FERGUSON.- La ciudad de Ferguson, en Misuri, vivió este lunes otra noche tensa con 23 detenciones y choques entre Policía y manifestantes, pero sin los graves incidentes que ensombrecieron la noche del domingo el pacífico aniversario de la muerte del joven negro Michael Brown, a manos de un policía blanco.
"En la protesta no hubo tiroteos, disparos, robos, saqueos o daños en la propiedad", informó la Policía del condado estadounidense de San Luis, donde está Ferguson, en el comunicado emitido tras el fin de la protesta alrededor de las tres y media de la mañana hora local (8:30 GMT).
La tensión duró unas cinco horas en la avenida West Florissant, epicentro de las protestas por la muerte de Brown y escenario esta noche una vez más de una suerte de juego del ratón y el gato entre los agentes y algunos manifestantes.
Los policías, con equipamiento antidisturbios y vehículos armados, comenzaron a avanzar y efectuar las primeras detenciones cuando un grupo de unas cincuenta personas se concentró en el medio de la avenida, algo prohibido desde que la protesta dejara de ser pacífica alrededor de las 11 de la noche hora local.
Desde entonces y hasta bien entrada la madrugada, se mantuvo la tensión entre unos y otros: los agentes arrestaron a más de veinte personas y los manifestantes les lanzaron botellas de agua congelada y otros objetos.
Finalmente no se cumplieron los peores pronósticos, pero durante todo el día Ferguson volvió a temer una nueva jornada trágica después de que en la madrugada del domingo varios tiroteos en la zona de protestas acabaran con un herido crítico y dos leves.
"Esto no tiene nada que ver con ayer. Lo de ayer sí que daba miedo, nos tuvimos que ir corriendo a esconder detrás de un coche de Policía. Cuando se oyen tiros la gente entra en pánico", relató a Efe uno de los manifestantes, que prefirió mantener el anonimato.
Temiendo que se repitieran escenas de protestas pasadas, algunos de los que se acercaron a la avenida West Florissant llevaban mascarillas, pero sólo se ha reportado el uso puntual en un momento de aerosol de pimienta para dispersar a un grupo de manifestantes.
Por la tarde, esa misma avenida había sido escenario de una protesta pacífica, mucho más mayoritaria, de la que por la noche sólo quedaban un par de carteles con el lema del movimiento "Black lives matter" ("La vida de los negros importa").
Los tambores y cánticos reivindicativos dejaron paso al caer la noche al ruido de las corredizas, los gritos que sucedieron a cada arresto y la voz de los agentes a través de sus altavoces pidiendo a los manifestantes que volvieran a sus casas.
Por encima del silencio tenso que reinó en la zona en algunos momentos se escuchaba el constante sonido de un helicóptero que sobrevoló el área desde el inicio de la protesta de la noche.
La Policía del condado está al cargo de la seguridad en la ciudad y reemplaza en esa labor a los agentes locales, muy cuestionados por su supuesta discriminación y violencia contra la población negra.
Ferguson amanecerá este martes de nuevo en estado de emergencia, declarado este lunes por el "potencial de daños a personas y propiedades" después de que la violencia volviera en la noche del domingo a las calles de la ciudad.
Esos incidentes ensombrecieron una jornada de marchas pacíficas por el aniversario de la muerte de Brown, un suceso que desató los peores disturbios raciales en décadas y abrió un nuevo capítulo en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.
La muerte de Brown hace hoy un año situó en el centro del debate la violencia y discriminación policial contra los negros en Estados Unidos y supuso el nacimiento de un nuevo movimiento social bajo el lema "Black lives matter".
Los centenares de personas que han salido a la calle en Ferguson desde el pasado sábado denuncian que un año es demasiado tiempo para que, según ellos, nada haya cambiado en una ciudad donde la población negra es mayoritaria pero tiene escasa representación en los cuerpos de seguridad y los estamentos políticos.
Además en Ferguson, como en muchas otras comunidades del país, existe una desconfianza crónica entre la policía y las minorías, el diagnóstico que ya se dio en los años sesenta a los graves disturbios raciales que la muerte de Brown evocó hace un año.