Sin oxígeno en las salas de cuidados intensivos ni guantes en la sala de emergencias, los médicos residentes del mayor hospital de Haití se declararon en huelga para protestar contra el entorno sucio y exigir seis meses de pagos atrasados.
"No tenemos casi nada de lo que debe haber en los servicios de emergencia", dijo Emmanuel Desrosiers, de 24 años, uno de los médicos en entrenamiento en el Hospital de la Universidad Estatal de Haití (HUEH), cuyo personal inició el lunes una huelga.
"Cuando llega un paciente deberíamos hacernos cargo de inmediato de él, pero
comenzamos enumerando las cosas que él o sus familiares necesitan ir a comprar", denunció.
El HUEH, conocido como el "hospital general", atiende a las familias más desfavorecidas de este empobrecido país caribeño.
Comprar los suministros médicos es un dolor de cabeza financiero, pero las clínicas privadas son demasiado caras.
En edificios desmoronados en el centro de Puerto Príncipe, los pacientes masculinos y femeninos se amontonan en pequeñas habitaciones, rodeados de botes de basura desbordados.
"No tenemos casi nada de lo que debe haber en los servicios de emergencia"
Emmanuel Desrosiers
"Nos sentimos ridículos cuando damos consejos higiénicos a los pacientes", comentó un médico al respecto.
Desde que iniciaron su residencia, hace casi seis meses, estos jóvenes profesionales no han cobrado sus sueldos.
Tras cinco años de estudios médicos, el Estado debe pagarles 9.000 gourdes haitianas (HTG) por mes, equivalentes a apenas 100 dólares debido a la devaluación de la moneda nacional.
Los directores del hospital, que nada están haciendo para mejorar la situación del recinto, esperan la construcción de un nuevo establecimiento, comentó Yveline Michel, residente en el hospital.
El nuevo HUEH tendrá dos pisos y más de 530 camas una vez que esté terminado, pero no está claro cuándo será eso.
El proyecto comenzó después del terremoto de enero de 2010, que destruyó más de la mitad del hospital. Estados Unidos, Francia y Haití invirtieron 83 millones de dólares en el nuevo establecimiento, que debería haberse completado en 2016.
Hay escasa actividad visible en el sitio en construcción, que se puede ver a través de las ventanas del edificio actual.
Debido al calor, las ventanas están siempre abiertas, permitiendo la entrada de ruido y polvo de la calle.
"En cualquier momento podríamos perder pacientes, pero el Estado no está haciendo nada para salvar sus vidas", dijo Michel, de 25 años.