OSLO.- Un cuarteto de organizaciones tunecinas recibirá este jueves el Premio Nobel de la Paz por haber salvado la transición democrática en Túnez mediante el diálogo, un método que los galardonados quisieran ver aplicado en Siria y Libia.
"Las armas nunca pueden ser una solución, ni en Siria ni en Libia", declaró Adbessatar Ben Moussa, presidente de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (LTDH), el miércoles durante una rueda de prensa en Oslo. "Se necesita diálogo, no sangre ni combatientes", añadió.
La presidenta del comité Nobel, Kaci Kullmann Five, entregará el prestigioso galardón al cuarteto formado por la LTDH, el poderoso sindicato Unión General del Trabajo (UGTT), la organización patronal Utica y la Orden Nacional de Abogados.
La ceremonia comenzará a las 13:00 hora local en el Ayuntamiento de Oslo en presencia del rey Harald de Noruega y del Gobierno noruego. Los demás premios Nobel (literatura, química, medicina, física, economía) también se entregarán el jueves, pero en Estocolmo.
Las cuatro organizaciones contribuyeron a afianzar la frágil democratización de Túnez en 2013, al organizar un largo y difícil "diálogo nacional" entre islamistas del partido Ennahda y sus opositores.
El ejemplo tunecino "muestra que movimientos políticos islamistas y laicos pueden trabajar juntos para lograr resultados significativos", dijo Kullmann Five, el pasado 9 de octubre, al anunciar el galardonado.
Túnez, cuna de la Primavera Árabe en 2011, logró su transición política mientras que, a su alrededor, el movimiento se transformó en caos en Libia, Yemen y Siria, y la represión regresaba a Egipto.
"Por ahora Túnez es una excepción entre los países de la Primavera Árabe, pero no significa que esto no pueda ser imitado en otros países", opinó el miércoles Houcine Abassi, secretario general de la UGTT.
"Las diferencias, sea cual sea su naturaleza, siempre pueden superarse mediante el diálogo", añadió Fadhel Mahfoudh, presidente de la Orden de Abogados.
Luchar contra la pobreza
Pero el proceso de democratización sigue siendo frágil ante la amenaza yihadista. Las autoridades decretaron, por segunda vez este año, el estado de emergencia a raíz de un atentado suicida reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI), en el que murieron 12 miembros de la guardia presidencial, el 24 de noviembre.
La semana pasada, la oenegé Amnistía Internacional mostró su preocupación por los numerosos registros y arrestos llevados a cabo por las fuerzas de seguridad tunecinas y lamentó "un recurso abusivo a las medidas de excepción".
"La libertad no puede aceptar ningún sacrificio", afirmó Ben Moussa. "El terrorismo se alimenta esencialmente de la opresión de los derechos humanos", dijo.
Antes del atentado del 24 de noviembre, Túnez ya había sufrido dos ataques sangrientos en 2015: el de marzo contra el museo del Bardo de la capital (22 muertos) y otro en junio cerca de Susa (este), donde murieron 38 turistas.
El miércoles, cinco soldados resultaron levemente heridos en intercambios de tiros con combatientes yihadistas en las montañas.
Túnez es uno de los mayores viveros de combatientes extranjeros para los movimientos yihadistas, según la ONU, que calcula que unos 5.500 tunecinos viajaron a Siria, Irak o Libia para alistarse en esos grupos.
"Debemos tratar las raíces del terrorismo", esto es, "la pobreza y la marginación", aseguró Ben Moussa.
Pero no será una labor sencilla, teniendo en cuenta que el sector clave del turismo, que representaba cerca del 7% del PIB tunecino y unos 400.000 empleos directos e indirectos, está casi paralizado desde el atentado de Susa. A finales de octubre, la caída de las pernoctaciones hoteleras era de más del 60% respecto al mismo mes de 2014, según cifras oficiales.
"Hemos logrado nuestra transición democrática, pero debemos conseguir nuestra transición económica", afirmó Ouided Bouchamaoui, presidenta de la Utica, que se enfrenta en estos momentos a la UGTT por la posibilidad de un aumento salarial en el sector privado.