Solo 24 kilómetros separan el pequeño pueblo de Tvirzha, en el oeste de Ucrania, del puesto fronterizo con Polonia de Shegyni, hasta allí llegaron varios vehículos repletos de mujeres y niños que querían salir del país.
Montones de basura y algunos coches abandonados eran la única evidencia del monumental atasco de finales de la semana pasada.
También fue en Tvirzha, enfrente de la escuela que dirigen, donde Ivana Shcherbata instaló una parada ofreciendo bebida caliente y comida con ayuda de algunas mujeres del municipio, "Nos pusimos en pie e hicimos todo con nuestras propias manos", dice la mujer.
Enfrente suyo hay todo lo que un pasajero con frío puede desear: té, café, bocadillos y enormes ollas de Borsch, una popular sopa de remolacha cuyo origen se disputan Ucrania y Rusia, preparada en las cocinas de la escuela.
En la segunda planta del centro, el dormitorio de la guardería acogía a madres y niños que buscaban un espacio templado para la noche.
Muy conmovida
"Empecé esto de forma espontánea y entonces estas mujeres vinieron a ofrecer ayuda y a traer comida", explicó Shcherbata en la cocina.
Llegada de Kriviy Rih, en el centro de Ucrania, Daria, con su hijo en brazos, no encuentra palabras para describir la solidaridad que se ha encontrado en su trayecto.
"Estoy muy conmovida de que tengamos un pueblo así. En todos lados nos dieron comida, ropa, hacían todo para ayudarnos", relató esta funcionaria del gobierno de 32 años, que llevaba tres días en la carretera, uno entero en un atasco.
Según Naciones Unidas, más de 677.000 personas han huido a los países vecinos, especialmente a Polonia que ha recibido más de 400.000 refugiados, según su guardia fronteriza.
Las carreteras del país quedaron colapsadas, con atascos a veces agravados por los puntos de control instalados en varios municipios del oeste de Ucrania por parte de voluntarios que temían "provocaciones" rusas.
Un trayecto espantoso
"El viaje fue realmente duro. Es más tranquilo aquí, pero el camino fue espantoso", dijo Katerina Zaporojets, una trabajadora de laboratorio de la ciudad de Cherkasy.
En su caso tardó unas 24 horas para llegar al punto fronterizo de Shegyni, un trayecto de algo más de diez horas en condiciones normales. Y ahora le quedan probablemente otras 48 horas antes de poder cruzar a Polonia.
Los seis niños que ella y dos amigas condujeron para llevarlos hasta la seguridad de Polonia ya deben estar cruzando la frontera en alguno de los autobuses fletados por las autoridades hasta el punto de control de Shegyni.
A pesar de semanas con ruido de sables, estos futuros refugiados no estaban preparados para lo que les esperaba. "Estas últimas dos semanas, me sospechaba que algo así ocurriría. Pero nunca pensé que sería tan terrible", admitió Zaporojets, que no tiene planes más allá de poner los pequeños a refugio.
Por otro lado, un puñado de coches viajan en dirección contraria, hacia el corazón del conflicto.
En ellos van algunos hombres que han dejado a sus familias en la frontera pero también algunos grupos de hombres con rostro serio, puede que ucranianos residentes en el extranjero que han decidido volver a ayudar a su país.