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Miguel Díaz-Canel, el primer nacido post revolución que llegaría al poder tras la salida de Raúl Castro en Cuba

Considerado el "delfín" del actual Presidente, este ingeniero electrónico de 57 años se perfila como quien traerá a las nuevas generaciones al liderazgo del país. Un proceso histórico, con el que la isla despedirá casi seis décadas gobernadas por los "Castro".

17 de Abril de 2018 | 12:14 | AP/Redactado por Valentina Salvo U., Emol
SANTIAGO.- Durante la dirección de su provincia, era un muchacho joven, delgado, de pelo largo, que andaba en bicicleta saludando a los vecinos y que gozaba de la popularidad de una estrella de rock. A una década desde entonces, ya canoso, serio, de pocas palabras y con escasa visibilidad pública, Miguel Díaz-Canel podría convertirse en el próximo presidente de Cuba.

Este miércoles se darán inicio a las sesiones de la Asamblea Nacional en La Habana, donde el actual Mandatario, Raúl Castro, dejará el cargo de máximo líder de la isla tras una década en el poder. Su delfín, Díaz-Canel, actualmente el primer vicepresidente del Gobierno cubano, resuena como su más probable sucesor.

Duro, pero humilde

A sus 57 años tiene una biografía oficial con pocos detalles personales y profesionales. Muchos cubanos apenas lo conocen. Nació después de la revolución cubana, lo que genera recelo entre el resto de los dirigentes. No obstante, es considerado un líder duro, exigente y uno de los más cercanos al actual Mandatario.

Graduado como ingeniero electrónico de la Universidad de Villa Clara en 1982, realizó su servicio militar obligatorio hasta 1985. Dos años más tarde se incorporó a la Unión de Jóvenes Comunistas y empezó a trabajar como profesor mientras viajaba a Nicaragua como parte de una delegación de apoyo al sandinismo.

La imagen de hombre frío, no obstante, contrasta con la percepción de sujeto sencillo, tolerante y afable que tienen muchos de sus conciudadanos de la provincia de Villa Clara, donde vivió su infancia y juventud, muchas veces paseando con sus novias por la plaza.

A sus 33 años fue designado como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Villa Clara. Rápidamente se ganó una reputación de funcionario trabajador con un estilo modesto y cercano. "Siempre se enteraba de los problemas reales que tenía el pueblo. Y exigente también, si fuera blandengue no llegaba a donde está", comenta Fermín Roberto Tagle Suarez (78), quien solía hacer con Díaz-Canel las rondas de guardias de vigilancia, habituales entre los vecinos.

"Siempre se enteraba de los problemas reales que tenía el pueblo. Y exigente también, si fuera blandengue no llegaba a donde está"

Fermín Roberto Tagle Suarez, vecino de Villa Clara
Era popular y llamativamente joven para su cargo, en el que se mantendría por nueve años. Atendía a todo aquel que tocara a su puerta. "Algunos compañeros no le querían poner guardia porque él venía atormentado del trabajo, pero él decía: 'yo soy un ciudadano de este país y hago la guardia igual que cualquier persona'", expresa Liliana Perez, cuya casa está frente a la que vivía Díaz-Canel con sus dos hijos y esposa, antes de que ambos se divorciaran.

En 2003 fue trasladado por el PCC como primer secretario a la vecina provincia de Holguín. Su gestión se prolongó por seis años, pero no fue tan estelar. Aunque realizó una serie de obras para mejorar el centro de la ciudad, fue criticado por no preocuparse de los barrios marginales. Su carisma no logró calar en los residentes y fue visto como un extraño en la región que no cumplió con las expectativas.

Los últimos años de su ascenso político han transcurrido lento pero sin pausa, asumiendo un perfil más bien discreto. Ello hasta que el año pasado saltó a la fama como protagonista de un video en el que abogaba por cerrar medios de prensa independientes y etiquetaba a embajadas europeas como una avanzada contra la revolución.

Nuevo estilo, nueva generación

Díaz-Canel sería la primera persona nacida después del triunfo de la revolución que se haría cargo de la máxima dirección de la isla y el primero en liderar el régimen comunista que no se apellide Castro. Deberá enfrentarse a una economía estancada; una infraestructura en decadencia; la hostilidad de EE.UU. y las críticas a un modelo de control estatal con salarios bajos.

Aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su eventual gobierno, algunos indicios dan cuenta de lo que posiblemente sea un nuevo estilo. Díaz-Canel llegó por primera vez a un puesto de ámbito nacional en 2009, cuando Raúl Castro lo nombró ministro de Educación Superior.

Durante su gestión se ajustaron los planes de estudio, se modernizaron sus contenidos y se impulsó el uso de la tecnología. Además, fue de los primeros funcionarios gubernamentales en aparecer con notebook en las reuniones, algo poco común en un país donde el internet en los hogares está restringido y los precios del servicio son muy altos.

Pero cuando se convirtió en vicepresidente en 2012, Díaz-Canel se volvió reacio a la prensa, su agenda se hizo protocolar y desapareció de los eventos públicos. Ello, según analistas, responde a la lógica tradicional con la que actúa la generación "histórica" que gobierna el país y que suele ver con malos ojos a los más jóvenes por considerarlos poco leales al proceso.

"Nadie de su generación ha sobrevivido hasta llegar el lugar a dónde está él", expresa Harold Cárdenas, académico de la Universidad de Matanzas. "Existe una imagen gris de Díaz-Canel que es una construcción gubernamental de desproveer a la dirigencia de colores para mostrar una solemnidad innecesaria", asevera.

"Nadie de su generación ha sobrevivido hasta llegar el lugar a dónde está él"

Harold Cárdenas, académico de la Universidad de Matanzas
Eso hasta ahora. En Cuba, los dirigentes suelen moverse en medio de importantes operativos de seguridad y ocultan con celo su vida privada. Sin embargo, en marzo pasado, el primer vicepresidente llegó casi sin custodia hasta un centro de votación en Santa Clara. Aunque en la isla no existe la figura de la primera dama, en aquella ocasión caminó de la mano de su esposa, mientras saludaba a las personas que se le acercaban.

Luego del sufragio regresó a La Habana, pero dejando un mensaje: un nuevo tipo de liderazgo podría llegar a la isla, con una continuidad al proceso revolucionario, pero con una renovación de procedimiento. Un nuevo estilo que marcaría la llegada de una nueva generación de líderes a Cuba.
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