SEUL.- Corea del Norte pagará un alto precio por el desafiante test nuclear que llevó a cabo a principios de mes y que generó preocupación sobre los avances en el programa nuclear norcoreano, según prometieron el miércoles funcionarios estadounidenses y surcoreanos.
El vicesecretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, visitó Corea del Sur para dar un impulso diplomático a la propuesta de sanciones más duras que puedan forzar un cambio en el Norte. La clave en estos esfuerzos es si China, el último gran aliado de Pyongyang y miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con poder de veto, se une en la imposición de cualquier castigo duro.
"No podemos estar más de acuerdo en la necesidad de una respuesta internacional muy clara y muy fuerte", dijo Blinken al inicio de una reunión con el canciller surcoreano, Yun Byung-se.
Blinken dijo que Seúl y Washington están trabajando estrechamente en Nueva York con el Consejo de Seguridad de la ONU.
Yun apuntó que es el momento de que la comunidad internacional permanezca unida para hacer que Corea del Norte enfrente las consecuencias de su ensayo. "Esto es Corea del Norte frente a la comunidad internacional", dijo.
Corea del Norte asegura haber probado una bomba de hidrógeno el pasado 6 de enero. Muchos gobiernos y expertos siguen siendo muy escépticos ante esta afirmación, pero sea cual sea el dispositivo detonado por Pyongyang, podría haber acercado al país a su objetivo de fabricar una cabeza nuclear en miniatura que pueda incorporarse a un misil con el que amenazar a territorio estadounidense continental.
Tras la prueba, las dos Coreas reanudaron su guerra psicológica, con Seúl emitiendo propaganda contra el Norte a través de altavoces instalados en la frontera, mientras que Pyongyang hizo lo mismo e incluso lanzó panfletos a territorio rival con globos, según funcionarios surcoreanos.