Hoy se veía gente escalando el muro y entrando en la oficina del primer ministro ante las celebraciones de la multitud.
Reuters
El Presidente de Sri Lanka huyó del país esta madrugada, en una fuga en plena noche apenas unas horas antes de que venciera el plazo en el que había prometido renunciar, en medio de protestas por una devastadora crisis económica que ha provocado grave desabastecimiento de alimentos y combustible.
El mandatario, Gotabaya Rajapaksa, y su esposa se marcharon en un avión de la Fuera Aérea de Sri Lanka a Maldivas, según un comunicado de la fuerza aérea.
Pero la crisis está lejos de terminar. Los manifestantes reclamaron que el primer ministro se marchara también de inmediato. La oficina del primer ministro declaró estado de emergencia e impuso un toque de queda en parte del país.
"Lo que hizo Rajapaksa, huir del país, es un acto cobarde", dijo Bhasura Wickremesinghe, de 24 años, estudiante de ingeniería eléctrica marítima. "Yo no celebro. No hay nada que celebrar. En este momento no tenemos nada en este país".
Aunque Rajapaksa había aceptado renunciar ante la presión de las protestas, el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, ha dicho que no se marchará hasta que haya un nuevo gobierno.
Hoy se veía gente escalando el muro y entrando en la oficina del primer ministro ante las celebraciones de la multitud, que los animaba y ondeaba banderas de Sri Lanka. La policía trató de dispersar a la multitud con gas lacrimógeno, pero no lo logró y cada vez más gente marchaba por la calla y hacia la oficina.
Algunas personas alzaban el dedo anular en gesto de rechazo hacia los helicópteros que sobrevolaban la zona. Algunos manifestantes que parecían estar inconscientes fueron trasladados a un hospital.
Los manifestantes ya habían tomado la vivienda y la oficina del Presidente y la residencia oficial del primer ministro, tras meses de protestas que prácticamente han desmantelado la dinastía política de la familia Rajapaksa, que gobernó Sri Lanka durante las dos últimas décadas.
Los inconformes han prometido ocupar los edificios oficiales hasta que se hayan marchado los mandatarios. Durante los últimos días ha acudido gente al palacio presidencial, casi como si fuera una atracción turística, y han nadado en la piscina, contemplado los cuadros o descansado en camas llenas de almohadas. También prendieron fuego a la residencia privada del primer ministro.