PARIS.- Samir, de 22 años, se sienta en la acera con un ramo de flores, no lejos del altar donde se empiezan a acumular flores y pequeñas notas de adiós. Él es uno de los sobrevivientes de la masacre de Niza que ha dejado al menos 84 muertos, donde uno de ellos es amigo de este joven.
"Estaba allí ayer por la noche, tenía que encontrar a mis amigos, pasé la noche buscándolos y he sabido que uno de ellos, Ahmed, ha muerto", explica. "No he tenido el valor de avanzar más", se excusa con una voz en la que se adivinan las lágrimas.
Samir es una de las numerosas personas que se han congregado en el Paseo de los Ingleses, para recordar a las víctimas del atentado ocurrido en ese lugar. Ese es el caso de dos chicas, Becky, escocesa y Alisa, finlandesa, que avanzan de la mano para depositar su ramo en el terraplén de la Rambla. Están comprometidas y habían ido a pasar unos días a Niza, ciudad conocida como "gay friendly".
"Estamos en shock, tenemos la impresión de que podría pasar en cualquier sitio, que ningún lugar está a salvo de lo que ocurre en este momento en el mundo", dice Becky.
"Ayer por la noche tuvimos mucha suerte; corrimos y casi nos separamos, pero pudimos permanecer juntas", agregó.
En la esquina, en la 'brasserie' Balthazar, que da al lugar de la Rambla donde el camión se detuvo finalmente tras avanzar dos kilómetros arrollando a decenas de personas, varios jóvenes que son camareros del establecimiento, despliegan una pancarta sobre la pared. Alexandra, de 23 años, explica cómo el personal ayudó a los viandantes aterrorizados a entrar y refugiarse "en cualquier lado, bajo las mesas, en los baños".
Michèle Autori, oriunda de Niza, acaba de llegar con su hija de 10 años, Clara, para dejar unas flores. "He querido dar ejemplo, manifestar nuestro apoyo. Por que esto pare de una vez por todas", dice, emocionada.
Junto a los vehículos de cadenas de televisión de todos los países, una 'scooter' aparcada con el morral lleno de sandías que va distribuyendo a los viandantes. "Queríamos hacer algo para tranquilizar a la gente, decirles que aquí tenemos un estilo de vida, que no nos vamos a amilanar", explica Adrien, de 25 años.
Por toda Francia se han reproducido los actos de homenaje más o menos espontáneos, con minutos de silencio o entonando la Marsellesa, el himno nacional francés.