Según el extracto, Trump nunca esperó ser presidente. Sus asesores de campaña se mostraban seguros de que el ex magnate perdería los comicios. La intención era salir fortalecidos todos. "Una vez que perdiera, sería increíblemente famoso (...) Su hija Ivanka y su yerno Jared serían celebridades internacionales (...) Melania, a quien su esposo le había asegurado que no sería presidente, podría volver a almorzar discretamente. Perder funcionaría para todos. Perder era ganar".
El 8 de noviembre de 2016, contra todo pronóstico y poco a poco, los resultados demostraban que Trump llegaría a ser el nuevo líder de la Casa Blanca. Ante la noticia, el ex empresario y su círculo estaban consternados. "Donald Trump Jr. le dijo a un amigo que su padre, o DJT, como él lo llama, parecía como si hubiera visto un fantasma. Melania estaba en lágrimas y no de alegría (...) Era un Trump perplejo transformándose en un Trump incrédulo y luego en un Trump horrorizado".
En el libro, el autor también describe cómo vivió el jefe de Gobierno el pasado 20 de enero, día en que fue investido. "Estaba enojado porque las estrellas de nivel A despreciaron el evento, disgustado con el alojamiento en la Casa Blair, y visiblemente peleado con su esposa, que parecía estar al borde de las lágrimas. Durante todo el día llevó lo que algunos llamaban su 'cara de golf': enojado y cabreado, con los hombros encorvados, brazos balanceándose, ceño y labios fruncidos".
Para muchos presidentes, el ingreso a la sede de Gobierno, las comodidades y la excesiva seguridad suelen ser una novedad. Pero no así para Trump, acostumbrado a una vida de lujos. Incluso, el nuevo inquilino consideró la Casa Blanca como "irritante" y "aterradora". A su llegada pidió agregar dos pantallas de televisión y una cerradura en la puerta. "Lo llevó a un breve enfrentamiento con el Servicio Secreto que insistía en tener acceso a la habitación", que por primera vez no es compartida por la pareja presidencial.
Wolff también afirma que entre los cercanos al empresario, nadie tenía demasiadas ilusiones sobre sus capacidades. "Todos en su círculo social de hombres ricos sabían sobre su ignorancia", afirma y relata que se le encomendó a uno de sus asesores de campaña el explicarle la Constitución al candidato. "Llegué hasta la Cuarta enmienda" de las 27, recuerda Sam Nunberg.
El Mandatario tiene una admiración por el empresario y director de 21st Century Fox, Rupert Murdoch, a quien consideraba "uno de los grandes". Pero ello no era retribuido. "Sin entender que ahora él era el hombre más poderoso del mundo, todavía intentaba con fuerza ganarse el favor de un magnate de los medios que desde hace tiempo lo despreciaba como un charlatán y un tonto". Incluso, describe una situación en particular: "'Qué jodido idiota', dijo Murdoch encogiéndose de hombros mientras colgaba el teléfono".
La hija de Trump y su esposo, Jared Kushner, adquirieron protagonismo al aceptar cargos sin pago en la Casa Blanca. Ello, según Wolff, con la esperanza de ser catapultados al estrellato. "Habían llegado a un acuerdo serio: si se presentara la oportunidad, ella sería la candidata a la presidencia. La primera mujer presidenta, se emocionaba Ivanka, no sería Hillary Clinton, sería Ivanka Trump. Bannon, que había acuñado el término 'Jarvanka' (...) se horrorizó cuando supo".
En el libro también se revela cómo es la relación entre Trump e Ivanka. Según dice Wolf, la hija del Presidente "trataba a su padre con un grado de desapego, incluso ironía, yendo tan lejos como para burlarse de su cabello con los demás. A menudo describía a sus amigos la mecánica detrás del peinado". De hecho, ella habría señalado que el color de pelo del Mandatario se debe a un producto que mientras más tiempo se deja, más oscuro es. "La impaciencia resultó en el color del cabello rubio anaranjado de Trump".
Una de las características que se menciona en el libro tiene que ver con la debilidad de Trump por las llamadas telefónicas. "Si no estaba teniendo su cena de las 18:30 con Steve Bannon, entonces estaba en la cama con una hamburguesa con queso, mirando sus tres pantallas y haciendo llamadas telefónicas". Afirma, además, que aunque Trump se jactaba que siempre tenía conversaciones con Rupert Murdoch, éste se quejaba de que no podía hacer que el Presidente se despegara del teléfono.
El ex consejero de Seguridad Nacional de Trump y figura clave en la campaña, fue sacado del Ejecutivo cuando se le vinculó al caso de la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses. Según Wolff, durante las presidenciales fue advertido de que "no fue buena idea aceptar US$45.000 de los rusos para dar un discurso", a lo que él habría respondido: "Bueno, solo sería un problema si ganamos". A comienzos de diciembre se declaró culpable de mentir al FBI sobre sus vínculos en la denominada "trama rusa".