Este jueves la Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura 2022 a la escritora francesa Annie Ernaux, convirtiéndose en la mujer número 17 en recibir este galardón.
En su fallo, el jurado resalta "la valentía y la agudeza crítica con la que descubre las raíces, los extraños y las limitaciones colectivas de la memoria personal".
La escritora, de 82 años, es precursora de la novela autobiográfica actual y una de las autoras influyentes de la literatura europea. Entre sus obras destaca "La mujer helada" (1981), "Pura Pasión" (1992), "El acontecimiento" (2000), "Los años" (2008) y "La otra hija" (2014), entre muchas otras.
Relatos personales, como un aborto, el deseo femenino o el tabú familiar de una hermana fallecida son algunos de los múltiples temas que aborda en su literatura.
En abril pasado Ernaux fue entrevistada por "El Mercurio", a propósito de la publicación en Chile de este último título, traducido al español, con la editorial chilena "Los Libros de la Mujer Rota".
"Me considero atravesada por experiencias comunes a muchos y de las que necesito dar cuenta escribiéndolas", contó en esa oportunidad la escritora francesa.
Revisa la entrevista completa a continuación:
Annie Ernaux: "Transgredir las normas de la escritura femenina me parece imprescindible"
Era un secreto que fue descubriendo a cuentagotas y siempre permaneció bajo un velo. La primera vez que se enteró fue escuchando una conversación que tuvo su madre con una vecina, en la mitad de la calle. La escritora francesa Annie Ernaux era una niña de 10 años y de pronto oyó a su mamá hablar de una hija que había tenido antes que a ella, y que había muerto de difteria. A los seis años esa hermana que nunca conoció había "muerto como una santa", escuchó Ernaux, y luego solo vinieron rumores, jamás una historia directa. Sesenta años después se atrevió a escribir sobre esa hermana.
"No guardo un recuerdo de ti. Llevabas muerta dos años y medio cuando nací. Eres el angelito, la niña invisible de la que nunca hablamos, la ausente en todas las conversaciones. El secreto", le escribe Ernaux a esa hermana fantasma en "La otra hija", un libro que como toda su obra, es un texto autobiográfico que se mueve entre la memoria y la confesión. Editado por primera vez hace 10 años, ahora el título lo publica en Chile el sello local Los Libros de la Mujer Rota, traducido por el escritor Galo Ghigliotto. El lanzamiento chileno es la prueba del impacto cada vez mayor de Ernaux.
"Transgredir las normas de la escritura femenina, hablar del cuerpo, de las reglas, me parece imprescindible. Siempre lamenté que, salvo contadas excepciones, la literatura de las mujeres fuera muda sobre cuál era la realidad de sus vidas"
Annie Ernaux
Ganadora del Premio Formentor de las Letras en 2019 y considerada un modelo en la autoficción y feminismo para autores como Emmanuel Carrère y Virginie Despentes, Ernaux recurre a recuerdos y experiencias para indagar en la familia, las clases sociales y la mujer en la sociedad francesa del último siglo. En libros cortos, intensos y despojados de excesos retóricos, ha contado hitos de violencia entre sus padres (La vergüenza); su primera experiencia sexual (Diario de chica); el día en que abortó cuando aún era ilegal en Francia (El acontecimiento); la muerte de su madre (Una mujer), o el momento en que inició una carrera profesional dando un salto de clase en su familia (El lugar).
Probablemente fue con Los años que se conectó con el gran público: un relato hecho de frases encontradas, hitos históricos y fotos en que reconstruye el paso de los años en Francia desde la posguerra. Publicado en 2008, antes Ernaux pasó mucho tiempo en los extramuros de la literatura francesa: "Hubo ataques muy violentos a lo que estaba escribiendo, que aludían a una perturbación de la visión ideal de la literatura o que señalaban que obligaba al lector a ver lo que no quería ver, social y sexualmente. En esos casos, el crítico literario declaraba que mis libros no eran literatura, pero sin preguntar qué es la literatura", cuenta la escritora en un correo electrónico desde su casa, en Cergy, a las afueras de París.
Nacida en 1939 en Lillebonne, Normandía, Ernaux suele regresar en sus libros al café y tienda de abarrotes que tuvieron sus padres durante su infancia en el pueblo de Yvetot. Es el telón de fondo de un desfase social intrincado: ella siguió un camino como académica y escritora, mientras que sus papás eran comerciantes rurales alejados de los prestigios del mundo cultural. Entre esos recuerdos, Ernaux también suele evocar alusiones a los vaivenes políticos del mundo. Algunos han vuelto a sus pensamientos con la invasión de Rusia a Ucrania. "Es como un regreso brutal a la Guerra Fría y al imperialismo soviético de mi juventud: tanques en Budapest en 1956, Muro de Berlín en 1961, tanques en Praga en 1968", dice. Y agrega: "Luego de Chechenia, Georgia y Crimea, Putin había demostrado de lo que era capaz y de sus ambiciones de reconstituir una Gran Rusia. Pero no creo en una extensión europea de la guerra. El espectáculo de ciudades destruidas y los millones de refugiados son una descarga eléctrica que obliga a los gobernantes a hacer todo lo posible para obtener un alto el fuego", agrega.
