Descalzo y con una camisa de rayas azules, Ahmed Al Hamadi, de 13 años, llega a pie desde la escuela hasta el cementerio de Saná, la capital de Yemen, país devastado por la guerra que hoy cumple cuatro años y que ha dejado más de 10.000 muertos, según la Organización Mundial de la Salud.
El adolescente camina entre tumbas muy apretadas las unas contras las otras y cubiertas de hierbas. Transporta bidones de agua en la espalda, riega las plantas y saca el polvo de las lápidas, un trabajo con el que gana algo de dinero. "Normalmente esperamos las procesiones funerarias", explicó a la agencia AFP. "Si nadie se muere nos quedamos aquí y jugamos".
Ahmed forma parte de los millones de niños que cada año luchan para poder quedarse en la escuela y se ven obligados a ayudar a sus familias en el país más pobre de la península arábiga y donde la guerra ha desatado la peor crisis humanitaria de su historia.
La extenuante guerra civil enfrenta a los
hutíes, que controlan el norte del país, contra el
gobierno de facto, con respaldo de una coalición internacional. Pero el conflicto se agravó desde que
Arabia Saudita y sus aliados intervinieron militarmente el 26 de marzo de 2015 para apoyar al Presidente
Abd Rabbo Mansur Hadi frente a los rebeldes respaldados por Irán y que manejan la capital.
"Un bombardeo aéreo nos alcanzó el 26 de marzo de 2015. Yo estaba durmiendo y tres de mis hijos murieron", contó Yasir al Hibshi, quien resultó gravemente herido en la cabeza, en la columna y se pasó varios días en coma luego de que su casa fuera destruida por uno de los ataques. "Pregunté directamente '¿dónde están mis hijos?' y me dijeron que habían muerto", dijoal Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).
"El infierno en la tierra" para los niños
Junto a la violencia, la guerra ha hecho caer el producto interno bruto de la frágil economía de Yemen más de un 50% desde 2015, según datos del Banco Mundial. La moneda local se ha hundido y, con ella, el poder adquisitivo de la población.
La tasa de pobreza ha aumentado un 33% desde finales de 2014, mientras que unos 22 millones de yemeníes, casi el 80% del total, necesitan ayuda humanitaria.
Ante esta situación, Arabia Saudita tuvo que inyectar más de 2.000 millones de dólares a través del Banco Central y este mes Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) pagó los sueldos de cerca de 100.000 profesores.
En ese contexto, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo,
Yemen se ha convertido en el país del mundo árabe donde el trabajo infantil está más extendido. Los niños son más vulnerables que nunca, pues son reclutados como soldados o, en el caso de las niñas, casadas a la fuerza antes de los 15 años.
"Solía ir a la escuela pero tuve que dejarla después de que mi padre muriera", afirmó Amir, de 16 años, a Europa Press. Relata que se tuvo que hacer cargo de la venta de huevos cuando su padre murió y que su vida "quedó arruinada". "Mi infancia se ha ido desde que comenzó esta guerra, todo ha quedado destruido", añade.
En noviembre de 2018, Unicef calificó Yemen como un "infierno en la tierra" para los niños, un país donde el 80% de los menores necesitan ayuda. Según la ONU, dos de los siete millones de niños en edad escolar no van a la escuela.
"Mi infancia se ha ido desde que comenzó esta guerra, todo ha quedado destruido"
Amir, 16 años
Haifa, de solo 10 años y que ahora reside en Abs tras huir con su familia en varias ocasiones de la violencia, afirma que antes del conflicto estaba aprendiendo a leer y soñaba con ser profesora. Hoy, sin embargo, no puede ir a la escuela, "no podemos permitírnoslo".
"No tenemos casa, no tenemos nada (...) Lo que nos está ocurriendo es tan injusto, es injusto para los niños y para todos", se queja. "Hoy en día cualquiera puede quedarse huérfano", subraya.
Ahmed tiene suerte, su escuela sigue abierta pero, como su padre no encontraba trabajo, tiene que ayudar a su familia. Primero intentó vender en la calle pero finalmente acudió al cementerio como último recurso.
Yaser Al Arbahi, de 15 años, que sueña con ser médico, también trabaja en el cementerio desde que su padre sufrió un accidente cerebro vascular. Cada día va a clase hasta las doce y por la tarde trabaja. "Si hay que limpiar una tumba yo lo hago. Y los viernes siempre tengo agua para vender a las familias que vienen", explicó a AFP.
Además de tener que trabajar, en algunas regiones los niños están al borde de la hambruna. Según UNICEF, Unos 360.000 menores se enfrentan a desnutrición aguda severa, lo que les dejaría a un paso de la muerte. "Dependemos de la caridad de la gente para comer", relata Haifa. "¿Cuántas veces más tenemos que irnos a la cama hambrientos?", se preguntó.
Por último, según informe del lunes de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU indica que se detectaron 100.000 posibles casos de cólera a lo largo de Yemen desde principios de año hasta marzo. Más de 190 personas han muerto.