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Ella fue esclava del EI y él "repara" a víctimas de violación: Quiénes son los ganadores del Nobel de la Paz 2018

La activista yazidí Nadia Murad y el ginecólogo congoleño Denis Mukwege fueron reconocidos este año por dedicar sus vidas a poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra. A continuación te contamos sus historias.

05 de Octubre de 2018 | 11:58 | Agencias/Redactado por Valentina Salvo U., Emol
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Agencias (archivo)
SANTIAGO.- Es difícil imaginar las heridas físicas y psicológicas que sufren las mujeres víctimas de violencia sexual; probablemente Nadia Murad y Denis Mukwege sí lo saben. La activista yazidí y el ginecólogo congoleño han dedicado sus vidas a la lucha por poner fin al uso de la agresión sexual como arma de guerra. Por ello han sido galardonados hoy con el premio Nobel de la Paz 2018.

Cada uno a su manera contribuye a visibilizar el problema para que los responsables de este tipo de atrocidades puedan ser juzgados, consideró este viernes el Comité del Nobel en Oslo. Su reconocimiento envía "un mensaje de toma de conciencia (...) de que las mujeres necesitan protección y los perpetradores deben ser perseguidos y juzgados", consideró la presidenta de la entidad, Berit Reiss-Andersen.

La voz de una antigua esclava sexual

Todo cambió para Nadia Murad el 3 de agosto de 2014. Aquel día la comarca iraquí de Sinyar, donde nació y creció la joven que hoy tiene 25 años, vio cómo una columna de vehículos del Estado Islámico llegaban para iniciar una operación de sometimiento y exterminio. Su objetivo era acabar con los yazidíes, una minoría religiosa de etnia kurda asentada en el norte de Irak a los que el EI considera infieles. Sus raíces se remontan a 2.000 años y han sufrido 74 genocidios.

La masacre supuso la muerte de unas 5.000 personas, según cálculos no oficiales, y la esclavitud de alrededor de 3.000 niñas y mujeres que fueron sometidas a ventas y reventas para su explotación sexual. Una de ellas fue Nadia Murad.

Aquel día estaba junto a su madre y sus 12 hermanos en su natal Kojo, un pueblo agrícola, del que los terroristas se llevaron a todo el mundo. Fue llevada a Mosul, entonces bastión del grupo radical islamista, y durante tres meses sufrió un calvario: fue torturada y víctima de múltiples violaciones colectivas antes de ser vendida varias veces como esclava sexual.

Según su relato, al igual que miles de otras yazidíes, tuvo que dejar hasta su religión para ser convertida al islam y obligada a "casarse" con un terrorista que la agredía. "Incapaz de soportar tantas violaciones" decidió escapar.

Finalmente, en noviembre de ese año, una familia musulmana la ayudó a salir de la zona controlada por el EI. Obtuvo documentos de identidad y emprendió una travesía que la llevó hasta un campo de refugiados en el Kurdistán iraquí. Posteriormente se trasladó a Alemania.

3.000niñas y mujeres yazadíes fueron sometidas a explotación sexual en 2014
Fue en el país europeo que comenzó a alzar la voz para denunciar el suplicio que estaban viviendo los yazidíes. El 16 de diciembre de 2015 dio el gran paso: contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, organización que la nombraría posteriormente embajadora de buena voluntad. Además, logró que se reconociera como genocidio las persecuciones cometidas en 2014 contra su pueblo. "Quisieron robarnos nuestro honor pero perdieron su honor", dijo en 2016.

Desde entonces, Murad se ha convertido en una heroína y en la voz en el "combate yazidí". El reconocimiento de este viernes se suma al que ya recibió en 2016 del Parlamento Europeo, que le otorgó el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia.

Su lucha le ha reservado también algunas buenas sorpresas. El 20 de agosto pasado la joven anunció en Twitter que se casará con otro activista de la causa yazidí, Abid Shamdeen."El combate a favor de nuestro pueblo nos ha unido y seguiremos ese camino juntos", escribió.

