SHANGHAI.- En medio de la polémica por las instalaciones de potencial uso militar que China construye en las islas Spratly (Nansha en chino), que se disputa con Vietnam y Filipinas, y por su creación de islas artificiales en arrecifes, Beijing argumenta ahora que su fin es mejorar su predicción climática.
Para lanzar este mensaje, poco antes del Diálogo Estratégico y Económico EE.UU.-China que se celebrará este martes en Washington, el "Diario del Pueblo" publicó las últimas horas dos entrevistas con dos científicos, Ding Yihui, de la Academia China de Ingeniería, y Zheng Guogang, director de la Administración Meteorológica de China.
De esta manera, antes del encuentro de mañana, en el que probablemente se abordará el tema de las construcciones chinas en las islas, ambas voces defendieron que las nuevas instalaciones son necesarias para mejorar sus predicciones meteorológicas y que beneficiarán a toda la región ante condiciones climáticas extremas.
"La construcción de infraestructuras para la observación y la comunicación es el primer paso hacia el fortalecimiento y la mejora del seguimiento meteorológico marino, la alerta, la predicción y la investigación científica", dijo Ding.
Por su parte, Zheng mantiene que hacer mejores pronósticos climáticos es una responsabilidad de China hacia toda la región, para ayudar a los países vecinos a prevenir los estragos de tifones y fenómenos naturales peligrosos, y aumentar la seguridad para la densa actividad pesquera y de tráfico marítimo en esa zona.
Esos mismos países vecinos expresaron su alarma desde el año pasado al comprobar la actividad de China en las islas y arrecifes de la zona, y se vieron arropados por Washington, que ha pedido a Pekín en repetidas ocasiones, sin éxito, que paralice las obras.
Entretanto, varios analistas consultados por el diario independiente "South China Morning Post" alertan hoy de que China podría utilizar esas instalaciones para desplegar en la zona sus cazabombarderos J-11, un modelo desarrollado entre 1990 y 2009 a partir de los Su-27 soviéticos pero útil para defender las islas.
Los J-11 tienen una autonomía de vuelo de 1.500 kilómetros, extensible con la instalación de tanques de combustible adicionales bajo sus alas, por lo que, con una base de estos aparatos en la zona, China podría extender el alcance de su fuerza aérea en unos 1.000 kilómetros al sur, más allá de hasta donde puede llegar hoy.
De hecho, en una de las islas se está terminando de construir una pista de tres kilómetros de largo (utilizable no sólo por un J-11 sino también por aviones de transporte), y en combinación con su portaaviones, el "Liaoning", permitiría a Pekín extender por primera vez su influencia aérea a operaciones defensivas en pleno océano.
Otro modelo de caza chino, el J-15 (conocido como "Feisha", el "Tiburón Volador"), recién desarrollado y ahora en producción masiva, cuyos prototipos lograron aterrizar con éxito en el "Liaoning" en 2012, aumentarían el alcance de la fuerza aérea china en mar abierto.
"El primer reactor de portaaviones de China, el J-15, puede que sea lo suficientemente avanzado para poner en apuros al F-18 estadounidense", estimó David Tsui, experto militar de la Universidad Sun Yat-Sen de Hong Kong.
Sin embargo, "los principales cazas de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación (EPL), el J-11 y sus variantes, no pueden competir con el F-22 y el F-35", fabricados para EE.UU. por Lockheed-Martin, por lo que su posible papel en las islas sería sobre todo defensivo.
Según aseguró al diario hongkonés Benjamin Herscovitch, investigador del Centro para Estudios Independientes, en Sydney, Pekín trata de concluir su reclamación de las islas haciéndose de facto con ellas: no sólo creando instalaciones portuarias y aéreas, sino implantando allí una presencia civil.