Representantes del Gobierno de Nicolás Maduro y del Presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, estarían negociando. Así al menos lo aseguraron diversos medios de comunicación, que informaron el lugar específico de estas conversaciones: Oslo, Noruega. Desde el bando opositor confirmaron que el Gobierno europeo actúa como "mediador", aunque aún no habría una negociación.
Y no parece extraño que el país nórdico haya sido escogido para esa tarea. Noruega tiene una larga tradición de "facilitador" en los procesos de paz en el mundo y aunque varios países europeos reconocieron a Guaidó como presidente interino, la nación nórdica se limitó a abogar por nuevas elecciones.
Sin embargo, aún cuando las características de Noruega como promotor de negociaciones se prevén ideales para intentar guiar hacia una solución a la crisis venezolana, el país ha acompañado instancias exitosas y otras fallidas.
La diplomacia de la paz como tradición
Año a año, Oslo se convierte en la ciudad de la paz al ser sede de la entrega del Premio Nobel para dicha categoría. No obstante, en otras ocasiones, la capital noruega alberga en su seno citas menos ostentosas y generalmente secretas, pero que resultan claves para miles de personas.
En octubre de 2012, Oslo acogió
el primer acto formal de las conversaciones de paz entre los representantes del Gobierno de Colombia y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), protagonistas de un conflicto armado que dejó al menos 250.000 muertos, 60.000 desaparecidos y millones de desplazados.
En 2016, y solo un día después de que en La Habana (Cuba) se firmara el acuerdo final para la paz de Colombia, en Noruega se llevó a cabo otro anuncio importante: el Gobierno de Filipinas había llegado a un consenso de cese al fuego con la insurgencia maoísta, dando comienzo formal a la negociación definitiva para su desmovilización.
Noruega ya había jugado un rol similar en el proceso que condujo al acuerdo de paz en Guatemala (1996), entre el gobierno y la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), y se implicaría luego en conflictos en Myanmar, Chipre, Aceh (Indonesia), Haití, Sudán y Sri Lanka. Algunos han perdurado en el tiempo y otros no resultaron ser tan exitosos.
El proceso que más marcó al país nórdico fue precisamente uno que terminó desvaneciéndose y que lleva el nombre de su capital. Se vinculó a las negociaciones de paz selladas con el
histórico acuerdo entre el ex Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, y el ex Primer Ministro de Israel, Isaac Rabin. Aquel apretón de manos, captado en los jardines de la Casa Blanca en
1993, ocurrió bajo el alero del Presidente estadounidense, Bill Clinton, pero con el trabajo de los diplomáticos noruegos detrás.
Los denominados "Acuerdos de Oslo" fracasaron con el tiempo, pero fueron clave para visibilizar internacionalmente el papel de Noruega como mediador. Incluso, constituyen el proceso del que "más orgullosos se pueden sentir" los noruegos, según consideró en 2012 el sociólogo Kristian Berg Harpviken, director del Instituto de Oslo para la Investigación de la Paz (PRIO, por sus siglas en inglés) en entrevista con El País.
Otro de los casos donde la nación europea tuvo una gran participación, pero terminó fallando, fue Sri Lanka. Según consignó a RFI Mariano Aguirre, director del Centro Noruego para la Construcción de la Paz (NOREF), entre 1997 y 2009 Oslo promocionó un cese del fuego y un acuerdo por catástrofes naturales. Sin embargo, la paz entre el gobierno y los Tigres Tamiles no fue posible.
Estado neutral
Si bien la actuación de mediadores de conflictos armados se incrementó a partir del final de la Guerra Fría, Noruega y otros países escandinavos comenzaron a forjar su camino diplomático desde antes, con su aporte a la creación de la Liga de las Naciones y luego a Naciones Unidas. Desde entonces, el Estado noruego, organizaciones locales, regionales y culturales, y diversos centros de investigación, han creado en el país todo un ecosistema para la solución de conflictos.
Y sus características lo ayudan a figurar como un lugar propicio para ello. Noruega se separó pacíficamente de Suecia en 1905 y nunca fue una potencia colonial. Junto a Suiza, es uno los pocos países que la comunidad internacional percibe como actores estatales neutrales. Es rico en recursos y no tiene intereses políticos directos, lo que le permite tener vínculos especiales con países poderosos, pero sin ser sus aliados. Además, con apenas 5,2 millones de habitantes (según estadísticas de 2017), es visto como un país donde garantizar la seguridad es más fácil.
Al igual que otros países nórdicos, Noruega se erige como referente global de las democracias liberales, el Estado de bienestar, la sociedad igualitaria y la justicia social. De hecho, según el último Índice de Desarrollo Humano medido por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), tiene el
mejor indicador de calidad de vida del mundo. Incluso, su democracia es considerada la mejor a nivel global por el diario The Economist. Aunque forma parte de la OTAN, no es estado miembro de la Unión Europea.
Todos estos elementos generan confianza al momento de liderar una mediación, por lo que no es raro que la información sobre Venezuela haya generado alerta. Eso sí, expertos llaman a la cautela. "Es peligroso concederles demasiada importancia", declaró Benedicte Bull, profesora de la Universidad de Oslo, a AFP. "Es muy positivo que las dos partes discutan, pero es importante no alimentar demasiadas esperanzas", añadió.
El profesor de la universidad de Bergen, Leiv Marsteintredet, también se mostró prudente: "Estamos en un estado precoz y pienso que es muy poco realista esperar resultados rápidos (…) Pero que las dos partes deseen hablar es un cambio reciente que puede justificar un optimismo prudente".