El "Doctor milagro"

Trabajar sin descanso y nunca resignarse ante el horror. Esta es la máxima de Denis Mukwege, el doctor que ha ayudado a miles de mujeres violadas en el marco de la guerra en la República Democrática del Congo (RDC).

Ginecólogo de 63 años, nació como el tercero de nueve hijos en los últimos años de la colonización belga y creció en tiempos turbulentos. Estudió Medicina en el vecino Burundi y después se especializó en ginecología en Francia. Allí, pudo quedarse trabajando, pero no lo hizo. Optó por regresar a su país y vivir en él durante los momentos más oscuros. Según sus cercanos, las enseñanzas de su padre, un pastor pentecostal, siempre están presentes en sus acciones. "El hombre deja de ser hombre cuando no sabe dar amor ni esperanza a los demás", declaró en 2015.

"El hombre deja de ser hombre cuando no sabe dar amor ni esperanza a los demás"

Denis Mukwege en 2015
. Volvió al Congo en 1989 y se dedicó a la sanación física y psíquica de muchas mujeres que sufrían graves lesiones genitales producto de la falta de cuidados postparto. En ese mismo contexto fundó en 1999 el hospital Panzi en Bukavu, la capital de la provincia de Kivu del Sur, una de las regiones más violentas y empobrecidas del mundo.

Aunque concibió el centro para permitir a las mujeres dar a luz en condiciones óptimas, en poco tiempo se convirtió en una clínica de tratamiento para víctimas de violaciones masivas, debido al horror de la segunda guerra del Congo (1998-2003). Más de 50.000 mujeres fueron tratadas por el médico y su equipo. "Era una pesadilla", recuerda.

En esa tarea fue testigo de lesiones que sus colegas en otras partes del mundo no suelen ver: heridas infligidas en los órganos sexuales con armas de fuego, armas blancas o incluso botellas rotas. "Hace dos años me trajeron un bebé de 18 meses que había sido violado", contó en una entrevista a la agencia DPA el año pasado. "Me preguntaba a mí mismo si estaba soñando o si era realidad. Pensaba que no podía seguir. Cuando volví (a casa) no podía comer, no podía dormir".

El cirujano tiene manos prodigiosas. Lo llaman el "doctor milagro" porque gracias a él muchas mujeres han podido recuperarse. "El hombre que repara las mujeres", lo catalogó un documental que relata su lucha y la grave situación que vive su país.

50.000 mujeres víctimas de la guerra del Congo han sido tratadas por el médico y su equipo
Como activista de derechos humanos ha llevado este combate a la escena política, lo que casi le cuesta la vida: en 2012, después de exigir ante la ONU el fin de la impunidad a los responsables de violaciones grupales y un mayor compromiso internacional con el fin del conflicto armado en su país, hombres armados asaltaron su casa en Bukavu. Tomaron a sus hijas como rehenes y lo esperaron. El ginecólogo logró sobrevivir al ataque, pero uno de sus empleados murió. "Fue el momento más difícil de mi vida", dijo.

Poco después partió al exilio en Europa, pero regresó a comienzos de 2013. Su vida y la de su equipo siguen corriendo peligro. El año pasado un colega fue asesinado. "Esta vez reaccioné de otra forma (...) Sentí rebeldía. Tenemos que terminar esta guerra", dijo. En la región oriental de Congo siguen operando grupos armados y las mujeres son, con frecuencia, utilizadas como armas de guerra entre el Estado y los rebeldes.

Por su trabajo, Mukwege ha recibido otros premios internacionales antes, como el Sajarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeon en 2014, el Right Livelihood Award - conocido como el "Nobel Alternativo"- en 2013 y el premio Olof Palme en 2008. Desde hacía años sonaba como candidato al Nobel de la Paz.

Hoy, tanto él como Murad son reconocidos en una lucha que, aseguran, seguirán encabezando.
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