Ese martes marcaba el undécimo día de los Juegos Olímpicos de Munich, unos "Juegos de la Alegría", según el lema, que tenían como objetivo hacer olvidar aquellos organizados en Berlín en 1936 bajo el régimen nazi.
Al amanecer, ochos hombres vestidos con ropa deportiva y cargando bolsos escalaron la reja que rodea la villa olímpica y se dirigieron hacia el número 31 de la calle Connolly, donde residía la delegación israelí. Quienes se topaban con ellos pensaban que se trataba de atletas que volvían de una "salida" nocturna por la ciudad.
Con el rostro cubierto y armas en mano, los hombres irrumpieron en las habitaciones de los israelíes. El entrenador Moshe Weinberg y el pesista Yossef Romano murieron a disparos en el ataque. Algunos lograron escapar, pero nueve deportivas resultaron retenidos en el lugar con las manos atadas en la espalda.
Dos trabajadoras de limpieza que se encontraban cerca, dieron la alerta tras haber oído disparos.
"Era entre las 4 y las 5 de la mañana (...). Al abrir mi puerta vi en el descanso de la escalera un hombre vestido de civil con una gorra y una ametralladora", relató a la AFP un primer testigo, que se alojaba en el mismo inmueble que los israelíes.
"Poco después de las 08:00 locales, cerca de 3.000 policías fueron apostados en la villa olímpica y alrededores. Tiradores de élite llegaron y rodean el inmueble", narraron entonces periodistas de la AFP.
Por la mañana, la organización palestina "Septiembre Negro", que ya había cometido varias acciones de gran notoriedad pública, reivindicó la operación. El comando exigía la liberación de más de 200 prisioneros detenidos en Israel -algo a lo que se negó el gobierno de la primera ministra israelí Golda Meir- o, en caso contrario, ejecutaría a los rehenes.
Este ultimátum fue postergado varias veces a lo largo de la jornada, en medio de las negociaciones entre las autoridades de Alemania Occidental y los fedayines.
Durante ese tiempo, una multitud de miles de personas se congregó en las afueras de la villa olímpica.
Las competencias se desarrollaron con normalidad desde la mañana. Recién a las 15:50 horas locales los organizadores anunciaron la suspensión de los Juegos hasta el final de una ceremonia de homenaje a las dos víctimas del ataque prevista para el día siguiente a la mañana.
Poco después de las 22:00 horas, les fedayines y sus nueve rehenes son transportados en autobús hacia dos helicópteros, que despegan hacia el aeropuerto militar de Fuerstenfeldbruck, cerca de Munich. Los responsables alemanes viajan en un tercer helicóptero.
Los negociadores habían convencido a los secuestradores de ir a ese lugar para partir hacia El Cairo a bordo de un avión puesto a su disposición. Para entonces se había previsto una intervención policial en el aeropuerto, donde cinco tiradores de élite estarían posicionados para neutralizar al comando y liberar a los rehenes.
El tiroteo comienza rápidamente. Los intercambios de disparos se prolongaron, un fedayín lanzó una granada en un helicóptero, que explotó y se incendió.
Hacia la medianoche, el portavoz del gobierno alemán, Conrad Ahlers, afirmó que "la operación de recuperación fue coronada con éxito". Según la policía, "todos los rehenes están sanos y salvos".
Sin embargo, los periodistas en el lugar constatan a la misma hora que el enfrentamiento "hace estragos". "Se escuchan cada tanto ráfagas de ametralladoras, también disparos aislados, sin duda de los tiradores de élite", describía la AFP.
La policía anuncia una conferencia de prensa en Munich. Uno de los reporteros de la AFP presente en el aeropuerto, Charles Biétry, que sospechaba de una maniobra de distracción, decide quedarse en el lugar junto a dos colegas de la prensa escrita francesa.
En la oscuridad ve salir a "un hombre de traje y corbata con el rostro bañado en lágrimas", contararía más tarde. "Todo ha salido mal, todos los rehenes están muertos", dice en alemán el hombre, el alcalde de Munich, Georg Kronawitter.
Biétry encuentra una pareja que lo lleva en auto hasta una cabina telefónica desde la cual llama a la agencia. "Lo más terrible era escuchar por la radio los gritos de alegría que venían de Israel", donde se creía que los rehenes se habían salvado, recordaría.
A las 02:16 locales, la AFP anuncia que "todos los rehenes murieron". Las autoridades alemanas confirmarían la noticia 56 minutos más tarde.
Hubo once víctimas fatales israelíes, los nueve rehenes y los dos miembros del equipo muertos al inicio del ataque. Un policía alemán también resultó víctima del tiroteo. Hubo cinco miembros del comando muertos y otros tres detenidos.
Mientras estallaba la polémica por el fiasco de la operación policial, el Comité Olímpico Internacional (COI) anuncia en la mañana del 6 de septiembre que "los Juegos continúan".
"No podemos tolerar que un puñado de terroristas destruya este núcleo de colaboración internacional y buena voluntad que constituyen los Juegos Olímpicos", declara su presidente, Avery Brundage.