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Mark Rutte, el primer ministro "teflón" que deja el gobierno de Países Bajos después de 13 años

Su renuncia sorprendió a todos, pese a los problemas que actualmente tenía la coalición oficialista. No por nada, su apodo lo debe a su forma de salir incólume de las crisis.

10 de Julio de 2023 | 17:01 | EFE/Editado por Ramón Jara A., Emol
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AFP
Países Bajos había bautizado al liberal Mark Rutte como "Teflon Mark" porque ningún escándalo se adhería a su carrera política y superó la dimisión de tres de sus gobiernos desde 2010, pero, para sorpresa de todos, la gestión del asilo ha puesto ahora el punto final de la trayectoria de un político que se había convertido en un imprescindible gestor de crisis.

"Se ha especulado en los últimos días sobre mis motivaciones. La única respuesta es: Países Bajos", dijo Rutte, de 56 años, cuando sorprendió este lunes con su anuncio de retirada de la política, unas palabras que resumen su papel como primer ministro desde 2010, un hábil político que entregó los últimos 13 años de vida a su país.

El perfil que se había creado, tanto en casa como fuera, es de eterno sobreviviente y uno de los políticos más astutos de Europa: ganó cuatro elecciones consecutivas desde 2010 y su récord de permanencia en un gobierno europeo solo lo supera el húngaro Viktor Orban, con quien mantuvo varios desencuentros los últimos años sobre el Estado de derecho.

El apodo de "Teflon Mark" se extendió más allá de las fronteras neerlandesas. La metáfora se refiere al revestimiento que evita que la comida se pegue a una sartén, y describe la capacidad de Rutte de salir ileso de todos los problemas y la dimisión de tres de sus gobiernos.

Pero en Europa se había perfilado como "Mr. No", ese "Dutch guy" (el tío holandés), como le calificó Orban, y el "halcón" que se negaba a muchas propuestas de Bruselas y lideraba los llamados a la austeridad europea al frente de los "cuatro frugales" (junto a Suecia, Dinamarca y Austria), lo que acabó por tensar la cuerda con países del sur de Europa, especialmente en la pandemia, aunque esas fricciones parecen haber quedado atrás.

Llegó con 43 años a Het Torentje, su oficina en La Haya. Se convirtió en el primer jefe de gobierno liberal en casi un siglo. La clave fue su capacidad pragmática de apostar por la búsqueda de acuerdos, sin importar con quién, aplicando a rajatabla el modelo del pólder, el consenso a la neerlandesa.

Por eso nadie entendía que el miércoles diera un golpe sobre la mesa y exigiera a sus socios dar el visto bueno a una medida que buscaba limitar de forma estricta la reagrupación de los familiares directos (padres, hijos y pareja) de los refugiados de guerra, lo que llevó a la ruptura de la coalición que había liderado con mucho tacto desde enero de 2022.

Tras la crisis financiera en 2010 y la pandemia, la tragedia del MH17 -el derribo del avión de Malaysia Airlines en julio de 2014 en Ucrania que se cobró la vida de 298 personas, en su mayoría neerlandesas- fue su peor pesadilla y "el momento más importante" de su vida política, dijo.

El partido liberal VVD nunca logró ganar con mayoría suficiente como para gobernar en solitario, pero Rutte tuvo la habilidad de negociar con partidos de todos los colores para formar coaliciones, lo que incluyó el apoyo táctico de la ultraderecha en 2010, a los socialdemócratas en 2012 y a los mismos cuatro partidos de centroderecha en 2017 y 2022.

El mayor de seis hermanos, Rutte nació el 14 de febrero de 1967 y terminó su licenciatura en Historia en la Universidad de Leiden en 1992. Teniendo talento para el piano, no logró ingresar en el conservatorio.

En 2002, dejó el sector privado para ser secretario de Estado de Asuntos Sociales y Empleo, y después de Educación Cultura y Ciencia. En 2006, el VVD lo nombró presidente del grupo parlamentario, lo que le permitió luego presentarse a las elecciones en 2010.

En su vida personal, es un hombre muy reservado y solitario. En la pandemia, falleció en una residencia de ancianos su madre, la "mujer de su vida"; nunca se le ha conocido pareja, y vive solo en un barrio acomodado de La Haya, donde coincide a diario con los vecinos como uno más.

Su marca de identidad ha sido la "normalidad", lo que le ha valido el aprecio de neerlandeses de todas las ideologías, que han votado a su persona, más que al partido VVD: habla con la gente en la calle, da clases una vez por semana en un instituto, va en bicicleta al trabajo, vive en la misma casa desde hace décadas y conserva el mismo Saab destartalado aparcado en la puerta, con el que fue el sábado al palacio real a entregar su dimisión.

Su renuncia a la política ha dejado descolocado al país y al partido, que no tienen aún una alternativa viable, ni contaba ya con la era "post-Rutte".
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