Luego de que el Congreso de España rechazara investir al líder socialista y Presidente en funciones, Pedro Sánchez, como jefe del nuevo Gobierno, todos los ojos ahora miran hacia el calendario para contabilizar los días que restan para evitar o precipitar unas nuevas elecciones generales.
El fracaso de Sánchez en la audiencia de este jueves supone que su candidatura a liderar España queda desactivada y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, debe comunicar en las próximas horas al Rey Felipe VI que el proceso, que él le encomendó liderar al socialista el 6 de junio pasado, fracasó.
A partir de ahí, el monarca tiene dos opciones: decidir si convoca inmediatamente a una nueva ronda de consultas, o bien, da un tiempo a los partidos para tantear terreno y determinar más adelante si hay opciones de proponer otra vez una candidatura. Esta segunda opción es la que parece más probable teniendo en cuenta los antecedentes históricos.
Tal como lo consigna el artículo 99 de la Constitución de España, a partir del
23 de julio - primera votación de Sánchez -
comenzó a correr el plazo de 60 días para que los partidos políticos vuelvan a sentarse a negociar
la formación del Ejecutivo. De esta forma, el límite para lograr una nueva investidura es el
23 de septiembre.
En caso de que no se logre proponer una candidatura para esa fecha, el día 24 de septiembre el rey procedería a disolver la actual legislatura - surgida de los comicios de abril - y a convocar a unas nuevas elecciones generales que deben celebrarse 47 días más tarde, es decir, el 10 de noviembre.
De lo contrario, si en las rondas de conversaciones el rey considera que hay un candidato que cuente con los respaldos políticos necesarios para eventualmente lograr convertirse en jefe de Gobierno, se celebraría un nuevo debate de investidura bajo el mismo formato que el que vivió Sánchez: en la primera votación necesitaría mayoría absoluta y, si no, en la segunda le basta la mayoría simple.
Cuarta elección en cuatro años
España ya vivió una situación similar hace tres años, cuando el conservador Partido Popular (PP) logró la mayor cantidad de escaños en los comicios de diciembre de 2015, pero sin obtener la mayoría del Parlamento.
Ante la inhabilitación del líder popular, Mariano Rajoy, el PSOE cerró un pacto de gobierno con el liberal Ciudadanos, pero se encontró con el rechazo del PP y Podemos, que le negaron la investidura a Sánchez. Tras varios meses de incertidumbre, en junio de 2016 hubo una repetición de los comicios que dieron la victoria al PP y permitieron continuar en el poder a Rajoy.
El fracaso de hoy convierte a Pedro Sánchez en el primer candidato a la Presidencia del Gobierno desde 1978 con dos investiduras fallidas a su haber. En ambas ocasiones, ha sido el voto contrario de Unidas Podemos, el partido a la izquierda del PSOE, que ha inclinado la balanza en su contra.
Pero Sánchez llegó al poder en junio del año pasado también logrando un hito: triunfar en la primera moción de confianza exitosa en la democracia española reciente, que desalojó a Rajoy del poder, y para la que sí tuvo el apoyo de Podemos y de otros partidos nacionalistas y regionalistas, como los catalanes.
Aún así, a principios de este año perdió aquella exitosa alianza mayoritaria, ante la desvinculación de los independentistas de Cataluña que bloquearon sus presupuestos de Estado. Ello lo obligó a adelantar las elecciones para el 28 de abril, las que el PSOE terminó ganando sin mayoría absoluta.
Bajo este contexto de fragmentación e inestabilidad política, los españoles han sido convocados a las urnas tres veces desde comienzos de 2015. Esta vez, si pasados los 60 días de plazo no hay Gobierno, acudirán a las urnas por cuarta vez en solo cuatro años.