Rusia será "más fuerte" tras la fallida rebelión del grupo paramilitar Wagner, que hizo tambalearse al Kremlin la semana pasada, aseguró este viernes el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, quien además aseguró que serán los propios países de África los que decidirán sobre el futuro de la agrupación de mercenarios en ese continente.
"Rusia siempre ha salido más consolidada, más fuerte, de todas las dificultades (...) Así volverá a ser esta vez. Este proceso ya empezó", dijo Lavrov en una rueda de prensa en Moscú.
El jefe de la diplomacia rusa afirmó que
el Kremlin no tiene por qué dar garantías a Occidente de su estabilidad, al contestar a la pregunta de un periodista acerca de si Rusia, una potencia nuclear, es un país estable tras los acontecimientos del pasado fin de semana.
"Muchas gracias por preocuparse de nuestros intereses nacionales, pero no es necesario", remarcó.
Lavrov también se refirió al futuro del grupo Wagner en África, donde tiene una gran presencia en países como Mali y la República Centroafricana. En ese sentido, el canciller traspasó la responsabilidad a estos propios países.
"El futuro de estos acuerdos entre los países africanos y el grupo Wagner depende sobre todo de la decisión de los gobiernos de los países de si están interesados o no en continuar esta forma de cooperación", afirmó el ministro.
Los combatientes del grupo paramilitar Wagner, dirigido por Yevgueni Prigozhin, otrora cercano al presidente Vladimir Putin, tomaron el viernes y el sábado pasado varias instalaciones militares en el sur de Rusia y se dirigieron luego hacia la capital.
La rebelión terminó el sábado por la noche tras un acuerdo que incluía el exilio a Bielorrusia de Prigozhin.
No se anunció ninguna sanción contra los amotinados, lo que muchos analistas y responsables occidentales han considerado como una señal de debilidad del Kremlin.
Las autoridades rusas intentan desde entonces dar una imagen de normalidad e insisten en que el país ha salido "reforzado" tras esta rebelión que, sin embargo, desencadenó la peor crisis desde la llegada de Putin al poder en 1999.