GUADALAJARA.- La justicia española condenó este jueves a prisión perpetua revisable a Patrick Nogueira, un joven que en 2016 descuartizó a sus dos tíos y asesinó a sus dos primos de uno y tres años, en un cuádruple crimen que causó estupor en España.
Nogueira, autor confeso de los crímenes, recibió la máxima pena prevista en el Código Penal español: una condena perpetua que puede revisarse una vez pasados 25 años en la cárcel, según la decisión leída por María Elena Mayor, presidenta del tribunal a cargo del caso en Guadalajara (60 km al este de Madrid).
El tribunal siguió la pena solicitada por la fiscalía, y aunque puntualizó que Patrick Nogueira padece una "anomalía cerebral", en el momento de los hechos "no tenía limitada ni de forma importante ni leve su capacidad de saber y entender lo que estaba haciendo", según la decisión.
El acusado actuó según los jueces con alevosía y ensañamiento, por lo que recibió tres penas de prisión permanente revisable, por el asesinato de su tío Marcos Campos (40 años) y de sus sobrinos, y una pena de 25 años de cárcel por el asesinato de su tía Janaína Santos Américo (39 años).
El condenado siguió la lectura por videoconferencia desde la prisión donde se encuentra, cerca de Madrid. Apareció sentado, con un chándal negro, los brazos cruzados y el gesto impasible.
Al leer los hechos probados, la presidenta del tribunal dio cuenta de la atrocidad de los crímenes.
El joven llegó al chalé donde vivían sus tíos en Pioz (un pueblo cercano a Guadalajara) el 17 de agosto de 2016, con unas pizzas, y una mochila en la que llevaba un cuchillo de grandes dimensiones, guantes, bolsas de basura y cinta de precintar.
Comió con su tía Janaína, y cuando ésta se encontraba en la cocina lavando los platos, la mató propinándole dos cortes en el cuello. Lo hizo en presencia de sus dos hijos, aumentando con ello "el sufrimiento de los niños, que gritaron, se abrazaron y quedaron paralizados por el miedo", según el texto.
Con el mismo cuchillo e hiriéndolos también en el cuello mató a continuación a la niña, María Carolina, de 3 años y 10 meses, y al niño, Davi, de año y medio de edad. Mientras cometía los crímenes se burló además de sus víctimas en unos mensajes que intercambió por WhatsApp con un amigo brasileño Marvin Henriques, investigado en su país por presunta complicidad.
Por último esperó a su tío Marcos Campos, al que propinó "de forma sorpresiva" 14 cortes en el cuello. Descuartizó a los dos adultos seccionándolos por la cintura, guardó los cadáveres en bolsas precintadas de basura, limpió la sangre, se aseó y esperó hasta la mañana para tomar el autobús de vuelta a su domicilio.
Los cadáveres serían descubiertos un mes más tarde, la madrugada del 18 de septiembre de 2016, a causa del "olor nauseabundo que emanaba de la vivienda", indicó la jueza Mayor.
Costosas indemnizaciones
En virtud de la condena, contra la que cabe recurso, Nogueira deberá pagar las costas procesales e indemnizar con 390.000 euros a los padres y hermanos de sus tíos. Igualmente deberá indemnizar con casi 22.000 euros al dueño del chalé donde cometió los crímenes, que tuvo que limpiarlo a fondo y pintarlo de nuevo.
El juicio oral se celebró del 24 al 31 de octubre ante un jurado popular de nueve miembros, que en su sentencia, hace doce días, halló culpable a Nogueira de dar "muerte intencionada" a sus familiares.
El asesino confeso dijo en su primera declaración al comienzo del juicio que pedía "perdón a (su) familia y la de (su tía) Janaína".
"He notado que mis emociones, la manera como me comporto, la manera que reacciono, no es igual a los demás, es siempre agravada", declaró.
Patrick Nogueira huyó poco después de cometer el asesinato a Joao Pessoa, capital del estado brasileño de Paraíba, su tierra natal. Pero volvió a España en octubre de 2016 y se entregó voluntariamente a la policía, tras convencerlo su hermana de que le convenía cumplir condena en España y no en una cárcel brasileña.
En el proceso, la defensa pidió sin éxito que se consideraran como atenuante un supuesto "trastorno mental transitorio" del acusado y el hecho de haber confesado los crímenes.