SANTIAGO.- No sé si es casualidad o simplemente fue el destino. Llegué hace exactamente 10 años a Chile, en febrero de 2008, justamente el día 17. Y ahora, una década después, me encuentro escribiendo esto. En aquel entonces, tenía sólo 12 años y estaba en séptimo básico. Hoy tengo 22 y ya me desempeño como periodista.
Sin embargo, la extensa trayectoria que he recorrido con la intención de aportar un granito de arena a mi país, ha sido difícil y muy frustrante en algunas ocasiones. Así, cinco años después de haber cumplido la mayoría de edad, y contra todos mis pronósticos, logré inscribirme, por primera vez en el Registro Electoral venezolano, ente regulado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Este escenario por fin me entregará la posibilidad de sufragar por Venezuela.
El comienzo de todo
Esta historia inició en septiembre de 2007 cuando supe que me venía a vivir a Chile. La noticia la tomé de buena forma. Diría que de mi familia -conformada por mis papás y mi hermano- era la más feliz. Pero la verdad, era que no comprendía mucho lo que significaba salir del país. Para mí en aquel momento, era como si me estuviese yendo de vacaciones más que otra cosa.
Cuando llegué a Chile, mi cambio de actitud fue brusca. Pasé de ser la más feliz, a la más triste. No era por un tema de que no me gustara, sino porque caí en la cuenta de todas las preocupaciones que mis papás me decían mientras estábamos en Venezuela, y que yo nunca escuché. Nueva casa, nuevo colegio, nuevas costumbres, nuevas palabras, nuevo todo. Estando allá, sonaba maravilloso. Pero cuando tocó enfrentarse a la realidad, el golpe fue duro.
Claramente al llegar con 12 años, no había posibilidad que estuviera inscrita en el Registro Electoral. Pasaron los años. Terminé la escuela y entré a la universidad. Fue entonces cuando cumplí los 18 años.
La última vez que la embajada venezolana en Chile abrió sus puertas para
este procedimiento fue en el año 2012, para las elecciones presidenciales entre el opositor Henrique Capriles y el entonces Presidente Hugo Chávez. En ese momento, yo aún tenía 17 años, y por ende, todavía no tenía la edad suficiente para poder presentar mi inscripción.
Siempre veía a mis papás despertándose a las 6:00 de la mañana con el objetivo de ir a hacer la fila para poder votar, fueran comicios presidenciales o parlamentarios. Sin embargo, yo sólo podía ir de acompañante.
Viviendo en Chile ya he podido sufragar. Si mal no recuerdo, lo he hecho en cuatro ocasiones. Toda esta situación es bastante extraña. Pensar que tu país está sumergido en una compleja crisis humanitaria que abarca desde lo político y económico hasta lo social, y que, hasta el día de hoy, aún no has podido aportar un granito de arena, hace que duela el estómago.
La única vez que pude "sufragar" fue para la consulta popular del 16 de julio de 2017 convocada por la oposición, en la que podían votar todos los venezolanos mayores de edad, estuvieran o no inscritos en el Registro Electoral. Para mí, esa fue unas de las veces que más emoción he sentido estando en Chile en referencia a algo con Venezuela. Fue la primera vez que pude "hacer algo" directamente.
Es por lo mismo que este miércoles, tras el anuncio de la embajada en Chile de que iban a reabrir el proceso de inscripción electoral debido a las elecciones que se desarrollarán el próximo 22 de abril, me dirigí directamente al establecimiento con dos objetivos: reportar cuál era la situación del lugar y hacer mi trámite.
Por primera vez
Cuando llegué a la calle Bustos 2021 en Providencia, lo primero que vi fue una joven llorando. No debe tener más de 25 años, y por lo que pude escuchar, ésta era la tercera vez que iba a la embajada. Si bien no pude saber cuál era el motivo específico de su visita, sí me contó que una vez más, le habían dicho que tenía que volver otro día. En esta ocasión, le indicaron que debía regresar el 21 de febrero.
Llegué alrededor de las 10:30 de la mañana. En ese momento, no habían más de 30 personas. La verdad es que, en las tres horas que estuve allí ese miércoles, nunca hubo mayor aglomeración.
Me di cuenta de que los venezolanos que llegaban lo hacían por diferentes motivos, no sólo la inscripción al Registro Electoral. Y que era tanta la desinformación que muchos optaban por preguntarle
al único Carabinero que estaba de pie afuera de la entrada, y éste sólo respondía: "yo hago mi trabajo, no sé nada de los trámites".
Una puerta verde, dura, que denota la necesidad de tener mucha seguridad con lo que sucede al interior del lugar es la única entrada para los visitantes a la gran casa de color blanco, ya que los portones que hay nunca permanecen abiertos. De esa puerta salió una joven, de no más de 30 años, enojada, y con muchos papeles en la mano. Sus primera palabras son: "¿me das un minuto para respirar? creo que me va a dar algo".
Tanto a mí como a otro periodista que había en el lugar nos contó su experiencia, pero antes de eso, relató cómo se preparó para este momento. Alejandra González Uzcátegui indicó que el martes se dedicó a escribir una lista de las irregularidades que, según ella, tiene este proceso, incluso antes de iniciar.
