"A quienes acogen a terroristas no les diremos 'sí' cuando quieren unirse a la OTAN". Esa declaración realizó el lunes el Presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, manifestando su intención de vetar la entrada de Finlandia y Suecia a la OTAN, a la que Turquía pertenece desde 1952.
Ankara considera que especialmente Suecia es un santuario (o una "incubadora", en palabras de Erdogan) para "terroristas", en referencia tanto a miembros de la guerrilla PKK activa en Turquía, reconocida por la Unión Europea como terrorista, como las milicias YPG de Siria, que no tienen esa consideración.
"En su Parlamento hay diputados que defienden a los terroristas y no nos entregan a quienes deben entregarnos", dijo ayer Erdogan.
Suecia ha sido un destino habitual para activistas kurdos exiliados, como Zübeyir Aydar, exdiputado del Parlamento turco en busca y captura por supuestos vínculos con el PKK, que el pasado abril participó en una conferencia en el Parlamento sueco.
Parlamentarios suecos como Pehr Garton o Jaber Amin han pedido a la Unión Europea eliminar al PKK de las lista de organizaciones terroristas, y la diputada sueca Amineh Kakabaveh, de origen kurdo-iraní, ha dicho que Erdogan se refería a ella al decir que hay terroristas en el Parlamento de Estocolmo.
En 2018, Turquía pidió a Suecia y otros países europeos la extradición del líder kurdosirio Salih Muslim pese a que hasta 2014 era el interlocutor de Ankara para el noreste de Siria.
El Gobierno turco considera que el PKK y YPG son dos ramas de la misma organización, que considera terrorista.
El PKK inició en 1984 la lucha armada contra el Estado turco para lograr la independencia del Kurdistán, pero desde 2013 sólo reivindica la descentralización para mejorar los derechos de los aproximadamente 12 millones de kurdos de Turquía.
Desde 2018, Turquía combate también contra las milicias kurdas del YPG en la franja norte de Siria, para evitar la creación de una región autónoma kurda en este país, desde donde podrían llegar armas y combatientes al PKK en suelo turco.
Washington empezó a apoyar en 2014 a las milicias kurdosirias contra los yihadistas del Estado Islámico y Europa sigue esta línea: el PYD, brazo político del YPG, ha abierto oficinas, sin estatus diplomático, en Praga, Berlín, Estocolmo y Ginebra, y Suecia fue el primer país europeo, seguido de Finlandia, Austria y Bélgica, en enviar una delegación oficial al noreste de Siria.
Tanto Suecia como Finlandia recuerdan que el PKK está proscrito en el país por considerarse terrorista en la UE.
"Si esto sigue siendo ambiguo para alguien, podemos escribirlo en mayúsculas y decirlo en cualquier contexto", ha sentenciado recientemente el ministro de Exteriores finlandés, Pekka Haavisto.
Aparte de Suecia y Finlandia, también Noruega y República Checa, ambos miembros de la OTAN, han restringido exportaciones de armamento a Turquía por su guerra contra el YPG en Siria.
Por eso, el verdadero destinatario de la amenaza de veto turco es el Gobierno estadounidense, cree el analista turco Yavuz Baydar: al crear una crisis en la OTAN, Erdogan quiere recuperar un contacto directo con el Presidente Joe Biden para comprar más cazas F-16 y modernizar los que ya posee.
EE.UU. sacó a Turquía del programa de adquisición del moderno avión de combate F-35 después de que Ankara comprara un sistema antimisiles ruso.
Varios columnistas turcos han advertido que Erdogan está jugando por encima de sus posibilidades, ya que la frágil economía turca no permite una confrontación política con la OTAN.