"Hubo ataques muy violentos a lo que estaba escribiendo, que aludían a una perturbación de la visión ideal de la literatura"
Annie Ernaux
Revivir lo olvidado
Fue luego de Los años que Ernaux publicó La otra hija que ahora está en librerías locales. Es la historia de una indagación: esa hermana muerta es para la autora el vehículo para investigar otra vida de sus padres, una anterior y a la que nunca tuvo acceso. Nunca le hablaron de ella. Pero desde los 10 años en su cabeza estaban esas frases de su madre hablando con una vecina, contándole sobre esa "niña santa" que falleció. Los ecos fueron ambivalentes y oscuros: "Nunca tuve ningún recuerdo de ella estrictamente hablando. Pero para mí tenía una existencia imaginaria muy fuerte pues yo había estado condenada a guardar silencio sobre ella durante toda mi juventud", cuenta la escritora. Y añade: "La escritura del libro fue muy conmovedora para mí y aplacó cualquier resentimiento que pudiera haber en torno a esta imagen que pesaba sobre mi infancia".
-"No escribo porque estés muerta. Moriste para que yo pudiera escribir, eso hace una gran diferencia", dice en "La otra hija". ¿El origen de su escritura radica en esa peculiaridad de haber sido "elegida para vivir", a diferencia de su hermana?
-La frase que cita es la traducción de una pregunta que rondaba mi infancia desde el día en que supe a la vez de la existencia y muerte de mi hermana: ¿por qué Dios la recuerda "más bonita"? Me funcionó mucho la idea de muerte y predestinación, e incluso la de la condena. Mi hermana, la santa; yo, el demonio. La imagen estaba reforzada por la enseñanza religiosa católica, uno de cuyos principios era "¡Puedes tener un diez sobre diez en todas las clases y aun así no agradar a Dios!", para reducir el orgullo que podría haber tenido de ser un buen estudiante. Más tarde, alejada de estas creencias, transformé mi culpa en un signo de la elección de un destino literario.
-¿Después de escribir sobre sus experiencias cambia su relación con el pasado?
-Lo que sucede con escribir un libro sobre un evento o un período de mi vida va más allá de la cuestión de la memoria personal e incluso de mi relación con mi historia. Como cualquier persona, me considero atravesada por experiencias comunes a muchos y de las que necesito dar cuenta escribiéndolas. No por la necesidad de liberarme de ellas, sino por sacarlas a la luz y analizarlas. Cuando emprendí la historia de mi aborto clandestino, fue con el sentimiento de relatar un momento crucial de mi vida, un "acontecimiento", pero también fue con el deseo de que la escritura reviviera lo que había sucedido para millones de mujeres y estaba siendo olvidado. Si no siento una obligación de escribir que no sea personal, no puedo continuar un libro.
-Inicialmente escribió novelas tradicionales, con tramas ficticias. ¿Cómo abandonó esa literatura y asumió los relatos autobiográficos?
"Como cualquier persona, me considero atravesada por experiencias comunes a muchos y de las que necesito dar cuenta escribiéndolas. No por la necesidad de liberarme de ellas, sino por sacarlas a la luz y analizarlas"
Annie Ernaux
-Mi primer libro publicado, Gabinetes vacíos, es una novela autobiográfica, que evoca un aborto, así como el desgarro entre el ambiente popular de mis padres y el ambiente universitario al que yo llegué. Era una escritura subjetiva y violenta. Fue mientras escribía sobre mi padre que comencé a hacerme preguntas esenciales sobre la dificultad de dar cuenta de la realidad de los considerados "inferiores" en la escala social. Y sobre la naturaleza de una escritura política, es decir, que se niega a renovar las distinciones sociales en un texto literario. Eso significó para mí el abandono de la ficción y la búsqueda de formas distintas a la ficción, lo que inicialmente llamé una forma "autosociobiográfica". Después renuncié a cualquier definición.
-Algunos de sus libros narran un ámbito privado de la mujer y a veces ensombrecidos, como el aborto o la pasión femenina. ¿Han permitido las nuevas olas feministas que estos temas estén de forma natural en la literatura?
-Empecé a publicar en la década de 1970, mientras hacía campaña contra la prohibición del aborto. En ese entonces, se liberaron las palabras de las mujeres sobre el sexo. Transgredir las normas de la escritura femenina, hablar del cuerpo, de las reglas, me parece imprescindible. Siempre lamenté que, salvo contadas excepciones, la literatura de las mujeres fuera muda sobre cuál era la realidad de sus vidas. Yo nunca he dejado de darme esta libertad de escribir, muchos otros escritores también. La última ola del feminismo logró, a través de las redes sociales, una velocidad de circulación de la información, para permitir esta extensión del dominio de lo "femenino" y del discurso de las mujeres.
-Hace unos años, Emmanuel Carrère comparó el café de sus padres en Yvetot con el Combray de Proust. ¿Cómo ha sido para usted volver a esa ciudad de la infancia en varios libros? ¿Los ha reinventado a través de la literatura?
-Como Proust, volví al lugar de la infancia, pero más precisamente al café-tienda ubicado en un barrio popular, que había querido olvidar, borrar de mi memoria: borrar todo lo que, en el mundo culto y burgués, era "desagradable" e "inferior". En otras palabras, es un espacio de retrospección que va más allá de la memoria individual, de los padres y de los lugares, es una memoria social a la vez que emocional. ¡Vengo del mismo mundo que Françoise, la criada de "En busca del tiempo perdido"!