Japón colonizó la península de Corea entre 1910 y 1945, en un régimen que impuso nombres e idiomas, y que reclutó a muchos para trabajos forzados —incluida la prostitución en burdeles militares— antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Tiempo después, la nación nipona entregó US$ 800 millones al gobierno surcoreano, en virtud de un acuerdo de 1965 para normalizar las relaciones, que se utilizaron principalmente en proyectos de desarrollo económico impulsados por sus principales empresas. Asimismo, un fondo semigubernamental establecido por Tokio ofreció una compensación a las ex “mujeres de consuelo” cuando el gobierno se disculpó en 1995, pero muchos surcoreanos creen que los japoneses deben asumir una responsabilidad más directa por la ocupación.
Pero esto no es todo. Las dos partes también tienen una disputa territorial de larga data sobre un grupo de islas controladas por Corea del Sur pero reclamadas por Japón.
Seúl y Tokio han intentado establecer mejores lazos antes. En 2004, los líderes comenzaron visitas regulares, pero terminaron en 2012 después de que el entonces presidente de Corea del Sur, Lee Myung-bak, visitara las islas en disputa. Las tensiones aumentaron en los últimos 10 años a medida que los japoneses conservadores se movilizaron para rearmar al país mientras intensificaban los intentos de encubrir las atrocidades de Japón durante la guerra, y en 2018 la Corte Suprema surcoreana les ordenó a Nippon Steel y Mitsubishi Heavy Industries indemnizar a las víctimas del trabajo forzoso. Un año después la nación nipona —en aparente represalia— impuso controles de exportación contra la península asiática, los que afectaban a los productos químicos utilizados para fabricar semiconductores y pantallas utilizadas en teléfonos inteligentes y otros dispositivos de alta tecnología.
El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol (a la izquierda en la foto), y el primer ministro japonés, Fumio Kishida (a la derecha), celebrarán una cumbre y cenarán juntos durante la visita de Yoon a Toko del 16 al 17 de marzo. Aunque los líderes se han reunido en entornos multilaterales, incluso al margen de una reunión de las Naciones Unidas en Nueva York en septiembre pasado, esta es la primera cumbre bilateral formal desde una reunión en Seúl en 2015.
Se espera que Kishida reafirme las pasadas expresiones de remordimiento de Japón por sus acciones durante la guerra.
Para ello, ambas partes expresaron su esperanza de que esta cumbre conduzca a la reanudación de las visitas bilaterales regulares, aunque Kishida aún no ha anunciado planes para una visita a Corea del Sur. No obstante, Tokio también está considerando una invitación a Yoon para que regrese a Japón como observador en la cumbre del Grupo de los Siete que Kishida organizará en Hiroshima en mayo de este año.
Durante la reunión, Yoon estará acompañado por líderes empresariales de alto perfil que se espera se reúnan con sus homólogos japoneses. Masakazu Tokura, presidente de la Federación Empresarial de Japón, dijo que las dos partes están considerando establecer un fondo privado separado para promover la economía bilateral, la cultura y otras áreas clave de cooperación.
La mejora de los lazos entre Corea del Sur y Japón podría allanar el camino para que los dos aliados de EE. UU. cooperen más estrechamente en las preocupaciones compartidas relacionadas con China y Corea del Norte.
Ante ello, Washington está ansioso por poner a sus aliados en la misma página y parece haber trabajado intensamente para lograr la cumbre. El embajador de Estados Unidos en Japón, Rahm Emanuel, dijo que su país y estos dos aliados tuvieron alrededor de 40 reuniones trilaterales y cree que la cooperación en el proceso ayudó a generar confianza. Si bien Japón reforzó cada vez más los lazos de defensa con el Reino Unido, Australia, India y Filipinas, los desafíos en las relaciones entre Japón y Corea del Sur eran obvios y su relación "en el contexto más amplio de nuestra alineación estratégica... es un gran problema".
Los funcionarios de Corea del Sur han negado la presión directa de la administración Biden para resolver la discordia histórica con Tokio, pero el plan aparentemente es parte de los esfuerzos surcoreanos para fortalecer las asociaciones de seguridad para contrarrestar a su par del Norte, que ha estado expandiendo misiles con capacidad nuclear y emitiendo amenazas de ataques nucleares preventivos.
Mientras presiona para expandir los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos y Corea del Sur, el gobierno de Yoon ha buscado garantías más fuertes de Washington para usar de manera rápida y decisiva sus armas nucleares para proteger a su aliado de Corea del Norte.
La semana pasada, Seúl y Tokio también anunciaron planes de conversaciones para restaurar las relaciones comerciales del país, lo que podría aliviar la presión de las cadenas de suministro mundiales de alta tecnología. Sobr esto, los funcionarios de Corea del Sur dicen que una cooperación económica más fuerte con Tokio se ha vuelto más crucial frente a las interrupciones de la cadena de suministro industrial y otros desafíos globales.
“La necesidad de fortalecer la cooperación entre Corea del Sur y Japón nunca había sido mayor en la era de crisis complejas, provocadas por las incertidumbres en la geopolítica global, la continua actividad de prueba nuclear y de misiles de Corea del Norte, y la interrupción en las cadenas de suministro industrial”, dijo el viceministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur. Cho Hyundong dijo la semana pasada.
Los expertos dicen que los dos países tendrán que encontrar un acuerdo en la historia si esta ronda de diplomacia quiere lograr resultados duraderos. Choi Eun-mi, analista del Instituto Asan de Estudios Políticos de Corea del Sur, dijo que la cumbre no cambiaría la opinión pública de su país si se trata de asuntos económicos y de seguridad. “Debe haber algún tipo de expresión de disculpas y autorreflexión por parte de Japón, en particular por parte del gobierno japonés y las empresas demandadas”, dijo.
Por su parte, Seúl hizo una importante concesión antes de la cumbre y anunció planes para utilizar fondos locales para pagar la compensación de la orden judicial de 2018. Asimismo, Corea del Sur ofrecerá reparaciones a los demandantes a través de una fundación estatal existente que recaudará el dinero de las empresas surcoreanas que se beneficiaron del acuerdo de 1965. Sin duda un gran alivio para Tokio, que teme que más órdenes judiciales surcoreanas puedan imponer demandas de compensación masiva a cientos de otras empresas niponas que utilizaron trabajo forzado en tiempos de guerra.
El plan ha encontrado una feroz oposición por parte de las víctimas sobrevivientes del trabajo forzoso, sus partidarios y los políticos de la oposición (ver foto), quienes han exigido una compensación directamente de las empresas japonesas y una nueva disculpa de Tokio. Solo tres de las 15 víctimas de trabajos forzados que ganaron daños en 2018 siguen con vida, y los tres se negaron a aceptar pagos de Corea del Sur en notas escritas enviadas a la fundación, dijo su abogado, Lim Jae-sung.
Los funcionarios de Corea del Sur dicen que la ley del país permite reembolsos de terceros y que harán todo lo posible para persuadir a las víctimas de que acepten los pagos. Así también, dicen que no esperan que Nippon Steel o Mitsubishi contribuyan de inmediato a los fondos para los afectados, lo que —según el ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Yoshimasa Hayashi— depende de las empresas japonesas decidir si contribuyen voluntariamente o no a los fondos.
El futuro del acuerdo también puede depender de si el gobierno de Kishida puede ganarse la opinión pública de Corea del Sur. Y es que a para los funcionarios surcoreanos, a medida que mejoran las relaciones bilaterales, la esperanza está en que Yoon llegue con una "respuesta sincera" de Tokio.