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Guerra, fútbol y nacionalismo: Croacia, el "pequeño país de los grandes sueños"

Como ha pasado otras veces, la historia política de este país europeo se cruza con el "deporte rey", tanto así, que muchos señalan a un partido de 1990 como el "detonante" del conflicto de los Balcanes.

12 de Julio de 2018 | 13:01 | Redactado por Ramón Jara A., Emol
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Hinchas croatas festejan en Zagreb.

Reuters
SANTIAGO.- No cabe ninguna duda: hoy, todos los medios del mundo hablan de Croacia, el pequeño país europeo que el miércoles dio el golpe a la cátedra luego de que su selección de fútbol clasificara a la final del Mundial de Rusia 2018 tras vencer al combinado de Inglaterra por 2-1. Un resultado impredecible semanas atrás, pero que tiene a esta nación en boca de todos y hace recordar, cómo no, su corta pero intensa historia.

Hablamos de una selección cuyo lema en el bus que lo traslada es "Pequeño País. Grandes sueños" y donde la gran mayoría de sus jugadores vivió la guerra en carne propia, por lo cual este factor se hace latente tanto en futbolistas como en los hinchas en una situación donde, como ha sucedido muchas veces, el llamado "deporte rey" se cruza con la política.

Si en países como Alemania o Bélgica el fútbol ha sido un punto unificador, en Croacia se ha impuesto como la vitrina para impulsar un sentimiento nacionalista y, también, para evidenciar las consecuencias que dejó un sangriento conflicto bélico.

El "detonante" de la guerra y la patada de Boban

Primero, retrocedamos en el tiempo. Comenzaba 1990 y la situación en Yugoslavia ya era insostenible, con conflictos étnicos y políticos potentes (como la crisis económica de algunas regiones y la resistencia a la figura de Slobodan Milosevic) que ya marcaban el sentir de varias de las seis repúblicas yugoslavas que buscaban la independencia. Las diferencias entre ellas eran notorias y la tensión ya evidenciaba lo que ocurriría meses después.

En eso estaba Croacia, donde el nacionalismo crecía cada vez más, lo que se notó con el triunfo del partido Unión Demócrata Croata en las elecciones regionales celebradas el 6 de mayo de 1990. La tensión aumentaría una semana después con el enfrentamiento entre el Dinamo de Zagreb (croata) y el Estrella Roja de Belgrado, el equipo más popular de Serbia, en el marco de la liga yugoslava de fútbol.

Los hinchas croatas ya ocupaban los partidos para expresar sus ideas nacionalistas, sobre todo en los choques con equipos serbios, pero este encuentro del 13 de mayo de 1990, según muchos, fue el punto de inflexión en el conflicto. Ese día, con los ánimos sumamente caldeados, unos 3.000 miembros del Delije, la barra ultranacionalista del Estrella Roja, viajaron a Zagreb, la capital croata, donde los esperaban los simpatizantes ultras del Dinamo, conocidos como Bad Blue Boys.

"Croacia es Yugoslavia" y "Zagreb es Serbia" cantaban los hinchas serbios, comandados por Zelijko Raznatovic, más conocido como Arkan, quien posteriormente se transformaría en un líder militar acusado de varios crímenes de guerra. Por su parte, los croatas quemaban banderas yugoslavas. Las peleas comenzaron antes de entrar al estadio de Maksimir, sede del encuentro. Una vez adentro, los enfrentamientos crecieron: volaban las sillas, piedras y cuchillos.

En tanto, la policía, de mayoría serbia, reprimía a los hinchas locales con agua y gas lacrimógeno. De pronto, unas 15.000 personas invadían la cancha y se producía una batalla campal, justo cuando los equipos calentaban. Los jugadores alcanzaron a huir a camarines, pero hubo uno que se quedó, el croata Zvonimir Boban, quien al ver cómo un hombre era agredido por dos policías, le propinó una acrobática patada voladora a uno de los oficiales.

Tras el hecho, Boban se convirtió en un héroe nacional. El incidente, por su parte, marcó el conflicto, tal como reza una placa instalada en el estado Maksimir: "Para los seguidores del equipo, que comenzaron la guerra con Serbia en este estadio el 13 de mayo de 1990".

