El príncipe heredero Mohammed bin Salman.
AP
DUBAI.- En un país que fue mayoritariamente gobernado por una rotación de ancianos monarcas, el príncipe heredero Mohammed bin Salman llamó la atención como una cara joven y renovada que llegaba a modernizar el reino ultraconservador de Arabia Saudita. Sin embargo, esta imagen ha sido puesta en duda a raíz de la misteriosa desaparición del periodista saudí Jamal Khashoggi.
El rastro del reportero, quien cuenta con permiso de residencia en Estados Unidos y escribió varias columnas para el Washington Post en las que criticó al príncipe, se perdió el
2 de octubre cuando fue al consulado saudí en Estambul.
Las autoridades turcas sospechan que fue asesinado y descuartizado por una unidad de 15 agentes saudíes, en una operación que, de haberse producido, habría contado con la autorización de la monarquía. Por su parte, el reino dice que las sospechas "no tienen sustento", pero no ha ofrecido pruebas de que Khashoggi haya salido del recinto diplomático.
La situación tiene a Arabia Saudita en el centro de las miradas internacionales y ha tensionado la relación entre este país y Estados Unidos. De hecho, el Presidente Donald Trump amenazó al Gobierno saudí -tradicional aliado de Washington en Medio Oriente- con un "castigo severo" si se demuestra que sus agentes mataron al periodista.
Además, este hecho ha puesto en tela de juicio al príncipe heredero, lo que ha contribuido a la caída de la trabajada imagen que mantenía en occidente.
Las luces y sombras del príncipe
Cuando el rey Salman asumió en enero del 2015, de inmediato nombró al príncipe Mohammed bin Salman como ministro de Defensa, quien en ese entonces tenía 29 años. La noticia tomó por sorpresa al reino, dada la importancia del cargo y la edad del príncipe, de quien no se conocía mucho hasta ese momento.
Un mes después de asumir este rol, impulsó una guerra contra rebeldes chiítas en Yemen, la cual todavía sigue vigente. Para él, este conflicto es parte de lo que considera una batalla existencial entre Arabia Saudita e Irán en la que está en juego el futuro del Medio Oriente.
En el año 2017, Mohammed bin Salman pasó a ser el príncipe heredero, que llegado el momento reemplazará a su octogenario padre, el rey Salman.
Desde esta tribuna impulsó el
levantamiento de la prohibición de conducir impuesta a las mujeres del ultraconservador reino de la península Arábiga. Fotos de mujeres con abayas negras detrás del volante generaron simpatías en el exterior, lo mismo que las imágenes de mujeres viendo partidos de fútbol y yendo al cine por primera vez en décadas. Sin embargo, de manera paralela el reino detuvo a mujeres que peleaban por sus derechos.
Mohammed también alentó inversiones con la promesa de colocar en la bolsa la gigantesca empresa petrolera estatal, conocida como
Saudi Aramco, pronosticando que su valor llegaría a los 2 billones de dólares.
El príncipe se entrevistó con personalidades del mundo empresarial en Estados Unidos y organizó una conferencia de negocios en el Ritz Carlton de Riad, en la que le dio la ciudadanía a un robot llamado Sofía.
Pocas semanas después, el hotel pasó a ser una prisión de lujo para una cantidad de empresarios y miembros de la realeza arrestados en el marco de los que Mohammed describió como una campaña contra la corrupción. Quienes fueron liberados tuvieron que traspasar parte de sus bienes al estado.
Estos hechos, sumados a la desaparición del reportero, han transformado al príncipe en una figura contradictoria. Aunque, por ahora, el poco acceso a la información de la familia real hace que resulte difícil evaluar el impacto que el episodio de Khashoggi tiene en Arabia Saudita.
La televisión estatal sigue difundiendo imágenes del príncipe Mohammed asistiendo a reuniones y desarrollando sus actividades normales, sin entregar antecedentes de la misteriosa desaparición del periodista.