Entre ellas, manifestó su rechazo a que el anuncio se hubiese hecho a menos de 24 horas de iniciarse, y por lo mismo, catalogó la situación como "insólita". Contó que entró preparada a la embajada, con carpeta en mano e incluso, con la ley impresa que señala que "podrán sufragar en el exterior los electores que posean residencia o cualquier otro régimen que denote legalidad de permanencia fuera de Venezuela".
Al ella tener sólo la residencia temporal, sabía que se enfrentaría a quien estuviera a cargo del trámite, debido a que uno de los requisitos para realizar este proceso es que la persona posea la residencia definitiva. A pesar de ello, decidió intentarlo.
Paralelamente a ella, siguen llegando venezolanos al lugar. Algunos quieren realizar el trámite de la prórroga, es decir, el procedimiento que fue activado por el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), que busca que las personas puedan aplazar la fecha de vencimiento de su pasaporte.
Otros que llegaban buscaban sellos para permisos de viaje o diligencias de esa naturaleza. Otros iban porque tenían cita del pasaporte, escenario que afecta principalmente a familias con hijos, ya que éstos últimos no pueden optar a la prórroga. Y finalmente, estaban los que fueron, como yo, a inscribirse al Registro Electoral, ya sea por primera vez o a actualizar su inscripción.
Después de media hora, más o menos, a las 11:00 de la mañana, una encargada se asomó por la puerta y comenzó a ordenar la situación. Indicó que, por favor, hiciéramos dos filas, una para quienes venían por el trámite de los pasaportes y la prórroga, y otra para quienes lo hacían por la inscripción al Registro Electoral.
"¿Me das un minuto para respirar? creo que me va a dar algo".
Alejandra González Uzcátegui
Un tema que es bastante relevante es que la mayoría de las personas que estaban en las afueras de la embajada no tenían más de dos años en Chile, por ende,
no poseen aún la residencia definitiva. Para acceder a ella, el mínimo de tiempo requerido es de cinco años. Muchos, con suerte, llevan sólo un par de meses.
La verdad es que todos llegaban al lugar con cara de preocupados y sin mucha esperanza. La mayoría había ido anteriormente y los habían hecho volver otro día, por lo que presentían que esta vez no sería diferente.
Una de las personas que estaba en el lugar era Mary Montesinos. Ella es una venezolana que reside en Chile y, además, es representante del movimiento opositor Voluntad Popular en este país. Al principio, trataba de estar lejos de las personas, simplemente observando cuál era la situación del lugar.
Sin embargo, hubo un lapso de tiempo que desapareció. Volvió una hora más tarde, aproximadamente a las 11:50, esta vez con una carpeta en la mano. Al darse cuenta que muchas personas llegaban al establecimiento sin información, y uno de los requisitos en la mayoría de los trámites es llenar una planilla, Montesinos junto a otras personas, imprimieron más de 100 copias para entregárselas a quienes llegaban y que no tenían todo lo requerido.
Estuve en la fila como una hora y media, pero la verdad es que hacía varias cosas al mismo tiempo. Tomaba fotos, escribía noticias y trataba de acercarme a las personas para conocer cuál era su situación.
El momento que esperaba
Fue finalmente como a las 12:15 del mediodía cuando me tocó entrar a la embajada. Junto a otras cinco personas, nos hicieron pasar por la gran puerta verde. Al entrar, lo primero que vi fue un escáner de seguridad, como los que hay en los aeropuertos.
Una vez adentro, nos acomodamos en fila en la pieza que no es muy grande. Nos hicieron realizar el trámite allí mismo, por lo que en ningún momento pisé la casa de la embajada como en ocasiones anteriores.
Para ser sólo dos personas las que están atendiendo, el trámite fue rápido. Cuando llegó mi turno, me recibió un señor. Debo admitir que no pude evitar pensar que, dada la cantidad de venezolanos que hay en Chile, los cuales según datos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) son más de 150 mil, dos personas que atienden era muy poco.
Cuando me acerqué al hombre, que no debió tener más de 45 años, estaba un poco nerviosa. No es primera vez que me pasa que, al llegar a la embajada, me dicen que faltaba un papel o un documento y que debo volver otro día, por lo que tenía miedo que sucediese lo mismo en ese momento.
150 mil venezolanos tendría la edad para votar según datos de la MUD
Para suerte mía, no fue así. Primero le mostré mis dos cédulas de identidad, la chilena y la venezolana. Al darse cuenta que tengo doble nacionalidad, simplemente me pidió las copias -una de cada una- y la planilla de inscripción. Leyó mi ficha con cautela. Rellenó un espacio que se llama "
vencimiento de residencia definitiva" con un "
doble nacionalidad" y me dijo: "está todo bien, debes venir a buscar tu confirmación entre el jueves, viernes, sábado o el domingo".
Tomé mis cosas y salí de la embajada. Para ese momento, ya eran casi la 13:00 horas, por lo que pensé que afuera ya no habría mucho movimiento. Sin embargo, aún quedaban unas 15 personas.
Mientras esperaba un taxi para irme, me dediqué a observar la situación. Todos los que llegan lo hacen con temor e incluso, algunos ya vienen predispuestos a discutir. Tristemente, muy pocos se van satisfechos.
Finalmente me fui del lugar a la 13:15 horas, ya en ese momento quedaban sólo cinco personas. Me fui con sentimientos encontrados. Por un lado, estaba tranquila porque había logrado mi objetivo. Pero por otro, me sentía confusa. Ver tanta gente frustrada, cada uno con una historia diferente, pero todos con la misma voz de desesperanza.