El acusado, de 33 años compareció ocultándose el rostro ante las cámaras.
EFE
BERLÍN.- La Audiencia de Potsdam abrió sus puertas esta mañana entre fuertes medidas de seguridad, el juicio contra un presunto pederasta, acusado del doble asesinato por las muertes de Mohamed, un refugiado bosnio de cuatro años, y Elias, de seis.
El acusado, de 33 años e identificado como Silvio S., compareció ocultándose el rostro ante las cámaras, que de acuerdo a la práctica alemana sólo pudieron permanecer en el interior sala en los minutos previos a la apertura de la vista.
El juez de la Audiencia tuvo que pedir repetidamente silencio e imponer orden, ante los murmullos y algún grito o insulto procedente de los asistentes al juicio, mientras que el propio procesado se negó a pronunciarse sobre los cargos que se le imputan.
La defensa de Silvio S. había solicitado de antemano que el juicio se celebrara a puerta cerrada, petición que fue rechazada, tras lo cual se articularon medidas extraordinarias de seguridad en torno al procesado.
El caso de ser declarado culpable, al acusado le podría recaer una pena a cadena perpetua y, a la luz de los informes previos forenses, no se espera que se le recluya en un clínica psiquiátrica puesto que se le considera responsable de sus actos.
Elias desapareció en julio de 2015 cuando jugaba en un parque de Postdam, mientas que Mohamed fue secuestrado en octubre en un momento de descuido de su madre, cuando se encontraba en el centro de registro para refugiados con su madre y hermanos, en Berlín.
El secuestro de Mohamed levantó gran revuelo de Alemania, coincidiendo con las tensiones políticas y sociales generadas por la llegada al país de cientos de miles de refugiados -1,1 millones de peticionarios recibió Alemania en 2015-.
Durante días se llevó a cabo una intensa operación de búsqueda, con una fotografía del rostro del niño más un vídeo en que se le veía abandonar el abarrotado centro de registro de la mano de un hombre.
Finalmente se detuvo a Silvio S., un empleado de una empresa de seguridad, en casa de sus padres de Jüteborg (Brandeburgo, el "Land" que envuelve a Berlín). En sus primeras declaraciones, el sospechoso admitió que lo estranguló con un cinturón poco después de secuestrarlo, tras abusar de él, porque empezó a llorar.
El cuerpo del pequeño fue hallado en una bañera del desván, semioculto y tapado con arenilla para gatos. Tras su detención, el presunto pederasta admitió asimismo el secuestro y asesinato de Elias, al que había enterrado en un huerto-jardín.