La guerra y sus consecuencias

Tras las elecciones, tanto en Eslovenia como en Croacia ganaron los partidos nacionalistas, por lo que el sentimiento de independizarse de Yugoslavia crecía, a diferencia de lo que pasaba con otras repúblicas, como Serbia y Montenegro. En los meses siguientes, el conflicto escaló y las tensiones étnicas crecían. El 25 de junio de 1991, Croacia proclamaba su independencia. La guerra ya era un hecho.

Tanto miembros de los Bad Blue Boys como del Delije (los "tigres de Arkan") se unieron al conflicto bélico, que duró cuatro años y dejó serias consecuencias: más de 20.000 muertos, 37.000 heridos y 2.900 desaparecidos.

Este hecho marcó a toda la población croata, y por cierto, a la gran mayoría de los jugadores de la selección actual de fútbol, que fueron testigos de la barbarie -sólo dos miembros nacieron después del fin oficial de la guerra-. La estrella Luka Modric, por ejemplo, sufrió la muerte de su abuelo a manos de nacionalistas serbios. Ivan Rakitic, por su parte, nació en Suiza, país al que llegó su familia escapando de la guerra y por el que incluso pudo haber jugado, mientras que el delantero Mario Mandzukic huyó a los cinco años junto a su familia rumbo a Alemania.

"La identidad de Croacia no puede explicarse sin la guerra y estos jugadores crecieron en un ambiente donde eso era omnipresente. Son un producto de eso"

Dario Brentin
La guerra influyó en los futbolistas actuales y ellos lo han hecho notar. El propio Mandzukic dice que este hecho forjó su duro carácter, mientras que a algunos jugadores se les ha visto cantar la canción "Bojna Cavoglave", del artista Thompson, considerado un himno de la extrema derecha croata y que contiene versos como "nuestra mano les alcanzará incluso en Serbia".

"La identidad de Croacia no puede explicarse sin la guerra y estos jugadores crecieron en un ambiente donde eso era omnipresente. Son un producto de eso. Sería sorprendente si no se comportaran de la manera en que lo hacen", dice a Play Ground el politólogo Dario Brentin.

Fútbol y nacionalismo

Ya después del fin de la guerra en 1995 y convertido en un Estado independiente, Croacia disputó su primer mundial de fútbol en Francia 1998, ocasión en la que logró el tercer lugar. Varias de las figuras de ese equipo, como Davor Suker, Zvonimir Boban o Robert Prosinecki, habían incluso jugado por Yugoslavia antes de la división. Pero el sentimiento era distinto.

"Cuando jugaba para Yugoslavia no significaba nada. Era sólo deporte, nada más. Luego, la sensación fue incomparable. Podíamos pensar y decir que éramos croatas. Antes no", confesaba Igor Štimac, defensa de esa selección, según reproduce El Espectador.

"Cuando jugaba para Yugoslavia no significaba nada. Era sólo deporte, nada más. Luego, la sensación fue incomparable. Podíamos pensar y decir que éramos croatas. Antes no"

Igor Štimac
Factor clave en ese sentimiento fue el entrenador Miroslav Blazevic, amigo del entonces Presidente Franjo Tudjman, ícono nacionalista y quien señalaba que "después de la guerra el deporte es lo mejor para distinguir entre naciones".

El adiestrador fue el encargado de infundir ese sentimiento nacionalista en el plantel, conocido como "vatreni" ("los ardientes"). Incluso, aseguró que "sin Tudjman, todos mis futbolistas jugarían para Yugoslavia". Blazevic también recalcó que "ninguna nación se identifica tanto con su selección como Croacia (...) Nos reencontramos con nosotros mismos a través del fútbol".

Por su parte, tras el éxito en Francia, Tudjman exclamó que se trató de "una victoria del pueblo croata, el resultado de la batalla croata por la libertad y la independencia". Estaba claro, el mensaje no sólo se quedaba en el entorno futbolístico, sino que marcaba a todo un país.

Veinte años después, algunas cosas han cambiado. Davor Suker es el presidente de la Federación Croata de Fútbol, sumamente cuestionada por casos de corrupción, que incluso llevó a algunos hinchas desear la derrota de su selección en la Eurocopa de 2016. Sin embargo, el sentimiento nacionalista perdura y los croatas podrían ser testigos de un hecho histórico.
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