JACKSONVILLE.- La furia del huracán Matthew se comenzó a sentir la tarde del viernes en la costa centro-este de Florida, donde las riberas del río St. Johns quedaron inundadas y el agua del mar fluyó por las calles de la ciudad colonial de St. Augustine.
Las autopistas y calles se encuentran desiertas, las tiendas cerradas y no se ve un alma en la intemperie. Algunas áreas costeras están bajo toque de queda y la visibilidad para conducir es de unos metros.
Los vientos, que soplan a 96 kph a medida que el ojo de Matthew se avecina a Jacksonville, ya ha arrancado algunos árboles, ramas y carteles y causó cortes de electricidad. De hecho, en Florida ya hay un millón de personas sin energía eléctrica.
Las calles de la pintoresca ciudad costera de St. Augustine, la más antigua de Florida fundada por los españoles en el siglo XVI, están inundadas por la crecida del mar.
Las playas están cerradas, no sólo para nadadores o surfistas sino además para los rescatistas, luego de que las autoridades insistieran en que todo el que permanezca en zonas de evacuación estará "por su cuenta".
Los equipos de rescate no atenderán llamadas de emergencia en las zonas de evacuación obligatoria -en las costas y riberas- hasta que su acceso no sea seguro.
Una pareja que desafió la orden de evacuación en Atlantic Beach, al este de Jacksonville, se aventuró a salir a la playa para controlar el estado del bote de un vecino.
"Me encanta esto aquí, he estado aquí toda mi vida", dijo Graig Fairbairn a AFP, gritando, casi inaudible por el viento. "Tenemos una casa de concreto y creo que estaremos bien".
Todos los puentes de la zona, en los condados de St. Johns y Duval, están cerrados. El área, en la desembocadura del río St. Johns, es un ovillo de ríos y arroyos que vierten sus aguas en el Atlántico.
Las aguas del río comenzaron a inundar las riberas y algunos muelles y marinas están bajo el agua.
Refiriéndose a las órdenes de evacuación, que afecta a casi 500 mil personas -un tercio de las cuales se cree que no obedecieron- el alcalde de Jacksonville, Lenny Curry, añadió: "Ya perdimos esa ventana, ahora les pido que se quede donde sea que estén".
También el gobernador Rick Scott dijo que estaba "especialmente preocupado" por las crecidas que se esperan en el río St. Johns.
El mayor refugio de St. Augustine alcanzó el límite de su capacidad con 500 personas y sus autoridades negaron la entrada a frustrados huéspedes, que debían devolverse bajo la lluvia y con las almohadas bajo al brazo.