Camila Díaz y Consuelo Ferrer
SANTIAGO.- Una de las tendencias gastronómicas que se tomó las redes sociales durante esta versión del Lollapalooza
fue un cono formado por una masa inflada que podía rellenarse con mezclas saladas o dulces. Se trata de
Bubble Waffle, una de las diversas alternativas dispuestas en el
Parque O'Higgins para el festival.
Junto a esta alternativa, el resto de los food trucks que opera en estos tres días ofrece comida bastante tradicional como
hamburguesas, pizzas, completos y papas fritas, además de opciones más simples como galletas o snacks envasados.
A lo largo y ancho del evento diversos carros y puestos están instalados para que los asistentes compren anticuchos, hamburguesas y bebestibles, todos integrados en el único sistema de pago disponible en el evento: las pulseras con una tecnología de contacto llamada cashless.
Para adquirir cualquier producto dentro del parque, el público debe cargar saldo que luego puede ser reembolsado desde el 8 de abril y hasta el 22 del mismo mes. Un formato que Lollapalooza ya ha utilizado en el pasado y que también se ha visto en otros festivales como Fauna Primavera.
Durante los espectáculos, personal de Lollapalooza también circula entre el público ofreciendo bebidas, energéticas y cerveza sin alcohol.
Uno de los contratiempos que pueden encontrar los asistentes es la limitada oferta de alimentos sin carne, sólo un local tiene empanadas vegetarianas, mientras que Bubble Waffle también ofrece una combinación a base de queso de cabra y en la zona de Kidzapalooza se instaló un carro de comida orgánica con hamburguesas a base de porotos y pizzas vegetarianas.
Los elevados precios del festival también fue un tema para el público que, acostumbrado a esta tendencia que año a año se repite, pagaban con resignación el alimento.
Otro inconveniente fue la falta de recursos durante la última jornada del festival en que diversos locales comenzaron a tener problemas con todas las alternativas impresas en sus menús.
