SANTIAGO.- "La Canciller solo puede soñar con tal recepción". Así comenzó describiendo el diario alemán Bild, la visita de tres días realizada por el Presidente francés, Emmanuel Macron, a la Casa Blanca la semana pasada. Un encuentro ocurrido justo antes de que la jefa de Gobierno de Alemania, Angela Merkel, llegara también a Washington para una reunión de solo horas el viernes.
Entre elegantes cenas, regalos simbólicos, un discurso ante el Congreso e incluso abrazos y elogios, el Mandatario estadounidense, Donald Trump, intentó demostrarle a Macron una amistad inquebrantable. Lo mismo recibió por parte del jefe de Estado francés, regocijado por ser el primer líder extranjero en recibir las pompas de una visita de Estado.
Así, con referencias a Lincoln, Voltaire, Franklin y De Gaulle, y plantando un árbol, ambos líderes buscaron demostrarle al mundo que pese a sus diferencias mantienen una alianza resistente e histórica, reforzada hace algunas semanas por el bombardeo conjunto contra el régimen de Siria.
Por el contrario, el encuentro entre Trump y Merkel estuvo desprovisto de todo simbolismo y fraternidad. La jefa de Gobierno se reunió con su par estadounidense en lo que se consideró una mera visita de trabajo, durante la cual Trump se mostró más bien frío y Merkel, siempre pragmática, fija en su postura sin dar guiños a su anfitrión.
Macron como nuevo referente de Europa
Una de las razones que, según análisis de medios y expertos internacionales, podría estar gatillando las disimiles relaciones bilaterales entre los dos principales líderes europeos y Trump, tiene que ver con el cambio en los focos de poder.
Macron va camino a convertirse en la nueva estrella de Europa y en el gran referente de los ideales occidentales. Contra todo pronóstico, el Mandatario francés ha logrado posicionarse en la arena internacional a través de una diplomacia activa y mostrarse como un líder influyente en temas de contingencia mundial.
Tal es el caso de su intervención en el conflicto sirio, en respuesta al presunto ataque con armas químicas perpetrado por el régimen de Bashar al-Assad; su fuerte impulso al cumplimiento del acuerdo contra el cambio climático, y sus duras críticas contra el Presidente ruso, Vladimir Putin.
En tanto
Merkel, quien hasta la llegada de Macron hace un año se posicionaba como la gran referente de la Unión Europea (UE) ante el mundo,
ha visto caer su influencia debido principalmente a problemas de política interna. La Canciller debió enfrentarse a un duro cuestionamiento tras los comicios federales de septiembre pasado, en los que su coalición (Unión Cristianodemócrata más la Unión Socialcristiana) obtuvo su peor resultado en 68 años.
Aunque continuaba siendo la candidata para presidir el Gobierno alemán, su legado quedó en jaque ante las críticas de los socialdemócratas - sus aliados en el Ejecutivo-, quienes la culpaban por la debacle electoral que también sufrieron esa noche.
El camino se hizo árido para la líder que buscaba su cuarto mandato, por lo que tuvo que volcar toda su atención en mantener difíciles conversaciones para formar Gobierno, las que se extendieron por cinco meses. La imagen de la Canciller quedó mermada y no tuvo tiempo para arreglarlo; mientras, Macron aprovechaba el espacio y ascendía como la gran promesa europea.
Vínculos diferentes con Trump
Desde su llegada al poder, Trump ha establecido vínculos muy diferentes con los dos líderes europeos. Por un lado, reconoce las ansias de Macron de brillar y lo ha aprovechado para acercarse y demostrar que puede tener aliados, ante las críticas de quienes lo acusan de aislar a EE.UU. del mundo. Imitando lo que hizo su antecesor, el demócrata Barack Obama, con Merkel, Trump busca en Macron la posibilidad de formar una dupla de poder a nivel internacional. Algo que también usa a su favor el líder francés.
Por lógica, la Canciller alemana aliada del ex Presidente estadounidense queda completamente fuera del juego y se posiciona como una de las
autoridades que cuestionan las políticas del norteamericano, principalmente en materia comercial. En Alemania, consideran a Trump voluble, centrado en su base doméstica y reacio a largas discusiones, lo que lo hace impredecible.
Sus diferencias quedaron al descubierto en su primer encuentro en la Casa Blanca en marzo de 2017, cuando Trump evitó estrechar la mano de Merkel, ignorando el protocolo.
Así, mientras Macron necesita a Trump por la política, Merkel, líder de la economía más grande de Europa, necesita esencialmente al mercado americano.
De todas formas, París y Berlín siguen siendo el eje de poder de Europa y ambos están obligados a negociar juntos con el resto del mundo. Es lo que hicieron esta vez Merkel y Macron, que enfocaron sus visitas a Washignton principalmente en dos temáticas: convencer a Trump de que las elevadas tarifas arancelarias que impuso para la exportación de acero y aluminio no afecten a la UE; y que no desista del pacto nuclear alcanzado con Irán en 2015, luego de que éste anunciara que pretende abandonarlo.