia un proceso penal que finalmente condenara a prisión al famoso comediante.
Se trata de
Andrea Constand, quien fue drogada y violada por Cosby en el año 2004, cuando ella trabajaba con el equipo de básquetbol de la Universidad de Temple en Filadelfia, y él era miembro del consejo de la misma institución.
En el marco de la audiencia final del juicio en contra de Cosby, que determinó que
pasará entre tres y 10 años en prisión, Constand leyó una
extensa carta en la que explicó quién era ella antes del asalto sexual y cómo fue su vida tras el suceso.
Bill Cosby siendo trasladado a la Montgomery County Correctional. Foto: AP
Esta fue parte de su misiva:
"Para poder verdaderamente comprender el impacto que generó el asalto sexual en mi vida, deben saber la persona que era antes de que esto ocurriera. Al momento del asalto, tenía 30 años, estaba en forma, era una deportista segura de mí misma. Era fuerte, habilidosa, tenía excelentes reflejos, agilidad y velocidad. Cuando me gradué de la escuela secundaria en Toronto estaba entre las tres mejores jugadoras de básquetbol de Canadá. Decenas de universidades en los Estados Unidos estaban haciendo fila para ofrecerme una beca para jugar baloncesto y yo elegí a la Universidad de Arizona.
Durante cuatro años era escolta en el equipo de básquetbol femenino, haciendo hasta 30 puntos por partido. Fue una gran época en mi vida y aprendí mucho, desarrollé un excelente grupo de amigos, muchos de los cuales eran mis compañeros de equipo y viajé alrededor de los Estados Unidos compitiendo.
El único inconveniente era que extrañaba a mi familia y empecé a padecer una fuerte sensación de nostalgia que empezó a afectar mis estudios y mi entrenamiento, a mi padre se le ocurrió la idea de mudar a su padre y a su madre a Tucson.
(…) Yo sabía quién era y me gustaba cómo era. Estaba en mi mejor momento, tenía la certeza que el trabajo preliminar que había hecho de mis estudios en conjunto con mi entrenamiento me darían gran estabilidad para enfrentar cualquier reto que podría enfrentar en el futuro.
Que equivocada estaba. En realidad, nada me podría haber preparado para esa noche de enero del 2004, cuando la vida que conocía hasta el momento, se detuvo abruptamente.
Acababa de presentar mi renuncia en Temple cuando el hombre que había llegado a conocer como un mentor y amigo me drogó y asaltó sexualmente. En lugar de poder correr, saltar o hacer cualquier otra cosa física que quería, durante el asalto estaba paralizada y completamente indefensa. No podía mover mis piernas ni brazos. No podía hablar ni mantenerme consciente. Estaba totalmente vulnerable sin poder protegerme.
Después del asalto, no estaba segura de qué era lo que realmente había pasado pero el dolor lo decía todo. Sentía una vergüenza arrolladora. Las dudas y la confusión hicieron que no pudiera apoyarme en mi familia como normalmente lo hacía. Me sentía completamente sola, sin poder confiar en nadie, ni en mí misma.
Logré pasar las siguientes semanas concentrándome en el trabajo. El equipo femenino de básquetbol estaba en la mitad del torneo Atlantic 10 y estaba viajando bastante. Fue una época sumamente ocupada para mí y esa distracción ayudó a distraer mi mente de lo que había ocurrido.
Sin embargo, cuando el equipo no estaba viajando, yo me encontraba en la oficina de Temple donde tenía la obligación de interactuar con el señor Cosby, quien era uno de los miembros del consejo. El sonido de su voz en el teléfono era como un cuchillo apuñalándome en las tripas. Ver al hombre que me había drogado y asaltado sexualmente ingresar en la oficina de básquetbol me llenaba de temor. Hice todo lo que mi trabajo requería pero mantuve la cabeza baja, contando los días hasta que podía regresar a Canadá. Confiaba que en cuanto me fuera, las cosas regresarían a su normalidad. Pero el dolor y la angustia se vinieron conmigo.
(… )Después empezaron las pesadillas. Soñaba que otra mujer estaba siendo asaltaba en frente mío y que eso era todo mi culpa. En el sueño me consumía la culpa y rápidamente empecé a tener esa misma sensación también cuando estaba despierta. Me empecé a poner cada vez más ansiosa pensando que lo que me había sucedido a mí le iba a pasar a otra persona. Estaba aterrorizada pensando que ya era demasiado tarde y que los asaltos sexuales continuaban por haberme quedado callada.
(…) Haber reportado el asalto a la Policía Regional de Toronto solamente intensificó el miedo y el dolor, haciéndome sentir más vulnerable y avergonzada que nunca. Cuando el fiscal del distrito del condado de Montgomery a las afueras de Filadelfia decidió no procesarlo por falta de evidencia, nos quedamos sin ningún sentido de justicia ni validación. Después de que entablamos demandas civiles, la respuesta del equipo legal del señor Cosby fue rápida y furiosa. Su objetivo era asustarme e intimidarme y funcionó.
Además del daño psicológico, emocional y la intimidación financiera entablaron una campaña de difamación en los medios que dejaron a mi familia temblando del shock. En vez de ser elogiada por decir las cosas como son, me tildaron de oportunista, estafador y una mentirosa compulsiva. Mis padres trabajadores de clase media fueron acusados de querer sacarle dinero a un hombre rico y famoso.
(…) Sé que soy una de las afortunadas. Pero aún así, cuando el asalto sexual ocurrió, era una mujer joven que explotaba de confianza en mí misma y con perspectivas de un futuro brillante. Ahora, casi 15 años después, soy una mujer de mediana edad que ha estado estancada durante la mayor parte de su vida adulta, sin poder sanarse completamente ni seguir adelante.
Bill Cosby se llevó mi espíritu hermoso, sano y joven y lo aplastó. Él se robó mi salud y vitalidad, mi esencia y mi confianza en mí misma y en otros.
Nunca me casé y no tengo pareja. Vivo sola. Mis perros son mis compañeros y los miembros de mi familia inmediata mis mejores amigos (...)".