FORGES-LES-BAINS.- Forges-les-Bains y Bonnelles. Dos pueblos franceses, dos rostros de Francia: en el primero, un futuro centro para inmigrantes genera rechazo y fue incendiado. En el segundo, los recién llegados reciben donaciones solidarias en nombre de la fraternidad.
El gobierno francés se dispone a distribuir a los 10.000 inmigrantes del campo de Calais (norte), pero los sitios seleccionados para recibirlos no manifiestan gran entusiasmo.
En Forges-les-Bains, pueblo de 3.700 habitantes a unos 30 kilómetros al sur de París, 44 afganos recibieron una fría acogida al llegar la semana pasada a un antiguo hospital convertido en centro de alojamiento provisional.
Antes incluso de su instalación, uno de los edificios fue inundado deliberadamente y el otro fue incendiado. A pedido de los habitantes, se instaló una cámara de vigilancia a la entrada para vigilar las idas y venidas de los inmigrantes.
El sábado, 250 personas se manifestaron en contra de su llegada enarbolando banderas francesas. "El Estado nos impuso este centro, pero no estamos dispuestos a dejar que nos hagan esto", comenta Lea, una madre joven.
Desde hace un año, unos 3.000 inmigrantes fueron repartidos en pequeños centros en toda Francia sin que su llegada causara problemas.
En otoño de 2015, el pueblo de Bonnelles, vecino a Forges-les-Bains, recibió con los brazos abiertos a 78 refugiados sirios e iraquíes provenientes de Alemania. "Desde el principio, todo se desarrolló muy bien. Todos se pusieron manos a la obra" para preparar su llegada y comenzaron a llegar donaciones, recuerda el alcalde, Guy Poupart.
Desde entonces se sucedieron llegadas de pequeños grupos de inmigrantes al monasterio de la ciudad, donde recibieron techo, comida y clases de francés.
"Aprendí a leer y escribir aquí", cuenta Ghafur Rahmani, un afgano de 26 años privado de educación en su país en guerra. "Adoro Francia", agrega el joven, presente en una cancha de fútbol donde los exiliados juegan con los jóvenes del barrio.
"El mito del extranjero violento"
Mientras tanto, Francia, país de tránsito para la mayoría de los refugiados, no recibe demasiada afluencia y sólo tuvo 80.000 solicitudes de asilo este año, contra 900.000 el año pasado en Alemania.
Sin embargo, los ataques yihadistas de noviembre de 2015 en París (130 muertos) y de julio de 2016 en Niza (86 muertos) incrementaron el malestar de la población. La campaña para las elecciones presidenciales de 2017, con sus polémicas, tensó aún más el ambiente.
En Forges-les-Bains se percibe el miedo de la gente y los que protestan se enojan si son tratados de intolerantes. "No somos una ciudad de 'fachos', hubiésemos recibido familias sin problemas", asegura Valerie Rigal, una partera preocupada por la cercanía de jóvenes a 100 metros de una escuela primaria.
Otra madre, que solicitó el anonimato, teme "incidentes como los de Alemania", donde hubo agresiones sexuales en Colonia durante las celebraciones de fin de año, imputadas en su mayoría a hombres magrebíes.
Sin embargo, una consulta simbólica organizada por la alcaldía demuestra que el rechazo va aún más lejos: un 59% de los participantes se oponen a la acogida de inmigrantes, incluso si se trata de familias. "Prefiero que se ocupen de los nuestros que no tienen techo", dice Audrey Guibert, consejera municipal por el partido de extrema derecha Frente Nacional (FN).
"Hay que terminar con la fantasía del extranjero violento", estima sin embargo Bruno Morel, director general de la asociación Emaús encargada del centro de Forges-les-Bains. Francia, tierra de asilo para los republicanos españoles, los 'boat-people' asiáticos o los opositores chilenos, "renegaría de su pasado si no es capaz de recibir a la gente con un poco de buena voluntad y humanidad".
Una opinión compartida por Jennifer Sandalian, que vive en Forges-les-Bains. "Todos tenemos un papel que desempeñar para acoger a los inmigrantes", confiaba el sábado. Y, mirando pasar a sus vecinos, dijo: "tenemos que mostrar otra imagen de Francia".