RÍO DE JANEIRO.- Mientras la clase política brasileña se hunde en el descrédito por sus escándalos de corrupción, el juez de provincias Sérgio Moro es considerado el "justiciero" y "héroe" de la lucha contra la impunidad en el país sudamericano.
Moro, magistrado de primera instancia en un tribunal de Curitiba en el sur de Brasil, se ha convertido en el gran antagonista del ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al que ordenó entregarse a la Policía para cumplir una pena de 12 años de cárcel por corrupción.
El juez, desconocido hasta hace algunos años pero considerado un experto en causas de lavado de dinero,
comanda desde 2014 las principales investigaciones de la megacausa "Lava Jato" ("Lavado de autos"). Bautizada así por un local de ese tipo en Brasilia donde empezaron las investigaciones, la operación ha puesto en jaque a gran parte de las élites políticas.
Antagonista de Lula
Celebrado sobre todo por las clases altas y odiado por los seguidores de izquierda de Lula, el jurista, cercano a círculos conservadores, tiene fama de trabajador implacable y de no tener miedo a sentar a los poderosos en el banquillo de los acusados. Su objetivo más grande es hasta ahora Lula da Silva.
Ambos encarnan dos realidades muy distintas del gigante sudamericano: Moro proviene de la clase media blanca y nació en Maringá, en el sureño estado de Paraná. Esta es una de las zonas más ricas de Brasil y tradicionalmente de derecha. Allí estudió derecho, para luego especializarse en delitos de lavado de activos en un programa en Harvard. Con solo 24 años se convirtió en juez.
En ese sentido, el jurista de 45 años y de voz pausada se diferencia del carismático Lula, nacido como hijo de campesinos en el empobrecido noreste brasileño, y un obrero metalúrgico de 72 años que llegó a ser presidente entre 2003 y 2010.
"No tengo ninguna desaveniencia personal con el señor ex Presidente", le aseguró Moro a Lula en mayo de 2017, cuando el juez sometió al ex jefe de Estado por primera vez a un interrogatorio. "Va a ser tratado con el máximo respeto, como cualquier acusado", agregó. Este miércoles ordenó que Lula fuera enviado a una sala especial, "en razón a la dignidad del cargo ocupado".
Celebrado y criticado a la vez
"República de Curitiba" llaman sus simpatizantes al reino imaginario de Moro. Curitiba, la capital paranaense, es sede de los principales procesos de "Lava Jato".
En marzo de 2016, en medio de las multitudinarias protestas contra la ex Mandataria Dilma Rousseff, Moro se convirtió en uno de los personajes vanagloriados: abundaban las pancartas a favor del magistrado en ciudades como Brasilia, Río de Janeiro, Sao Paulo y Curitiba, con mensajes como "Todos somos Moro", "Moro, orgullo nacional", o "Moro estamos contigo". Otros carteles lo denominaban incluso "el mayor héroe en la historia de Brasil".
Sin embargo, el juez es también objeto de críticas. Destacan las que lo acusan de emplear métodos demasiado duros e incluso arbitrarios. En ese mismo periodo estalló el escándalo en torno a Lula y Moro ordenó la conducción coercitiva del ex jefe de Gobierno a declarar a un tribunal. Todo desembocó en una detención de varias horas que dio la vuelta al mundo y lo
s abogados de Lula lo acusaron de "abuso de autoridad".
Uno de los hechos que empañó la intachable imagen del juez fue la publicación, que él mismo autorizó, de una conversación telefónica privada entre Lula y Rousseff, y que había sido interceptada por orden judicial. "Se publicó todo como se ha hecho en otros procesos", se justificó Moro. Pero la Corte Suprema criticó la medida y excluyó el uso de la grabación como prueba en los juicios contra Lula.
Inclinaciones políticas
Lula acusa a Moro de ser un "inquisidor" que representa los intereses de las élites económicas que quieren evitar un regreso de la izquierda al poder. Incluso envió una queja a la ONU denunciándolo por "persecución judicial". El juez niega que sus decisiones tengan un trasfondo político.
Una imagen de imparcialidad que su esposa, quien administra una página de Facebook dedicada al juez y que tiene más de un 1,6 millones de seguidores, no le ayuda a construir. Además de defender la lucha contra la corrupción, la abogada Rosangela Wolff publica posts contra el Partido de Los Trabajadores y elogia políticas conservadoras, entre ellas algunas de la Administración de Donald Trump en EE.UU.
Aunque su nombre ha figurado como uno de los favoritos para la campaña presidencial, que el magistrado sea alguna vez candidato parece improbable. Para muchos observadores, sus méritos consisten en contribuir a luchar contra la larga tradición de impunidad para los poderosos y por evidenciar la promiscuidad entre el empresariado y la alta política en Brasil.