El concepto Tesoros Humanos Vivos fue acuñado por primera vez en Chile en el año 2008, luego de ratificar la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Con este término se nomina a los cultores -personas, grupos y comunidades- destacados por sus aportes para la salvaguardia y el cultivo de los elementos que componen el inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Tal y como lo explica la Unesco, este término comprende tradiciones y expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes. Son un factor importante del mantenimiento de la diversidad cultural, que contribuye al diálogo entre las culturas y promueve su respeto.
Dentro de las características que enumera la entidad de la ONU, se destaca que el patrimonio inmaterial es tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo. Aparte es integrador, representativo y basado en las comunidades, grupos o individuos que lo crean mantienen y transmiten.
Cabe dentro de este concepto distintas expresiones como las tradiciones orales, las artes del espectáculo, los usos sociales, los rituales, los actos festivos, el conocimiento y las prácticas relativas a la naturaleza y el universo, como también los saberes y técnicas vinculados la artesanía.
En el caso de Chile, según el Sistema de Información para la Gestión del Patrimonio Cultural Inmaterial (SIGPA), se enlistan y describen 22 elementos representativos y/o en riesgo del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades que habitan nuestro territorio.
Estos son los bailes chinos; el canto a lo poeta; la construcción y navegación en chalupa a vela de Aysén; la elaboración de soga en Cochrane y Bahía Murta; la carpintería de Ribera de Cutipay; la fiesta de Cuasimodo; la cestería Yagán; los pasacalles devocionales de la cultura chilota; la minería de oro de Santa Celia; y el modo de vida del campesino de Larnahue con su vinculación con el medio ambiente.
Asimismo, se considera la tradición salinera de Cáhuil, Barrancas, La Villa y Lo Valdivia; la carpintería de Ribera tradicional de Los Lagos; la música de la bohemia de Valparaíso; la alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca; y el tejido en Crin de Rari y Panimávida.
Por último, el inventario incluye la técnica de la cuelcha o el trenzado en fibra de trigo del Ñuble; el baile de morenos de paso de Arica y Parinacota; la danza cachimbo de Tarapacá; los bailes tradicionales de la fiesta de San Pedro de Atacama; la carpintería de ribera de Magallanes; la tejuelería de Aysén; y las loceras de Pilén en Cauquenes.