El terremoto del 6 de febrero, que devastó el sur de Turquía, reveló abruptamente los límites del poder centralizado promovido por el Presidente Recep Tayyip Erdogan.
Los servicios de socorro tardaron varios días en llegar al corazón de la zona siniestrada, mientras los sobrevivientes, abandonados y sin comida, intentaban como podían extraer de los escombros a sus allegados.
El poderoso ejército turco no fue movilizado de inmediato. El Gobierno, para mantener el control total de la situación, prefirió confiar las operaciones al organismo público de gestión de catástrofes, Afad, rápidamente desbordado por la magnitud del drama.
Erdogan reconoció "lagunas" en la organización de las tareas de socorro pero alegó que nadie podría haberlo hecho mejor ante la enormidad del temblor de magnitud 7,8, ocurrido en zonas urbanas y de noche.
Doce días después del temblor, más de 36.000 cuerpos sin vida fueron retirados de los escombros en Turquía, un balance que según la ONU acabará siendo muy superior.
"La centralización afecta a todas las instituciones en Turquía, incluyendo aquellas que no deberían estarlo, como la Afad", explica Hetav Rojan, consejero de gestión de catástrofes en Dinamarca, que sigue de cerca la situación en Turquía.
Según este experto,
la hipercentralización del poder dificultó el despliegue de la ayuda en las regiones más afectadas, incluso la de los equipos extranjeros.
"Para una gestión efectiva de los servicios de rescate, hay que hacer lo contrario: dar autoridad a equipos locales con medios locales", apunta Rojan.
Pero, según Rojan, "el Gobierno turco trata seriamente de controlar el relato nacional de la gestión de la ayuda".
Altercados
Las redes sociales están plagadas de testimonios de voluntarios que acudieron en ayuda de sus vecinos y se vieron obligados a esperar autorizaciones o equipos que tardaban en llegar.
Incluso los operadores de grúas que proponían ayuda, indispensable para los equipos de rescate, tuvieron que esperar el acuerdo de la Afad para desplegarse.
Periodistas de la AFP presenciaron altercados entre los voluntarios de una ONG y representantes de la Afad en Elbistan, en la provincia de Kahramanmaras, donde la temperatura cayó por las noches a 15 grados bajo cero.
"Empezamos a trabajar en los escombros pese a que la Afad trataba de disuadirnos de hacerlo.
Cuando al fin escuchamos la voz de una persona viva, los equipos de la Afad nos apartaron y se apropiaron de nuestro trabajo", afirma uno de los voluntarios, que no quiso dar su nombre.
Murat, de 48 años, esperaba noticias de sus allegados en Kahramanmaras cuando fue testigo de una escena similar.
"Cuando los mineros de Zonguldak (en el mar Negro) localizaron a una persona viva bajo los escombros, se vieron apartados y en su lugar se pusieron otros que querían aparecer ante las cámaras", cuenta.
El organismo caritativo Ahbap y varios municipios dirigidos por la oposición, deseosos de prestar ayuda, fueron criticados por el Gobierno, por organizar tareas de ayuda independientes.
"Ninguna coordinación"
"No hubo ninguna coordinación. Tardaron en las horas más críticas. (...) Su incapacidad costó la vida a decenas de miles de compatriotas", insistió el líder del principal partido de oposición, Kemal Kilicdaroglu.
Para Erdogan, esas críticas son "una calumnia" y un ejercicio de "desinformación destinado a minusvalorar los esfuerzos realizados con tanto denuedo".
Los dos hombres se enfrentarán en las urnas el 14 de mayo, si se mantiene la fecha de la elección presidencial.
En 1999, tras el terremoto que golpeó el noroeste del país, el famoso periodista turco Mehmet Ali Birand denunció la mediocre gestión de los servicios de socorro: "la Turquía que se vanagloriaba de su grandeza y su potencia ha resultado ser un tigre de papel", afirmó.
Las autoridades prometieron entonces sacar las conclusiones del fiasco y aseguraron que se habían reforzado los servicios de socorro en consecuencia.
Según el experto Hetav Rojan, "todavía es pronto para decir si este intento de controlar la narrativa va a funcionar" para el poder.
Pero en cualquier caso, "es un test político para Erdogan antes de las elecciones que se avecinan".