Luiz Inácio Lula da Silva asumirá el poder este 1 de enero y sumará a Brasil a la nueva "marea rosa" de América Latina, pero lo hará con un elevado pragmatismo, moderación, sin cargas ideológicas y centrado en promover la integración.
"Brasil vuelve al mundo", ha dicho Lula, quien considera que el país se convirtió casi en un "paria" internacional con la política exterior impuesta por el Presidente saliente, Jair Bolsonaro, que estuvo marcada por su pensamiento ultraconservador.
La agenda externa del líder derechista alejó a Brasil sobre todo de América Latina y, de hecho, sus primeras decisiones fueron abandonar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a los que consideraba "dominados por la izquierda".
Lula había participado en la creación de ambos organismos, a los que Brasil se reintegra ahora y que, junto con el Mercosur, serán el nuevo pilar de las relaciones externas del país, que también tenderá puentes hacia África y el resto del mundo en desarrollo.
Aunque algunos críticos afirman que este nuevo Brasil cambiará su actual alineamiento con la ultraderecha global por una orientación de izquierdas, el diplomático Mauro Vieira, designado como ministro de Relaciones Exteriores por Lula, ha anunciado que la política de Lula hacia el mundo estará completamente despojada de ideologías.
"Brasil es uno de los pocos países que mantiene relaciones diplomáticas con todos los miembros de las Naciones Unidas", subrayó Vieira, quien además garantizó que "la integración será la única ideología" en su gestión.
Vieira, de 71 años y quien ya ocupó ese cargo entre 2015 y 2016, durante el Gobierno de Dilma Rousseff, es
un diplomático de carrera, ajeno al mundo partidario y conocido por su pragmatismo, moderación y perfil técnico.
El nuevo ministro también ha aclarado que el énfasis que Brasil pondrá en los países de Latinoamérica y África no relegará a un segundo plano las relaciones con Estados Unidos, la Unión Europea y Asia, las cuales ha calificado de "estratégicas".
El regreso a Latinoamérica comienza por la Celac
La cumbre que la Celac celebrará el próximo 24 de enero en Buenos Aires será, hasta ahora, el primer compromiso internacional de Lula, quien así sellará el regreso del país a ese organismo.
También recobrará una tradición de la diplomacia brasileña, según la cual Argentina es el primer país al que un nuevo presidente viaja en visita oficial. Fue así durante décadas, hasta que Bolsonaro lo ignoró y en 2019 eligió para su primer viaje el Estados Unidos de su "amigo" Donald Trump.
En el caso de Lula, ya ha sido invitado para una visita oficial a Washington por
Joe Biden y, según Vieira, se concretará en el primer trimestre de 2023, período en el que el nuevo Presidente brasileño también pretende viajar a
China.
La potencia asiática es desde hace una década el primer socio comercial de Brasil y ambos países son miembros del foro BRICS, que integran junto con Rusia, India y Suráfrica y que también fue creado durante la anterior gestión de Lula.
Esa agenda inicial, según dijeron a EFE fuentes cercanas al nuevo canciller, ha sido diseñada en función de la "diversidad" que Lula le imprimirá a las relaciones de un Brasil "que volverá a conversar con todo el mundo", con el "multilateralismo" como guía.
La "diversidad" que anuncia el nuevo Gobierno brasileño es una de las características de la América Latina que recibirá a Lula en su retorno al poder.
Una región con
una mayoría de gobiernos de izquierda, pero con marcadas diferencias y que no encuentran consenso para situaciones conflictivas, como las que viven Venezuela y Nicaragua, a las que suma ahora un agravamiento de la inestabilidad política en Perú tras la destitución de Pedro Castillo.
Sobre los asuntos más espinosos, Lula ha sido hasta ahora esquivo y, en relación a Venezuela y Nicaragua, ha evitado ser crítico, se ha limitado a manifestar su deseo de "más democracia" en la región y a apostar en el "diálogo" para la resolución de conflictos.
De hecho, Vieira ha anunciado que Brasil restablecerá este mismo 1 de enero las relaciones con la Venezuela de Maduro, tachado de "dictador" por el Gobierno de Bolsonaro, que reconocía al cada vez más aislado opositor Juan Guaidó como "presidente legítimo" de ese país.