EMILIANO ZAPATA.- Cuando los vientos de 325 kilómetros por hora comenzaron a golpear contra las paredes de su casa, la mexicana Esther Ríos pensó que había llegado su hora, según confesó en una entrevista desde la comunidad por la que penetró en el país el súper huracán Patricia.
Sin embargo, el destino le deparaba otra oportunidad, como a un puñado de habitantes de esa comunidad, llamada Emiliano Zapata, y de la colindante, Francisco Villa, ambas en el sur del estado de Jalisco, que desafiaron al temible ciclón tropical, el más poderoso de cuantos han golpeado a México en las últimas décadas.
"Nos encerramos adentro, nosotros no salimos para nada, estuvimos con todas las ventanas cerradas para que el aire no se metiera", explicó Esther frente a su casa, pintada con unos alegres tonos verdes y naranjas.
Mientras su marido da instrucciones desde el balcón a alguien que le ayuda a reponer la reja de madera del jardín, esta mujer de 50 años cuenta que su temor en aquel momento fue que la fuerza de los vientos del huracán "quebrara los vidrios" y provocara "remolinos" dentro de su hogar.
Esther recuerda especialmente "el momento del impacto", un instante que nunca olvidará.
"Fue un susto que casi nos desmayamos, a la media hora se nos bajó la presión a mi mamá y a mí", relata.
El ojo del huracán, que llegó a presentar rachas de viento de hasta 400 kilómetros por horas, penetró en México el viernes a las 18:00 horas locales (23.00 GMT) por la costa jaliciense al océano Pacífico.
Llegaba con tal virulencia que según el presidente de México, Enrique Peña Nieto, por él debería haberse creado una categoría 6 en la escala Saffir-Simpson, que mide la intensidad de estos fenómenos y tiene cinco niveles.
Incluso su homólogo estadounidense, Barack Obama, dijo ese mismo día por Twitter que sus "pensamientos" estaban "con el pueblo mexicano" ante la llegada de ese monstruo de la naturaleza.
"Le pedimos a Dios que se calmara"
En su calidad de superviviente, Esther narra también que "se oía un zumbido horrible" y que ella y otros cinco familiares (su marido, dos hijos, su madre y una sobrina) estuvieron "tres o cuatro horas" entre las cuatro paredes "sin luz y sin nada" hasta que Patricia rebajó su intensidad.
"A las cuatro y media o cinco comenzó el aire, y hasta las ocho y media se terminó", detalla Esther, que rezó para que esa interminable pesadilla terminara.
"Le pedimos a Dios para ver si se calmaba tantito porque creíamos que esto era ya el final. Nunca había pegado una cosa tan fea como esta vez", revela.
Tanto ella como sus familiares y otros vecinos de las dos comunidades que aguantaron en sus casas -el resto fueron evacuados a albergues o se mudaron con familiares- justifican su arriesgada decisión porque creían en la resistencia de sus hogares.
"No nos marchamos porque dijimos que la casa, como es de colado (concreto), estaba más resistente que otras casitas", afirma Esther.
Las comunidades de Emiliano Zapata y Francisco Villa, nombres de los dos grandes revolucionarios mexicanos, pertenecen al municipio de La Huerta y están tan juntas que en realidad conforman un pueblito.
De exuberante vegetación y caluroso clima tropical, la zona cuenta con calles de tierra y serias carencias de infraestructuras, agravadas desde el viernes por el ciclón, un aspecto al que Esther quita importancia.
"Lo bueno es que no hubo pérdidas humanas", concluye, mientras regresa junto a su familia a reconstruir parte de su hogar, tarea de la que no escapa ningún habitante de ambas comunidades, salvo unos niños que juegan sobre las palmeras caídas sobre la plaza como si nada hubiera pasado.