Filipinas se encuentra en alerta nacional por un grave brote de dengue, que suma ya más de 115.000 enfermos y casi 500 muertos, la mayoría niños, mientras el país se recupera del escándalo por los efectos adversos de la vacuna Dengvaxia.
Según el último recuento del Departamento de Salud, los contagios han aumentado un 85% en el último año, con 115.986 casos y 491 muertes -un 40% más- entre el 1 de enero y el 6 de julio.
De momento la situación alcanza dimensiones de epidemia en cuatro regiones del centro del país (Calabarzon, Bisayas Occidental, Bisayas Central y Mindanao Norte), pero amenaza con extenderse por toda Filipinas a medida que avanza la temporada de lluvias y se mitiga la intensa sequía de los últimos meses.
En otros países de la región como Singapur (con 7.400 infecciones y cinco muertes en lo que va de año) o Tailandia (con más de 50.000 enfermos y 65 fallecidos) también se han alcanzado cifras récord este año, pero sin llegar a los niveles de Filipinas.
En el archipiélago, la sequía que afectó especialmente a Manila ha servido de contención de la enfermedad al impedir que los hogares tuvieran agua almacenada, hábitat en el se reproduce fácilmente el mosquito Aedes Aegypti, transmisor de la enfermedad.
"Ahora que el suministro de agua se ha normalizado, nos preocupa que en cualquier momento se dispare el número de casos de dengue en Manila", explicó a Efe el doctor Ferdinand De Guzmán, director del Hospital San Lázaro de Manila, el centro nacional especializado en enfermedades infecciosas y tropicales.
Preparados por si el brote llega a la capital -donde viven más de 13 millones de personas, un tercio hacinadas en barriadas insalubres-, ese hospital ha comenzado a recibir pacientes de otras provincias, desbordadas por la alta incidencia de la enfermedad y cuyos hospitales "no cuentan ni con personal especializado ni con métodos de diagnóstico adecuados", indicó el doctor.