SYDNEY.- Cuando en la Unión Europea y Estados Unidos los partidarios de las políticas antiinmigración tienen el viento en popa, Australia se jacta de sus controvertidas y draconianas medidas que le permitieron impedir la llegada a los refugiados y a los inmigrantes ilegales.
Los conservadores en el poder adoptaron una línea dura hacia los inmigrantes hace cinco años, lo que les valió aplausos pero también fuertes críticas y cuestionamientos.
Hasta entonces los migrantes originarios de Afganistán, Sri Lanka u Oriente Medio zarpaban desde Indonesia para llegar casi a diario a las costas del norte de Australia. Unas 1.200 personas murieron ahogadas.
El Gobierno australiano optó por implementar una política de "tolerancia cero": dejar de recibir a todos los refugiados e inmigrantes, para que éstos dejen de intentar llegar a sus costas.
Así, los barcos comenzaron a ser sistemáticamente rechazados por los buques de la marina de guerra australiana y las operaciones en alta mar estaban rodeadas del mayor secreto. Los que lograban llegar eran enviados a campos de retención en el Pacífico, en Naurú o en Papúa Nueva Guinea. Incluso
si una solicitud de asilo se consideraba fundada, no eran aceptados en territorio australiano.
Esta política tuvo éxito. La cantidad de llegadas se redujo a casi nada. Sin embargo, la medida dividió a la opinión pública y dañó la reputación internacional del país.
Los defensores de los derechos humanos, así como la ONU, criticaron que un país rico como Australia le diera la espalda a gente vulnerable y que huía de sus países inmersos en la violencia o pobreza. Las informaciones desde los campos de retención comenzaban a dar cuenta de abusos, casos de depresión y suicidios.
Política "punitiva"
La ONU también denunció que país oceánico implementaba una política "punitiva" hacia los inmigrantes, que "socava sus derechos humanos".
El campamento de la isla Manus, en Papúa Nueva Guinea, cerró sus puertas tras ser considerado anticonstitucional por la justicia de ese país. Sus 600 ocupantes fueron enviados a tres centros de tránsito. Actualmente 255 personas están detenidas en Naurú, familias mayormente. De ellas, 22 son niños, según los datos más recientes.
Muchos migrantes fueron enviados a otros países. Algunos partieron hacia Estados Unidos en virtud de un acuerdo alcanzado con el ex Presidente Barack Obama.
En Australia el tema ya no llega a las portadas de los diarios. El Gobierno argumenta que la "tolerancia cero" hacia los inmigrantes irregulares salva vidas y le permite acoger mejor a los que llegan por vía legal a solicitar permiso de residencia. Algunos ponen en duda esa afirmación.
Un polémico "modelo"
Pero en algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, algunos toman a Australia como ejemplo.
La Presidenta del partido de ultraderecha francés Agrupación Nacional, Marine Le Pen; el nacionalista británico antiinmigración Nigel Farage, o el nuevo y polémico ministro de Interior italiano Matteo Salvini, citaron en algún momento el modelo australiano para respaldar sus propias medidas antimigratorias.
Poco después de su investidura, el Presidente estadounidense
Donald Trump tuvo una conversación telefónica tempestuosa con el primer ministro australiano,
Malcolm Turnbull. Pero sobre la inmigración, los dos mandatarios llegaron a un acuerdo.
"Es una buena idea. Deberíamos hacer lo mismo. Son peores que yo", habría dicho Trump a su interlocutor según cita el Washington Post.
Los observadores señalan no obstante que el modelo de Canberra es difícil de reproducir. Australia es una isla continente rodeada de peligrosas aguas. "Hay una gran diferencia. Europa y EE.UU. tienen fronteras terrestres y es muy difícil impedir llegar a la gente", dice Stephen Castles, especialista de temas migratorios en la Universidad de Sydney.
"No hay ninguna duda de que EE.UU. y algunos dirigentes europeos consideren a Australia como un ejemplo. Pero Australia, que firmó la convención de la ONU (sobre los refugiados) viola sus obligaciones en materia de derechos humanos", asevera.
Pero el Ejecutivo conservador australiano está lejos de cambiar su política. El fin de semana pasado el ministro de Interior, Peter Dutton, aseguró que los traficantes siguen activos en Indonesia, en donde unos 14.000 migrantes esperan un barco para poder llegar al país.
"Los barcos desaparecieron y si un solo barco logra llegar a Australia, lo noticia se propagará como un reguero de pólvora", sentenció.