"Pido a ambas fuerzas políticas y a sus respectivos líderes que hagan una elección clara y que nos digan si tienen intención de seguir con el contrato de Gobierno". Con este llamado de atención a la Liga (ultraderecha) y al Movimiento 5 Estrellas (M5S), el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, parecía advertir, en junio, sobre la crisis política que estaba ad portas de desatarse en el país europeo.
En medio de una alta fragmentación política dejada por los comicios y en un difícil ejercicio por superar sus diferencias, el M5S y la Liga decidieron a finales de mayo de 2018 que gobernarían juntos el país, y lo harían bajo un liderazgo neutral: el de un académico "outsider".
Sin embargo, tal y como se esperaba, las discrepancias fueron mucho más que los aspectos en común, y las disputas terminaron generando una tensión que superó cualquier acuerdo anterior.
Tras un año y dos meses en el Ejecutivo, el partido ultranacionalista dirigido por el ministro del Interior, Matteo Salvini, decidió este jueves responder al emplazamiento de Conte y poner fin a ese "contrato de Gobierno" que había firmado con el titular de la formación antisistema, Luigi Di Maio.
"Ya no hay mayoría gubernamental (...) demos la palabra a los electores", exigió Salvini, instando al primer ministro a renunciar y a que se convoque unas nuevas elecciones.
Discrepancias latentes
Los comicios del 4 marzo de 2018 dejaron dos nombres propios: Luigi Di Maio y Matteo Salvini, líderes de los dos partidos populistas de Italia y grandes ganadores de la jornada. El M5S se consagró como la colectividad más votada, con un 32% de los sufragios, lo que triplicó su representación y lo perfiló como partido gobernante. En tanto, la Liga se quedó con un 17% de los respaldos y se convirtió en la fuerza de derecha más votada.
Nadie pronosticó que las dos formaciones podrían acordar una administración. Pero lo hicieron y crearon una fórmula inédita arropada bajo su rechazo a las fuerzas políticas tradicionales y su euroescepticismo en común. "Lo que tenían ambos partidos es un consenso muy sólido sobre la necesidad de, en un momento de crisis, suplantar a los partidos tradicionales", explicó Jorge del Palacio, académico de la Universidad Rey Juan Carlos, al periódico español 20 minutos.
Desde entonces nada ha sido fácil y el rol de mediador que adquirió Conte se ha ido desgastando ante las múltiples discusiones internas que incluyen, entre otros, temas financieros, de inmigración e infraestructura.
La gestión económica fue la primera gran disputa. Desde un inicio, el líder de la ultraderecha italiana planteó su idea de concretar una
reducción de impuestos, por lo que, animado por los buenos resultados de la Liga en las elecciones europeas del 24 de mayo, convirtió la medida en una prioridad. El problema fue que su recorte chocó con la voluntad de Di Maio de
impulsar políticas sociales, entre ellas, un sueldo mínimo. "Primero viene la baja de impuestos. Antes de redistribuirla, a la riqueza hay que crearla", dijo Salvini este martes.
Ambas intenciones se evidenciaron en un presupuesto que aumentaba notablemente el déficit del Estado italiano y que logró apenas la aprobación de la Unión Europea a fines del año pasado. En junio el bloque estuvo a punto de sancionar a Italia por sus medidas insuficientes para controlar el creciente déficit del Producto Bruto Interno, lo que llevó a Conte a amenazar con su dimisión si es que Salvini y Di Maio no se ponían de acuerdo.
Paralelamente, la pelea por el futuro del subsecretario de Transporte acusado de corrupción también tuvo entre las cuerdas a la coalición. Armando Siri, quien es asesor económico de Salvini, está siendo investigado por presuntamente aceptar sobornos para promover los intereses de empresas de energías renovables. Aunque él niega cualquier irregularidad, Di Maio pidió su dimisión en abril pasado. "Si la Liga no tiene nada que ver con estas acusaciones (…) que demuestre que es ajena a los hechos alejando a Siri del Gobierno", dijo, según informó entonces ADNKronos. Pero Salvini lo descartó.
Por otro lado, las
iniciativas contra la inmigración, bastión de las políticas de la Liga, también volvieron un dolor de cabeza para la convivencia del Ejecutivo. Aunque no implicó una disputa directa entre él y Di Maio, la aprobación de una ley que endureció las multas contra las embarcaciones de ONGs de rescate y que facilitó la repatriación de migrantes, le costó al líder del M5S el rechazo y la crítica de miembros de su partido. Finalmente, la continuidad de la alianza predominó.
Con todo lo anterior y múltiples amenazas de quiebre sobre la mesa, las divisiones sobre la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad entre Turín (Italia) y Lyon (Francia) se convirtió en detonante de la crisis. El miércoles pasado, Salvini y el resto de los representantes de la Liga, que consideran el TAV una obra estratégica para el país, rechazaron en el Senado una moción de sus socios del M5S para frenar el proyecto, que creen es un gasto de recursos innecesario. Un día después, Salvini anunció que daba la alianza por finalizada.
El jaque de Salvini
Pero además de las diferencias entre los partidos políticos, una de las causas de la ruptura de la coalición tiene que ver con la irrupción de Salvini como protagonista del Ejecutivo italiano. Desde la cartera de Interior, el ultranacionalista impulsó su política de contención de la inmigración ilegal que le ha significado la simpatía de gran parte del electorado.
Pero no solo se ha limitado a su ministerio. Durante este último año, el titular de la Liga ha sacado provecho de las polémicas con su socio M5S y ha opinado de todos los asuntos políticos y económicos. Incluso ha organizado reuniones con los sindicatos y empresarios, sin contar con la presencia de Conte ni del ministro de Economía, Giovanni Tria.
Su estrategia de posicionarse como un segundo primer ministro le trajo los primeros frutos en las elecciones al Parlamento europeo, en las que obtuvo un 34% de los sufragios. Sumado a ello, los últimos sondeos le dan una intención de voto de entre un 36 y un 38%, muy por sobre el M5S, que se hundió hasta el 17%.
De concretarse estos pronósticos,
la Liga lograría mayoría absoluta en coalición con sus dos socios conservadores, Forza Italia, del ex primer ministro Silvio Berlusconi, y Hermanos de Italia. Por ello, no sería extraño que, tal como consignan medios locales, la Liga busque la renuncia de Conte en las próximas semanas y que las elecciones legislativas se celebren en la segunda mitad de octubre. Así, Salvini, quien ya admitió que quiere ser primer ministro, acabó dejando en jaque a la política italiana.