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Cambio de mando: El turbulento escenario que marca el despegue del gobierno de Duque en Colombia

Con Venezuela responsabilizando al Gobierno colombiano de supuestos ataques, las negociaciones de paz a medio andar y con su padrino político investigado por fraude. Así es, en parte, el ambiente que deberá enfrentar el nuevo Presidente.

07 de Agosto de 2018 | 06:07 | AFP/Redactado por Valentina Salvo U.,Emol
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EFE
BOGOTÁ.- Su mentor siendo investigado penalmente, las tensiones con Venezuela, la oposición en las calles y una paz por concretarse. El derechista Iván Duque comenzará su gobierno de cuatro años en Colombia bajo una tormenta. Una que ha sido heredada en parte por Juan Manuel Santos, quien tras ocho años de mandato deja el poder este martes.

Con 42 años, el ex senador -que asumirá la Presidencia a las 15:45 horas de este martes- enfrentará un escenario en tránsito hacia la reconciliación con las FARC, pero en difícil situación aún con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). También heredará una enemistad declarada con el Presidente venezolano, Nicolás Maduro. Pero además, deberá contrarrestar la mancha en la imagen que podría provocarle la actual situación de su padrino político, el ex Mandatario Álvaro Uribe.

La sombra de Uribe

Con una efímera carrera política, Duque fue el elegido por Uribe (2002-2010) para recuperar el poder para la derecha colombiana más radical, que se opone al acuerdo de paz con las FARC impulsado por Santos.

Durante la campaña, la artillería opositora apuntó a la influencia de Uribe sobre Duque, llegando incluso a llamarlo "títere" del ex Mandatario. De hecho, se ha afirmado que personas cercanas al ex Presidente ocuparán sillas clave en el gabinete: Defensa, Interior, Hacienda y Cancillería. "Uribe va a tener una influencia importante y permanente sobre el gobierno", apunta Javier Torres, profesor de la Universidad Externado de Bogotá.

Pero expertos coinciden en que con la indagación penal que abrió la Corte Suprema de Justicia por fraude procesal y soborno en contra del ex jefe de Estado, la imagen de Duque puede verse mancillada y esto puede golpear duramente el funcionamiento del nuevo gobierno y sus niveles de respaldo en la ciudadanía.

Uribe es investigado por una presunta manipulación de testigos en contra de un legislador opositor en 2012. La indagatoria, que le podría significar hasta ocho años de cárcel, lo llevó a renunciar a su escaño en el Senado, el que había ganado siendo el más votado en las legislativas de marzo.

Enfrentamientos con Maduro

Difícilmente podrían haber terminado peor las tormentosas relaciones entre Santos y el gobierno de Nicolás Maduro. Este fin de semana, el líder venezolano involucró a su homólogo colombiano en un supuesto plan para asesinarlo mediante el uso de drones con explosivos durante un acto militar. La acusación fue descartada por Bogotá y el mismo Santos la tildó de "insólita".

En ese escenario, nada hace prever que bajo el mandato de Duque la relación entre los dos países, que comparten una frontera de 2.200 kilómetros, mejore. De hecho, el nuevo Presidente colombiano, pese a ser un férreo opositor a Santos, solo coincide con él en el rechazo a lo que llaman la "dictadura venezolana".
Durante su campaña, Duque hizo parte de sus consignas el rechazo a la administración chavista, que durante los últimos años llevó al país a una profunda crisis económica y social. Incluso, aseguraba que su entonces rival, Gustavo Petro, convertiría a Colombia en una nueva Venezuela.

Tras ser elegido, el ex legislador prometió trabajar en "una estrategia articulada, multilateral, de manera diplomática para que Venezuela haga una transición hacia elecciones libres". Así, pretende que Colombia siga al frente de la presión internacional sobre Maduro, mientras atiende una de las más grandes olas migratorias: 820.000 venezolanos han sido regularizados en el país cafetero en los últimos años, según cifras oficiales.

Pero si Duque "comienza a contestar cada uno de los pronunciamientos de Maduro (...) va a dar material propagandístico y político para seguir exacerbando y convertirse en el enemigo real o imaginario del régimen bolivariano", advierte el internacionalista Jairo Velásquez.

Sin paz completa

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla reconocida oficialmente en Colombia, está esperando a que Duque decida muy pronto el futuro de la frustrada mesa de diálogo que dejó instalada el gobierno de Santos. Aunque con menos combatientes y capacidad de fuego que las FARC, el grupo guevarista lleva medio siglo en armas contra el Estado y es un factor real de poder en casi un 10% de los 1.122 municipios colombianos, según la Fundación Paz y Reconciliación.

El ELN quiere seguir negociando la paz con Duque, pero el nuevo presidente ya anticipó duras condiciones de diálogo que resultan inaceptables para la guerrilla: suspensión de "todas las actividades criminales" y concentración de las tropas rebeldes bajo verificación internacional.

"Es bastante difícil" que el ELN se acoja a esos planteamientos, asegura el académico e investigador del conflicto Camilo Echandía. En gran parte, agrega, por la misma "fragmentación interna del ELN en un momento en el que muchas de sus estructuras están reacomodándose en las zonas que fueron abandonadas por las FARC".

Oposición de calle

Sin haber sido investido, Duque ya enfrenta una férrea oposición de izquierda y centroizquierda en el Congreso, fuerzas que alcanzaron una votación legislativa que, pese a ser minoritaria, llegó a niveles históricos. Liderada por Petro, el ex guerrillero al que venció en el balotaje del 17 de junio, la izquierda promete protestas públicas en rechazo al nuevo gobierno y en apoyo al acuerdo con las FARC. La primera está convocada en paralelo a la posesión del Mandatario.

Dentro de sus opositores también están los diez congresistas del ahora partido FARC, que llegaron al parlamento como parte del convenio alcanzado con Santos a finales de 2016. Duque se propone modificar el pacto de paz para impedir precisamente que rebeldes condenados por delitos graves puedan ser legisladores.

Un escenario que da cuenta de que el ex senador deberá asumir y hacer frente a un país profundamente dividido entre derecha e izquierda, pero principalmente entre detractores y simpatizantes del pacto que desarmó a 7.000 combatientes y hasta ahora ha evitado 3.000 muertes al año.
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